Una experiencia original, audaz y que parece haber nacido para seguir acaba de tener lugar en la ciudad de Mar del Plata. Hace una semana se llevó a cabo el Primer Festival Azabache, centrado en “lo negro y policial en la literatura”. Hubo mesas redondas, presentaciones de libros, debates e infaltables polémicas entre policial negro y blanco, deductivo o duro, y muchísimo público. Aquí se publica una crónica sobre el evento y una síntesis sobre los principales ejes de la convocatoria: víctimas, inocentes, pistas, culpables, enigmas y crímenes.
› Por Angel Berlanga
Cuando el caso se cerró, siete días atrás, luego de tres jornadas de mesas redondas, películas, exposiciones fotográficas, música y talleres, hubo un brindis alegre y festejón: la sangre no había llegado al mar en el Primer Festival Azabache, lo negro y policial en Literatura que se hizo el fin de semana pasado en Mar del Plata, en el que participaron escritores, periodistas, editores, académicos y, según estimación de los organizadores, unos diez mil asistentes. Expectativas superadas en varios sentidos, paisaje de continuidad para años venideros y debates varios, de mesa a mesa, sin víctimas fatales. Ni siquiera violencia física.
Amabilidad en los hechos concretos, ahí; pero en fin, las historias, los casos, los de ficción y los reales, concentran muerte. Un extremo, pongamos, Gustavo Nielsen, que contó que tras una pesquisa supo que el cuerpo de una víctima adulta, exprimida con profesionalismo, cabe en un balde y medio, dos a lo sumo. Guillermo Martínez desarrolló cómo la lógica puede aplicarse a tratar de disimular un asesinato entre otros en Crímenes imperceptibles, Claudia Piñeiro diferenció entre su enfoque de los cadáveres en la pileta de Las viudas de los jueves y el que eligió Marcelo Piñeiro al adaptar la historia al cine y ambos, junto al uruguayo Hugo Burel, desgranaron sus experiencias en los caminos que llevan del libro a la película. El periodista Rodolfo Palacios recordó que Robledo Puch, tras las entrevistas para el libro El ángel negro, le mandó unas cartas en las que le propone instalarse en su casa tras salir de la cárcel; otro periodista, Javier Sinay, reunió una serie de asesinatos célebres de los últimos años para señalar un patrón de responsabilidad policial: Bru, Bulacio, masacre de Ramallo, siguen las víctimas. Los cordobeses Lucio Yudicello y Fernando López presentaron Tinta roja, una serie de novelas de autores latinoamericanos editada por la Universidad de Villa María. Gabriela Cabezón Cámara se preguntó si sería posible una literatura sin crimen; Pablo De Santis puso la lupa en el gran Columbo y observó los puntos de contacto en la lectura del fantástico y del policial; Guillermo Orsi todavía no entiende cómo, vistas tantas aberraciones y oscuridades a cargo del ser humano, alguien como Claudio María Domínguez puede seguir diciendo que somos seres de luz.
Tres fueron los organizadores y anfitriones: los escritores y periodistas Carlos Balmaceda, Javier Chiabrando y Fernando Del Río. Qué despliegue de hospitalidad, los tipos: hombres-orquesta, wines que tiran centros y cabecean. Fueron con la propuesta al intendente marplatense, Gustavo Pulti, que se entusiasmó y dio apoyo. Alternativamente, el trío se encargó también de moderar las mesas redondas, articuladas en torno de palabras-clave disparadoras: crimen, víctima, pista, culpable. En torno de esta columna vertebral, lo multidisciplinario distribuido entre las tres sedes en las que se desplegó el Azabache, que también incluyó comics, la publicación de una antología de relatos de alumnos secundarios, el Ensamble I. M. C. tocando jazz en Plaza del Agua, una muestra en paneles de cómo la noticia periodística transita a lo literario, una charla para presentar a Carlos Salem, escritor argentino radicado en Madrid, autor de policiales cargados de humor, radicado en Madrid, que prometió por carta no faltar a la edición del año que viene, que da por descontada.
Tras una primera mesa en la que una lectura posible concluía en la expansión de rasgos de lo policial a buena parte de la narrativa actual (el editor Mariano Valerio, por ejemplo, señaló que “la novela negra lo abarcó todo”), sobrevino una segunda en la que Vicente Battista se plantó: “¿Todo sería policial, entonces? No, el género tiene sus particularidades”, dijo, y pasó a describirlas, contrastándolas de paso con las tradicionales novelas de enigma. Hubo después varios pronunciamientos que, tal vez, discutían con lo planteado por Battista y, tal vez también, se entrelean en los apuntes de las charlas que se reproducen en las páginas siguientes. Tanto tal vez, tal vez, tiene que ver con una impronta que quiere ser predominante: a unos días de distancia se fortalece la sensación de que estuvo bárbaro el Azabache. El mexicano Fritz Glockner Corte, que junto a Paco Ignacio Taibo II es uno de los grandes promotores de la Semana Negra de Gijón, abrió su intervención con un apunte: “De pronto me parece curioso que en un encuentro de novela policíaca se debata si es género, subgénero, generito, generote o generalote –dijo–. Tal es uno de los más importantes que aquí están ustedes sentados, cagándose de frío como todos, atentos a estas peroratas, en la última mesa del festival.”
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