Domingo, 17 de febrero de 2008 | Hoy
LECTURAS & VERANO
Libros para tener en cuenta en vacaciones.
Por Martín Pérez
A mediados de los ’80, luego de dos décadas de escribir dentro de los límites de la ciencia ficción, Thomas M. Disch comenzó a publicar una serie de novelas de terror ambientadas en Minnesota, con la que ajustó cuentas con el lugar donde creció y se educó en la década del ’50. “Una novela de terror necesita una suerte de domo de vidrio sobre ella, geográficamente hablando”, explicó este neoyorquino adoptivo, que con la edición de The Sub (1999) completó cuatro entregas de esa suerte de comedia humana a lo Balzac que es su saga conocida como Minnesota sobrenatural. Con la primera se cargó a los yuppies: se llamó El Ejecutivo (1984) y, aunque se publicó en castellano en España, jamás llegó a las librerías porteñas. La última tenía como protagonista a un maestro de escuela sustituto –de ahí su título en inglés–, y aún está sin traducir. Dedicada a los médicos, Doctor en medicina (1991) es la segunda de la saga, y es por lejos la mejor. Hasta hace poco aún se conseguía en las mesas de oferta la traducción de Ediciones B. Desde entonces, más de tres lustros atrás, que no se editaba en castellano algo nuevo de Disch. Y ahora llega esta traducción de El cura, la tercera de aquella tetralogía. Aunque la edición de Berenice intenta hacer pasar la novela como un libro escrito a la luz de los recientes escándalos de la Iglesia, en realidad El cura data de 1994. Pero el año no importa, realmente. Porque la profusión de curas fanáticos hasta el asesinato y monaguillos abusados hacen que parezca escrita ayer. “Thomas Disch lleva escribiendo historias maravillosas desde hace años. Historias que a veces divierten, a veces inquietan, a veces aterrorizan y otras veces provocan tres cosas a la vez”, asegura Stephen King en una frase que la novela ostenta en su portada, pero que en realidad dijo en virtud de Doctor en medicina, la anterior de la saga. Pero los descuidos y omisiones de su edición realmente no importan demasiado, ya que los elogios del maestro del terror resultan también apropiados para esta vertiginosa y lúdica novela gótica, con los suficientes complots, aparecidos y damas en problemas como para hacer honor a semejante género.
Cuando se le preguntó si su generación había tenido éxito al intentar cambiar la ciencia ficción en los ‘60, Disch dijo que lo habían logrado y habían fracasado al mismo tiempo. Sí, habían logrado hacer lo suyo, pero al mismo tiempo el género no creció literariamente luego de eso. Por eso muchos de los autores de aquella época fueron abandonando un género que, pese a su libertad, siempre parece quedarse en la misma edad. En el caso de Disch, probó todos los géneros y estilos: escribió obras de teatro, juegos interactivos, poesía y periodismo, entre otros etcéteras. Actualmente se dedica a la enseñanza y sólo se ha acercado a la ciencia ficción a través de ensayos sobre el género. Sus primeras novelas –Los genocidas y Campo de concentración, entre otras– aún hoy pueden considerarse obras maestras, pero la gran cualidad que tienen sus novelas de terror son unas terribles ganas de divertirse con –y más allá de– los límites de un nuevo género. Eso es lo que sucede con El cura, un delirio en el que su protagonista está siendo chantajeado por los abusos sexuales que cometió durante toda su carrera eclesiástica, cuando descubre que está siendo transportado a la Edad Media. Como señaló en su momento la reseña del New York Times, la novela de Disch parece un resumen de todas y cada una de las críticas contra la Iglesia Católica. Hay un cura pedófilo, delirantes anti-abortistas, e incluso un repaso por los horrores de la Inquisición. De paso también hay pseudo cientólogos en acción. Pero cuando el protagonista está dejándose tatuar el rostro de un diablo en el pecho –ése es uno de los chantajes– y un obispo de la Edad Media ocupa su cuerpo, y ve al siglo XX como el infierno, la diversión recién está comenzando.
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