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Domingo, 8 de noviembre de 2009

Los milagros del amor

Con seudónimo, el escritor austríaco Arnon Grunberg aborda la engañosa problemática de la monogamia y gana dos veces un premio gracias al heterónimo de su creación.

 Por Fernando Bogado

Monógamo
Arnon Grunberg

Tusquets
104 páginas

Cuesta desentrañar al amor, cuesta entenderlo: nos pasamos toda la vida presos de esta especie de mandato natural de querer acostarnos con alguien y el mandato social de no huir a la mañana siguiente. Algunos cínicos desatienden el estado de la cuestión de temas tan espinosos como el matrimonio y arreglan, con muchísima anterioridad, la iglesia en donde van a comprometerse –quién sabe por cuanto tiempo– a vivir juntos para siempre. Pero hay otros cínicos que optan por la estratégica y casi culposa soledad: mucho más cerca de este último carácter que del primero, y pese a lo engañoso del título, Marek van der Jagt (seudónimo del escritor austríaco Arnon Grunberg) plantea en Monógamo un texto que retoma el verdadero tópico en donde se juega quiénes somos realmente: el amor.

Ensayo, sí, pero también novela y autobiografía, el libro de Van der Jagt-Grunberg comienza como un intento de autoconocimiento: el autor relata el momento en que decidió convertirse en el objeto de estudio de su faceta de escritor, el momento en que decide separarse en dos y observar a Marek van der Jagt desenvolverse en la vida, siempre con el fin de encontrar el núcleo, sea oscuro o luminoso, de ese desconocido. Claro que hay un objetivo mucho más profundo detrás del “análisis”, finalidad confesada desde el primer capítulo: dominar. El rasgo de “novela de aprendizaje” que adquiere el libro va de la mano de este perfeccionamiento de las estrategias de subyugación, comenzando en su adolescencia por los miembros de su familia (su padre y su madre) y terminando en la adultez por sus numerosas amantes, a las cuales selecciona sólo por el grado de patetismo de su situación; esto es: las mujeres que elegirá siempre se debatirán entre la culpa de haber engañado a sus parejas estables y la dependencia que establecen con este moderno Don Juan, aquel que parece haber entendido la clave de cualquier relación amorosa.

Dominar y vencer, por supuesto: el protagonista llega al punto de adorar que las mujeres con las que se acuesta hayan estado recientemente con sus verdaderas parejas, ya que así podría establecer quién es superior a quién. El tamaño del pene, por caso, tema tratado en un texto anterior del mismo (doble) autor, sí es importante, ya que gracias a él se puede extraer de las partes íntimas de la amada de turno la semilla del visitante anterior.

Marek van der Jagt hace otra de sus espectaculares apariciones en Monógamo: estudiante de filosofía vienés, ya en Cómo me quedé calvo (publicada en castellano por la misma editorial en el 2004) ahondaba en la problemática de la pérdida del pelo y el ya anunciado asunto del tamaño, siempre variando entre un tono humorístico pero no por eso menos profundo o enfático. Grunberg decidió crear a este sosias no sólo para especular con la recepción de un libro escrito por un nuevo nombre en el campo de las letras, sino también para evitar el conflicto entre los editores de sus últimos trabajos y el responsable de la publicación del nuevo. El heterónimo llegó al punto de tener su fotografía individual, una dirección de correo para responder preguntas y el prurito de contestar todas las entrevistas por fax. La independencia de las dos personalidades llegó al límite del escándalo: Arnon Grunberg/Marek van der Jagt es/son los únicos en la historia del premio a la mejor novela debutante Anton Wachter en haberlo ganado dos veces.

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