Domingo, 8 de noviembre de 2009 | Hoy
Una novela argentina propone un viaje al mundo ruso del siglo XIX con sus enredos sintácticos, sus campesinos, sus Señores y su derroche de vodka.
Por Ezequiel Acuña
La suma del olvido
Eduardo Rubinschik
Paradiso
152 páginas
Como en el cuadro del pintor Kasimir Malevich, que encabeza la solapa del libro, la forma tiene un lugar destacado en La suma del olvido. Parece una afirmación peligrosa, pero la justificación es sólo un poco más que una cuestión de estilo. Digamos, para empezar, que Eduardo Rubinschik, argentino nacido y criado aquí, escribe imitando conscientemente a la gran literatura rusa del siglo XIX, y no sólo le rinde homenaje en la temática, el argumento de la historia o los espacios geográficos, sino además, y precisamente, en la forma de narrar y describir. La suma del olvido parece la traducción española de una novela de Dostoievski desde el entramado hasta la manera de construir las oraciones, o tal vez lo que esperaríamos que fuera un relato ruso en nuestro idioma, con su sintaxis enrevesada y sus constantes referencias al vodka.
Con un impulso similar, Rubinschik ya había abordado el mundo ruso en su libro anterior, Lisböe, o las partes del agua; en este caso retoma la apuesta con un espíritu si no más serio, sí más realista. En la San Petersburgo del siglo XIX, un burócrata pobre recibe una herencia inesperada y se transforma en Señor de una porción de tierra en la estepa. Repentinamente es rico y ocioso, quiere consolidar sus tierras y dedicarse a la escritura, se enamora de una mujer casada del pueblo, se bate a duelo con el marido y la consigue. Un segundo golpe de suerte lo lleva a recibir por herencia las riquezas de su antiguo jefe, y lo obliga a volver a la ciudad. La suma del olvido se inicia con un ritmo cómico que mantiene durante las primeras páginas, dando la sensación de enfilar hacia la parodia, quizás una muy buena forma de que el lector acepte, en una primera instancia, esa especie de argot con el que está construida; al protagonista lo acompaña un criado en un tándem cómico a la manera clásica. Pero esa dupla y el ritmo burlesco empiezan a mutar poco a poco con el viaje de regreso a San Petersburgo, la rivalidad de comedia entre amo y sirviente se convierte en enemistad, la prosa se endurece y la novela se vuelve más intensa. Así es como La suma del olvido avanza hacia el estado más puro de la novela decimonónica rusa, la construcción psicológica profunda y el fatalismo. Por su tono, cada frase parece revelar alguna verdad sobre la existencia; y si en el inicio el protagonista ganaba mucho y de golpe, entonces empieza a perder.
A pesar de dejar atrás la comicidad del inicio, con su aura rusa, su lógica absurda y su sintaxis rebuscada, parece detentar el lugar de texto esquivo, difícil de descifrar, con un sentido huidizo. Y sin embargo podría lograr mucho más en su devenir caótico si no se encerrara en el juego constante de pares de la comedia amo-sirviente, la temática trágica del doble. la oposición campo y ciudad, riqueza y pobreza, memoria y olvido, mujer amada y prostituta, y otros varios juegos de espejos que atraviesa el protagonista.
La novela de Rubinschik intenta posicionarse como una narración de lo que se pierde con la misma facilidad que se lo gana, de los espejos de sentido, del olvido como forma del despojo de vida, en una lucha absurda contra la memoria. O, sencillamente, una confirmación más de que lo que empieza como comedia, termina como tragedia.
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