Domingo, 17 de febrero de 2008 | Hoy
Sá-CARNEIRO
Amigo y discípulo de Pessoa, Mário de Sá-Carneiro vivió una vida corta e intensa. Murió a los veintiséis años, dejando una obra que marcó a fuego el modernismo portugués. El cielo en llamas permanecía inédito en castellano.
Por Mauro Libertella
El cielo en llamas
Mário de Sá-Carneiro
Gadir
331 páginas
Algunos movimientos literarios están ligados a un nombre propio. Si mencionamos por ejemplo al modernismo portugués, muchos serán los que inmediatamente pronuncien el nombre de Fernando Pessoa. Vastos son los méritos que ha esgrimido Pessoa para erigirse como el nombre central de aquella tradición, pero no estamos aquí para hablar de Pessoa sino para correrlo a un lado, aunque no tan lejos, y hablar justamente de quien fue su mejor amigo y uno de los poetas más grandes de principios de siglo XX en Portugal: Mário de Sá-Carneiro.
Sá-Carneiro nació en Lisboa en 1890, y a los 18 años emigró a París para estudiar leyes en La Sorbona. Desde muy joven mostró aptitudes geniales para la escritura, y tuvo la fortuna de encontrar en Pessoa un eco, el espejo invertido con quien discutir sus propios escritos. Desde París, Sá-Carneiro y Pessoa establecieron un profuso intercambio epistolar, a partir del cual los estudiosos han podido acceder de primera mano al nacimiento de la vanguardia literaria en lengua portuguesa. Junto con otros poetas, armaron la revista Orpheu, nombre con el que se identifica hoy a la generación de escritores agrupados alrededor de aquellas páginas. Hacia la edad de veinte años, Sá-Carneiro empezó a escribir una extraña obra narrativa, de formas breves y destellos intensos, como si la poesía hubiera encontrado en esas páginas su complemento. De esa cosecha sobrevivió la novela La confesión de Lucio y el libro de relatos y novelas cortas El cielo en llamas. Mário Sá-Carneiro, dicen las esquivas notas biográficas, era una persona torturada por la idea de la muerte; un fantasma que eclipsaba sus impulsos vitales y que lo llevó a suicidarse en París a los veintiséis años. Antes de morir, escribió estas líneas en un papel que dejó al lado de la cama: “Yo no soy yo ni soy el otro, soy algo intermedio”. Su suicidio hizo que los pocos trabajos críticos que han abordado su obra se encaminen hacia la idea de que la propia muerte estaba prefigurada ya en buena parte de sus textos. Se habló de la apología del suicidio como un acto de coraje. Con la publicación de El cielo en llamas, se cierra la edición de la obra completa del portugués en castellano; obra editada por Pessoa, que quedó como el albacea de esta rara literatura.
Hay un puñado de obsesiones que parecieron comandar la obra de Sá-Carneiro, y que la lectura de El cielo en llamas evidencia. El sufrimiento, el derrumbe de una vida y la muerte son algunas de ellas. Lo curioso, más que las obsesiones mismas, que son en última instancia materia universal, es el modo en que esas obsesiones se cristalizan en la escritura. Sucede que la de Sá-Carneiro es una escritura, por lo pronto, peculiar. De frases quebradas, de estructuras astilladas, los textos de El cielo en llamas son como la propia subjetividad del escritor hecha escritura, sin mediación. Algunos críticos han marcado que si Pessoa es el poeta de las máscaras, Sá-Carneiro es el poeta de la realidad, por decirlo de un modo contundente. Su prosa parece, en este sentido, rehusar el juego metafórico y los cielos de la retórica para abocarse a lo que por momentos son, directamente, gritos primales. Es difícil no caer en la tentación de pensar que Sá-Carneiro no tenía tiempo para andarse con rodeos. Que su literatura era, si se quiere, algo urgente. Pero sería conjeturar demasiado, pues a partir de su muerte prematura lo que único que nos es permitido afirmar es que Sá-Carneiro tenía una especie de genio precoz, una sensibilidad literaria temprana.
El cielo en llamas es una rareza. Plagada de cortes, de fechas, de epígrafes, de dedicatorias, es algo así como la alucinada obra completa de un escritor que a los 26 años se suicidaba en París quizá con la certeza de que tras su paso algo en la literatura portuguesa había cambiado.
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