libros

Domingo, 22 de septiembre de 2002

EL EXTRANJERO

Nuevo refrito de Paul Auster

The Book of Illusions
Paul Auster
Henry Holt
Nueva York, 2002
336 págs.

 Por Rodrigo Fresán

Buenas noticias: The Book of Illusions es el mejor libro de Paul Auster en mucho tiempo. No tan buenas noticias: No cuesta mucho escribir un libro mejor que Mr. Vértigo, A salto de mata o el insufrible y canino Timbuctú. Ahora, The Book of Illusions –según el humor y la predisposición del lector– puede leerse como un esperanzador regreso a la mejor forma o, simplemente, una astuta remezcla digitalizada de greatest hits del pasado. Así, esta décima novela parece estar construida para gustar a los fans, con partes iguales del mejor o el más eficaz Auster: se encontrará aquí, otra vez, el toque aventurero entre Julio Verne y el Orson Welles de Mr. Arkadin que deslumbró en El palacio de la luna, la reflexión íntima-universalista del sebaldiano antes de Sebald La invención de la soledad, la claustrofobia hermética y beckettiana de la Trilogía de Nueva York y la crítica en código a Estados Unidos desde una óptica europeizada que estallaba en Leviatán. Por supuesto, claro, a no dudarlo: la casualidad permanente es la fuerza que mueve a todo el asunto.
La trama es austera, austeriana: David Zimmer, un profesor partido en dos por su trágica viudez (mujer e hija mueren en un accidente de aviación) pasa los días traduciendo a Chautebriand. Una noche, Zimmer se obsesiona con Hector Mann: un oscuro director de cine mudo, una leyenda de culto, otro desaparecido de su propia vida a partir de una misteriosa tragedia que tuvo lugar en 1929. Zimmer vuelve a reír después de tanto tiempo cuando ve una de sus películas. Zimmer escribe un libro sobre él y un día el misterioso Mann lo invita a ser parte de su vida en un rancho en Nuevo México llamado “Tierra del Sueño”, donde Mann –fuera del tiempo y del espacio— sigue filmando como si nada hubiera ocurrido. Zimmer acepta la invitación pero llega a destino la noche en que muere Mann. Allí Zimmer se enamora de la perturbadora y caliente Alma, se enfrenta a una viuda un tanto enloquecida y empeñada en destruir las películas secretas de su marido, se citan muchos clásicos, y se alcanza uno de esos finales de Auster donde la epifanía es una suerte de susurro para fans y cómplices incondicionales.
The Book of Illusions es una novela bien escrita pero que no aporta nada nuevo a la obra del autor y que no sólo produce un perturbador déjà vu sobre sus propios libros sino también —como ocurría con Leviatán, evidente tributo a DeLillo ya desde la dedicatoria—, un poco demasiado, sobre libros de otros. La descripción de las películas de Mann recuerda a ciertos tramos del obsesivo Stephen Millhauser. La viudez como state of mind y la figura redentora de una hembra que resucita al deudo en animación suspendida fue reciente e insuperablemente explorada con mucha más fuerza y pasión por Denis Johnson en The Name of the World. Y la obsesión con un legendario paria del cine mudo como forma de escape de la ensordecedora realidad ya aparecía a mediados de los ‘80 —con mayor pericia y riesgo— en las primeras novelas del alucinado autor de culto Steve Erickson. Paul Auster —nada es casual— comentó una de ellas para The New York Times. “He aquí a un autor al que habrá que observar muy de cerca”, escribió entonces Auster sobre la obra de Erickson. Dicho y hecho.

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