Domingo, 9 de septiembre de 2007 | Hoy
EN FOCO
Detenidos-Aparecidos (Biblos) es un relato sobre los presos políticos que abarca desde los episodios de Trelew hasta la liberación del último detenido, en 1989. Y si bien se suma a la ingente bibliografía sobre los ’70, se recorta con peso propio como un modelo de investigación.
Por Gabriel Lerman
Este no es un libro más sobre los setenta. Si bien se suma a la imponente bibliografía de los últimos años, que en el plano periodístico, académico, biográfico y de ficción ha dado una carnadura a las historias sobre el período que serán apenas el comienzo de una larga revisión cada más compleja, en este caso se recorta y destaca del resto por abordar uno de los que también comienzan a verse como subtemas o nudos de los tiempos de la militancia revolucionaria y la represión.
Detenidos-Aparecidos, de Werner Pertot y Santiago Garaño, opera una escisión ajustadísima y notable sobre el conjunto de historias, y ofrece un jalón que ya será ineludible para abordar el tema. Porque si teníamos las historia de Mignone y Verbitsky sobre la complicidad de la Iglesia Católica con la represión y, en sentido inverso, una importante cantidad de tesis sobre la vertiente revolucionaria del cristianismo contemporáneo, y teníamos libros sobre la represión a personas de ascendencia judía, a trabajadores, a estudiantes, a ciudadanos de nacionalidades extranjeras, pues aquí aparece un vasto trabajo sobre los presos políticos, desde los episodios de Trelew hasta la liberación del último detenido, en 1989, bastante después del regreso de la democracia.
Los propios autores habían encarado la historia de los alumnos detenidos-desaparecidos del Nacional de Buenos Aires en La otra Juvenilia, ese sugestivo título, y aquí retoman el período pero alcanzando una profundidad extra, al abordar un corpus cuyo alcance perfora por todas partes las pertenencias culturales, los orígenes sociales, las militancias y la vida en las cárceles.
Este libro, en un plano, asume para sí un relato al estilo de La voluntad, texto pionero del haz memorialístico que surgió a mediados de los noventa, pero por otro avanza en una narración descarnada, sin remilgos, que acompaña a cada protagonista en sus infiernos cotidianos con una profusión de datos, información, pliegues y matices, que termina conformando acaso un modelo de relato de investigación, lo que en algún tiempo fue nuevo periodismo y luego se desprendió como el modo eficaz de tomar contacto entre lector, autor y sucesos, una instancia de comunicación cuando los hechos parecen resistirse a cruzar el lenguaje y entrar en un discurso que no puede comprenderlos ni entenderlos, ni desea hacerlo pero ahí está, exponiéndose.
Detenidos-Aparecidos viene con un prólogo de Pilar Calveiro, una voz inobjetable sobre la vida concentracionaria bajo la dictadura, y con un epílogo de Alcira Daroqui, especialista en sistema penal, cárceles e infancia. El libro no necesita estos dos textos para legitimarse ni reforzar su piné. Sin embargo, que los hayan solicitado e incluido les agrega un dispositivo de apertura y cierra consistente y acaso con cierto efecto de mediación frente a un horror laberíntico, arrasador, muy doloroso, donde otros introducen el tema, lo encuadran, advierten y despejan lo necesario para ingresar al fondo de la cuestión.
Porque lo que cuenta Detenidos-Aparecidos es agotador, envilecido, es la impaciente destrucción del otro y es la paciente gota de afecto del compañero en un océano de lágrimas, es el momento de la sonrisa, de la pequeña y total maniobra de resistencia, son los intentos de fuga y los regímenes creados para “quebrarlos” o “recuperarlos”. También este libro se vuelve trama de la lucha de los familiares por conocer el paradero y la situación de sus seres queridos, y la relación entre el sistema carcelario pseudolegal y los centros clandestinos de detención. Porque la detención de los presos políticos no se da en un contexto de pureza legal ni el regreso a la institucionalidad implica el imperio del derecho. En el largo plazo, el entorno opera progresivamente en una quirúrgica destrucción de personas. Argentina encontrará su lugar en el mundo por otros méritos, seguramente, pero acaso como los fantasmas de la segunda guerra que todavía hoy acosan a Europa, nuestro país siga presentando estas mil y una noches del horror.
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