Domingo, 25 de noviembre de 2007 | Hoy
GASQUET
Una exhaustiva investigación revela atracciones y rechazos de prohombres y escritores argentinos hacia Oriente.
Por Juan Pablo Bertazza
Oriente al Sur
Axel Gasquet
Eudeba
339 páginas
Antes de que la fascinación por Oriente invadiera el lenguaje cotidiano, como enseña el ejemplar “fumarse un chino”, las ideas que sobre aquellos territorios –ni vieja Europa, ni nuevo continente– tenían los prohombres argentinos era, en general, negativa y espuria. Justamente de esa representación argentina se encarga Oriente al Sur del crítico Axel Gasquet. Y si bien el tema es muy atractivo, la acumulación de preámbulos, citas, conclusiones brutas, conclusiones netas, notas al pie y “como veremos más adelante” vuelve a este libro poco indicado para quienes busquen una lectura directa y amena, hay que decirlo. En cambio para quienes lo necesiten como material de consulta, sí cotizará en alza la exhaustividad de este trabajo que se demora con un estado de la cuestión, una definición completa de orientalismo y la visión paradigmática que sobre Oriente se manejaba en Europa.
Un rasgo en común en la perspectiva de casi todos los escritores aquí trabajados será precisamente la dependencia de la mirada manejada en Europa sobre Oriente y una actitud de escasa apertura que, en lugar de ampliar la experiencia, termina confirmando los prejuicios. Así, uno de los puntos más altos que depara esta lectura son las sabrosas analogías –entre el desierto egipcio y la pampa, la conducta de los beduinos y la de los gauchos, los conflictos políticos en Persia y la turbulencia del primer gobierno de Yrigoyen, el Nilo y el Paraná–, elucubradas por viajeros que no salen de su país pese a estar a miles de kilómetros de distancia y otros que se refieren a Oriente sin haberlo visitado. Sin embargo, todos aportan su cuota de singularidad. Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi son los primeros en desarrollar, en el marco del proyecto nacional, una lectura romántica sobre el Cercano Oriente. Y lo hacen de una forma un tanto bizca, ya que en realidad no dejan de seguir mirando el desierto pampeano.
Si bien a partir de su viaje a la Argelia colonizada por Francia es el primero en dar un relato directo sobre el tema, los escritos de viaje de Sarmiento reproducen la célebre antinomia del Facundo: civilización y barbarie. No más provechoso, en ese sentido, fue el viaje de Lucio V. Mansilla ya que ni su edad –17 años–, ni las motivaciones del viaje –una curiosa amonestación de sus padres– hicieron mucho para que el todavía verde aprendiz de gentleman pudiera elaborar y transmitir su contacto con la cultura milenaria de la India y Egipto. Un poco distinto es ya, según Axel Gasquet, el viaje a Oriente Medio de Pastor S. Obligado, quien revierte la etiqueta europea de Oriente como lugar de barbarie y exotismo para –en una clara aplicación positivista– dar cuenta a sus allegados de datos objetivos sobre estos lugares “de profunda cultura para la humanidad”. En el caso del divertido Eduardo Wilde, será su labor como médico lo que condicione al máximo, durante un viaje a Oriente, su perspectiva que iguala progreso humano con higiene social.
Oriente al Sur se encarga también de encontrar rasgos orientalistas en la obra de Leopoldo Lugones quien, sin viajar ni una vez a Oriente, logra escapar parcialmente de la visión europeísta como tratará de hacerlo el Modernismo hispanoamericano en general.
En definitiva, siempre y cuando se esté dispuesto a cruzar su escritura de corte monográfico, Oriente al Sur ofrece una muy fundamentada y amplia compilación sobre esa tierra que, justamente por exótica, constituyó un espejo –a veces transparente, por momentos opaco– de nuestra formación nacional y literaria.
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