(Pablo De Santis, Leonardo Oyola)

“Los finales en las novelas policiales tiene una importancia fundamental, y no sólo porque se desenmascara al asesino: ahí es que se conoce la verdadera historia que se está contando”, empezó Pablo De Santis. En el relato hay, explicó, un juego entre el pasado y el presente: un detective que entra en escena cuando aparece el cadáver, el misterio, y desarrolla en el presente la investigación, por un lado, y por otro una historia anterior, enterrada, de la que queremos saber el acertijo, que emerge al final con toda su fuerza y su claridad. Y sobre ese final, el reconocimiento del asesino, podemos pensar que esa escena, la del reconocimiento, no es algo exclusivo de la novela policial: es algo que acompañó siempre a la literatura”, razonó, y se enfocó, para cotejar, en rasgos ya presentes en los griegos. “Siempre me llamó la atención la serie Columbo –siguió– porque era un policial que violaba todas las reglas: el asesino aparece siempre en la primera escena. ¿Qué mecanismo, entonces, hace que uno se interese? Porque, claro, el policial “trabaja con la connivencia del inocente y el culpable en el mismo personaje”.

“Cuando ocurrió aquel asalto al Banco Río noté que la gente decía ¡bien! –evocó Leonardo Oyola–. El tipo común, al vivir en la rutina, tenía una empatía. Y esta gente, ¿es buena o mala? Todos somos por momentos buenos y por momentos malos, así actuamos. Hace poco veía en un video a unas personas que desde arriba de un puente seguían cómo un tiburón iba derecho, derechito a un kayak. A último momento, cuando el tiburón lo esquivó, se oyó un grito de decepción. ¿Es culpable, uno, por sentir eso?” Algo más adelante señaló que, aunque entiende la necesidad de las etiquetas, le molesta cuando dicen que el policial es un género menor. Alguien, en concordancia, desde el público, se preguntó qué sería un género mayor.

–Hace veinticinco años que vengo escuchando cómo aluden a la historieta como género menor, así que imaginate –contestó De Santis.