(Guillermo Martínez, Fernando López, Rodolfo Palacios)
“Una pequeña defensa de la novela de enigma”, propuso Guillermo Martínez, “ante el análisis clásico de que sería un género burgués, del statu quo, mientras que el policial negro se encuentra con el barro de la sociedad, la marginalidad, y mostraría los mecanismos del capitalismo en sus peores aspectos”. “Yo creo que ésta es una teoría de esas que convencen más por su poder de seducción estética que por la verdad que contienen y por lo agradable que suena la dicotomía –dijo–. Pero no necesariamente, cuando uno se pone a mirar de cerca, las cosas son tan así.” En las novelas más tradicionales del enigma, las de Agatha Christie, señaló, hay cláusulas tácitas que marcan que los criminales no pertenecen a la servidumbre ni son extranjeros, o fanáticos religiosos o campesinos rurales: los asesinos, más bien, pertenecen a las clases acomodadas y el móvil principal solía ser el dinero, muchas veces vinculado con la herencia. “Un tipo de conflicto que complacería bastante a Marx –aseveró–. Otro aspecto subversivo de este tipo de novelas es que al ser todos los personajes sospechosos, va revelándose la naturaleza humana, lo oculto, la potencialidad de matar, las pequeñas bajezas. No es que tras la resolución todo vuelve al estado anterior: se sabe el nombre del asesino y, a la vez, todo ha quedado dado vuelta.”
Luego de que Fernando López evocara idas y vueltas en su vida entre la literatura y el derecho –además de ser autor de varios libros ha sido juez en Córdoba– y de que leyera un tramo de un relato, Rodolfo Palacios se preguntó por el enigma en torno de los autores de varios crímenes resonantes: los de Cecilia Giubileo, Nora Dalmasso y las víctimas de ese imaginario asesino serial, el “loco de la ruta”. “Y no sé si esos enigmas subsisten por mérito de quien mata o simplemente por la torpeza de investigadores torpes que, a diferencia de lo que ocurre en la ficción, en la realidad no son sagaces ni razonan para develar un misterio. Si una de las reglas, en la ficción, es no culpar al mayordomo, podemos fijarnos lo que pasó en la investigación por Dalmasso: se acusó a un albañil, se habló de un sicario extranjero. Sólo faltó incluir alguna explicación sobrenatural.”
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