(Claudia Piñeiro, Lucio Yudicello, Vicente Battista)
Salvo los párvulos no hay inocentes, planteó Vicente Battista y consignó que en el campo específico de la narrativa policial, “el inocente es una figura forzosa que tiene que estar para que exista el culpable”. “Me gustan las novelas en las que en general no hay inocentes, más allá de si cometieron o no un crimen –dijo Claudia Piñeiro, a su turno–. Un personaje sin claroscuros no es interesante para una ficción. En el policial ni siquiera son inocentes el narrador o el lector; es más, el lector del policial acaso sea el menos inocente de todos, porque va a tratar de descubrir dónde está la falla, por dónde se le entra a la trama.” Lucio Yudicello, a su vez, encuadró el tema a partir de un recorrido por Crimen y castigo, El túnel y “El jardín de los senderos que se bifurcan” para terminar deteniéndose en un punto que le interesa particularmente, “la imputabilidad moral, el sitio en el que un tipo, por más primitivo que sea, sabe que está obrando mal y sigue adelante”.
Y enseguida Battista, que se salía de la vaina, quiso “aclarar” una serie de cosas que fue escuchando, “por el bien de este festival”, dijo. “Para mí, y para Dostoievski, Crimen y castigo es una gran novela, pero no es policial –siguió–. Porque si empezamos a pensar que en toda novela donde haya un crimen hay literatura policial, toda la literatura escrita hasta la fecha lo sería. Edipo y Hamlet, por ejemplo. No. Está el policial inglés y el norteamericano, con su diferencia esencial; recordarán las novelas de Agatha Christie o los cuentos de Sherlock Holmes, donde ya hemos desechado al mayordomo, el detective reúne a los participantes y empieza a explicar quién pudo ser el culpable, que al ser descubierto agacha la cabeza y se deja llevar por la policía. Ya está: una novela falsa en una sociedad falsa, porque ni la policía ni los jueces son tan perfectos como nos quieren hacer creer. En el policial negro no hay enigmas, se está contando un crimen que tiene que ver con una sociedad corrupta: Hammett y Chandler nos dicen las cosas tal cual son. Y ahora, por fortuna, tenemos por ejemplo autores que vienen de Suecia (Mankell, Larsson) que replantean el género y saben que están denunciando a su propia sociedad, tan corruptas como otras.”
“Creo que a vos te inquietó esto del género o no género de la novela negra –retomó Piñeiro–. Me parece que parte del problema lo generaron los mismos autores, unas veces por inseguridad y otras por pedantería. Porque nos dicen lo tuyo es una novela negra y empezamos a decir no, no, lo mío es... pasa como cuando a las mujeres nos preguntan si existe la literatura femenina. Creo que son reacciones ante lo que uno supone que es una pregunta peyorativa, porque tanto la literatura femenina como la policial siempre están vistas como género menor, y entonces está lleno de escritores que cuando les preguntan la quieren desencuadrar. Me parece que hay un prejuicio, ahí, en el que yo misma alguna vez he caído.”
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