Domingo, 9 de septiembre de 2007 | Hoy
BEST SELLER
Una ajustada mezcla de exotismo y erotismo, condimentada con suspenso clásico, hacen de El árbol de los jenízaros (Seix Barral) una opción de aceptable entretenimiento.
Por Liliana Viola
El New York Times festejó la opera prima del inglés Jason Goodwin con un elogio que bien podría figurar en una guía sobre cómo fomentar best sellers, si es que existe: “El árbol de los jenízaros es el thriller histórico perfecto”. Pero ¿qué significará la perfección en un género que ha ido creciendo en los últimos años y que incluye El nombre de la rosa en uno de sus extremos y Código Da Vinci de Dan Brown entre los más exitosos? Por lo pronto es muy posible que se le exijan dos condiciones: buena intriga e ilusión histórica. O para decirlo con una imagen inspirada en El árbol de los jenízaros: debería alcanzar un alto grado de erotismo valiéndose de un protagonista eunuco.
Yashim, el personaje que actuará como detective en esta intriga que transcurre en Estambul del siglo XIX, es fanático lector de Choderlos de Laclos y probablemente saque su temple y su doble intención de la inspiración que provoca la marquesa de Merteuil. Los necesita para resolver los crímenes que amenazan la paz del imperio otomano desde el primer capítulo: alguien roba las joyas del reino, alguien mata a la esclava elegida para dar placer al sultán Mahmut II en la Residencia de la Felicidad, cuatro guardias aparecen muertos y asados en vasijas gigantes para sopa.
El afrancesado Yashim, que cuando se enfrenta con un enigma imposible de resolver se concentra en sus recetas étnicas (para los consumidores occidentales), es el único con capacidad física y mental para salir en busca de los quienes estén conspirando tras estas señales. Deberá averiguar si el complot está en manos de la antigua guardia de los jenízaros ahora separada del sistema pero cada vez mejor armada, como todo hace suponer.
Corre peligro de muerte a cada paso sin que eso le impida abandonarse a la sensualidad de una extraña dama, los perfumes, las costumbres y los más específicos protocolos. Yashim es un héroe muy particular que transita con paso leve la precisión matemática y el hedonismo. Además, es un eunuco.
Si todo el pasado lejano se vuelve exótico, Estambul lo es todavía más. Muy bien lo sabe Goodwin, experto en historia bizantina y con varios libros de historia y de viajes ya editados, que construyó un argumento intrincado para guiar a sus lectores por un paisaje que si bien tiene sus reglas propias no estuvo libre de las influencias e intervenciones de Europa en el siglo XIX.
Bajo el árbol de los jenízaros estuvo el centro del mundo alguna vez, el sitio donde los antiguos pobladores iban a quejarse, revelar dudas o secretos, armar sus motines. Esta novela le rinde homenaje.
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