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Domingo, 22 de septiembre de 2002

RESEñAS

Crítica de la razón tecnológica

Historia de la sociedad de la información
Armand Mattelart
trad. Gilles Multigner
Paidós
Buenos Aires, 2002
194 págs.

 Por Santiago Rial Ungaro

Durante años, Armand Mattelart ha estado reflexionando, investigando y escribiendo (solo o con su esposa Michèle) sobre las historias de las teorías de la comunicación. Profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación en la Universidad París-VIII, Mattelart es un pedagogo. Este libro es entonces un repaso, sintético y sustancioso, por las diferentes corrientes de pensamiento, a veces antagónicas, que han confluido en este presente signado por el determinismo tecnológico. Sus pretensiones entonces se limitan a dar una perspectiva cronológica y geopolítica a esta historia y su principio rector es básico: hay que buscar una alternativa a la sociedad de la información. Es indispensable para la sociedad civil realizar una toma de conciencia que la lleve a reapropiarse de las nuevas tecnologías.
Siendo la ideología de la sociedad de la información la misma que la del mercado estos problemas son centrales, y aunque Mattelart no haga ninguna propuesta concreta (hay un breve anexo final de 5 páginas que incluye una conclusión y algunos fragmentos de una entrevista dada al diario Le Monde), los límites que se autoimpone el autor son quizás su mayor mérito. Su intención de narrar esta historia es una invitación a salir del autismo de las tecnoutopías de turno, una saludable reacción ante los discursos amnésicos que nos bombardean permanentemente desde todas las direcciones.
Desde el siglo XV, estos discursos se basan en un viejo pero eficaz mito que dice que la “sociedad de la información va a beneficiar a la mayoría”, se fundan en una fascinación con la “comunicación sin fin y sin límites” y, ya en el siglo siglo, se imaginan a sí mismos como herederos del progreso sin fin y sin límites de la utopía modernista.
Partiendo del culto del número profesado por Francis Bacon (1560-1626) y los proyectos de automatización del razonamiento formulados por Leibniz, a medida que van pasando las páginas se va vislumbrando que cada avance tecnológico –del ferrocarril a la Internet– ha tenido sus propia tecnoutopía: discursos publicitarios-propagandísticos que siempre coinciden en destacar las cualidades salvíficas de cada nueva técnica, que prometen, una y otra vez, alcanzar la “concordia universal”, “la justicia social” y la prosperidad general.
Como erudito en el tema, Mattelart está convencido de que las obras de algunos de estos autores (que van desde Bacon y Teilhard de Chardin hasta Alvin Toffler, Peter Drucker, Nicholas Negroponte y Zbigniew Brzezinski) son expresiones de una construcción geopolítica: la noción de la sociedad global de la información es, pues, la expresión de una doctrina sobre las nuevas formas de hegemonía mundial. La idea no es nueva ni pretende serlo, pero lo interesante de esta historia es que muestra las raíces y las interconexiones de este discurso que, a pesar de las diferencias de intención y de contexto, tiene una continuidad en sus promesas tecnoutópicas que, a la luz de los hechos, no se cumple ni se cumplirá nunca.
El valor del libro no se agota en esta reflexión crítica y evita cualquier facilismo apocalíptico. Aunque sus entradas sean breves, las menciones a Thomas Jefferson, Pierre Joseph Proudhon, Piotr Kropotkin, Ananda K. Coomaraswamy, Henry Lefebvre (una de las principales influenciasde Guy Debord), Jean-François Lyotard y Alan Touraine, así como las reflexiones de un Norbert Weiner (uno de los creadores de la cibernética, que supo inspirar con sus inquietudes sobre la monopolización y la mercantilización de las fuentes de información a Paul Virilio en Cibermundo, política de lo peor) dan un contrapeso ideológico y crítico indispensable que enriquece el libro. Vistos desde una perspectiva tanto cronológica como geopolítica, los entusiastas discursos de los apólogos de turno (del positivismo de Saint-Simon al management de Peter Drucker) usan la misma lógica de obsolescencia del mercado para hacer tabla rasa con todo lo anterior: es entendible entonces, que desde la década del ‘50, y con más fuerza desde los ‘60, politólogos y sociólogos, principalmente norteamericanos, empiecen a teorizar y (y arengar) enfáticamente sobre el “fin de la ideología”. Del fin de las ideologías se desprenden otros “fines”: el fin de lo político, el fin de las clases y de sus luchas y, en consecuencia, el fin de los intelectuales “comprometidos”.
Las 170 páginas de esta nueva edición (revisada por el autor) de un texto clásico constituyen una narración legible y contundente de la hipercompleja historia de la sociedad global de la información, culminación de un proyecto geopolítico que está engrendando, a escala planetaria, una modernidad amnésica y exenta de cualquier tipo de proyecto social.

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