Domingo, 25 de noviembre de 2007 | Hoy
NOTICIAS DEL MUNDO
En uno de los poemas de Las Nubes, Luis Cernuda definía a sus enemigos compatriotas como “caínes sempiternos”. Como al fin se cumplieron los 50 años de secreto que impone la Academia Sueca para acceder a los archivos sobre las deliberaciones que llevan a consagrar a unos y eliminar a otros –y que algún día develarán el motivo por el que nunca se lo otorgaron a Borges–, se supo que Juan Ramón Jiménez en 1956 y en su quinta convocatoria, lo ganó... casi de milagro y a pesar de la resistencia del franquismo. Exiliado en Puerto Rico, la España oficial hizo todo lo posible para que ese año el Nobel fuera del filólogo Ramón Menéndez Pidal. En los archivos consta además que su poesía “mística” no conquistó al comité sueco de inmediato, ya que consideraba su poesía “hierática, demasiado cerrada, difícil, elitista y carente de ardor”. Finalmente, Juan Ramón Jiménez sí obtuvo ese año el Nobel –pese a la resistencia de los nacionales– un poco gracias a la labor de su padrino, el profesor de Oxford Cecil Maurice Bowra, y otro poco porque España llevaba 34 años sin conseguirlo.
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