EL EXTRANJERO
Nuevo refrito de Paul Auster
The Book of Illusions
Paul Auster
Henry Holt
Nueva York, 2002
336 págs.
Por Rodrigo Fresán
Buenas noticias: The Book of Illusions es el mejor libro de Paul Auster en mucho tiempo. No tan buenas noticias: No cuesta mucho escribir un libro mejor que Mr. Vértigo, A salto de mata o el insufrible y canino Timbuctú. Ahora, The Book of Illusions –según el humor y la predisposición del lector– puede leerse como un esperanzador regreso a la mejor forma o, simplemente, una astuta remezcla digitalizada de greatest hits del pasado. Así, esta décima novela parece estar construida para gustar a los fans, con partes iguales del mejor o el más eficaz Auster: se encontrará aquí, otra vez, el toque aventurero entre Julio Verne y el Orson Welles de Mr. Arkadin que deslumbró en El palacio de la luna, la reflexión íntima-universalista del sebaldiano antes de Sebald La invención de la soledad, la claustrofobia hermética y beckettiana de la Trilogía de Nueva York y la crítica en código a Estados Unidos desde una óptica europeizada que estallaba en Leviatán. Por supuesto, claro, a no dudarlo: la casualidad permanente es la fuerza que mueve a todo el asunto.
La trama es austera, austeriana: David Zimmer, un profesor partido en dos por su trágica viudez (mujer e hija mueren en un accidente de aviación) pasa los días traduciendo a Chautebriand. Una noche, Zimmer se obsesiona con Hector Mann: un oscuro director de cine mudo, una leyenda de culto, otro desaparecido de su propia vida a partir de una misteriosa tragedia que tuvo lugar en 1929. Zimmer vuelve a reír después de tanto tiempo cuando ve una de sus películas. Zimmer escribe un libro sobre él y un día el misterioso Mann lo invita a ser parte de su vida en un rancho en Nuevo México llamado “Tierra del Sueño”, donde Mann –fuera del tiempo y del espacio— sigue filmando como si nada hubiera ocurrido. Zimmer acepta la invitación pero llega a destino la noche en que muere Mann. Allí Zimmer se enamora de la perturbadora y caliente Alma, se enfrenta a una viuda un tanto enloquecida y empeñada en destruir las películas secretas de su marido, se citan muchos clásicos, y se alcanza uno de esos finales de Auster donde la epifanía es una suerte de susurro para fans y cómplices incondicionales.
The Book of Illusions es una novela bien escrita pero que no aporta nada nuevo a la obra del autor y que no sólo produce un perturbador déjà vu sobre sus propios libros sino también —como ocurría con Leviatán, evidente tributo a DeLillo ya desde la dedicatoria—, un poco demasiado, sobre libros de otros. La descripción de las películas de Mann recuerda a ciertos tramos del obsesivo Stephen Millhauser. La viudez como state of mind y la figura redentora de una hembra que resucita al deudo en animación suspendida fue reciente e insuperablemente explorada con mucha más fuerza y pasión por Denis Johnson en The Name of the World. Y la obsesión con un legendario paria del cine mudo como forma de escape de la ensordecedora realidad ya aparecía a mediados de los ‘80 —con mayor pericia y riesgo— en las primeras novelas del alucinado autor de culto Steve Erickson. Paul Auster —nada es casual— comentó una de ellas para The New York Times. “He aquí a un autor al que habrá que observar muy de cerca”, escribió entonces Auster sobre la obra de Erickson. Dicho y hecho.