Domingo, 10 de julio de 2011 | Hoy
Charlie “Bird” Parker, el infatigable detective del no menos incansable escritor irlandés John Connolly, está de vuelta. En Voces que susurran le toca lidiar con veteranos de la guerra de Irak que han vuelto a casa absolutamente desquiciados y no sólo por el trauma de la muerte y la batalla: algo muy antiguo se ha escapado de un museo de Bagdad, que los persigue. Una vez más Connolly profundiza los tonos de negro de sus novelas, que cada vez se alejan más del policial para entrar casi definitivamente en el terreno de lo sobrenatural.
Por Rodrigo Fresán
Lo vimos por televisión, lo leímos en los periódicos: había una vez una guerra distante pero nunca del todo lejana y, entre el fragor de la batalla, alguien entró a un museo y se llevó lo que allí había, y vaya uno a saber dónde fue a parar todo eso.
Seamos más precisos: la guerra fue –y sigue siendo– la segunda incursión del ejército norteamericano y asociados por Irak; el museo fue el Museo de Bagdad, y lo que de allí dentro se esfumó fue un precioso y preciado botín inmemorial. Piezas de miles de años de antigüedad, invaluables artefactos arqueológicos y entre semejante tesoro –¿por qué no?– una inmensa pequeña caja que alguna vez bien pudo ser propiedad de una tal Pandora.
Y ya saben: no abrirla bajo ninguna circunstancia.
Pero sí abrir este libro que, una vez abierto, resulta imposible de cerrar.
Aunque, claro, apriori la propuesta de la trama podía resultar de dudosa eficacia y hasta de fácil oportunismo. A saber: un thriller con perturbados veteranos de regreso en la Madre Patria con cargamento peligroso. Pero quien aquí está al frente y al mando no es otro que John Connolly (Dublín, 1968) y lo que ofrece es una astuta y muy eficaz variante sobre el clásico post-vietnamita Dog Soldiers de Robert Stone, añadiendo un ingrediente decisivo y ya indispensable para los seguidores del autor irlandés: especias y especies sobrenaturales revolviéndose y girando alrededor de la atormentada figura de Charlie “Bird” Parker. Y ya saben también, ya lo vienen siguiendo desde hace nueve novelas y, si no, a qué están esperando: Charlie Parker carga con la tragedia de una primera esposa e hijita asesinadas, con la ausencia de una segunda esposa y segunda hijita que han decidido que lo mejor es poner unos cuantos kilómetros de distancia entre ellas y los muy particulares problemas del esposo y padre, y con el bendito estigma de ser –o al menos eso parece, nos vamos enterando de a poco y con cuentagotas de sangre– una suerte de arcángel enviado a la Tierra para mantener más o menos a raya a las huestes del más malo entre los malos, del dueño del negocio, de aquel con muchos nombres y quien habita en tierras muy pero muy cálidas.
Y es en este cocktail poderoso que, según Connolly, se mezcla y se sirve el futuro del género: “La literatura fantástica será cada vez más híbrida. Y a ella irán llegando cada vez más escritores de otras áreas aunque les pese a los racionalistas y conservadores en lo policial. De ahí que yo siempre haya preferido decir ‘novela de misterio’ a ‘novela criminal’”.
Así –anunciada, advertida y asumida la nunca del todo agotada y a esta altura original “particularidad” del héroe de Connolly y la tonalidad del noir con perfume a azufre que lo persigue– cabe decir que Voces que susurran es una de las mejores entregas hasta la fecha en una serie cuyos únicos puntos bajos han sido la segunda y un tanto apresurada El poder de las tinieblas y la demasiado danbrowniana para mi gusto El ángel negro. Y Voces que susurran –tanto más pública– luego de la también magnífica pero más íntima Los amantes, persigue y alcanza el objetivo de su misión. Por un lado es un aceitadísimo thriller con un inesperado y corrupto y putrefacto rossmacdonaldiano twist final. Por otro (Connolly incluye al final un exhaustiva bibliografía sobre el tema), se las arregla para funcionar como una muy informativa y bien documentada denuncia de lo que ocurre con aquellos descendientes del alucinado Kurtz que vieron y sobrevivieron a “El horror, el horror” en el frente de batalla y ya no saben cómo lidiar con el ruido negro de esas visiones de regreso en la supuestamente pacífica retaguardia.
Y, sí, por supuesto, Voces que susurran –el terror, el terror– en más de un momento, da miedo. Mucho. Da eso que uno le pide a todo caso de Connolly & Parker.
Así, todo comienza en Bagdad 2003 pero enseguida salta al 2009 y a un bar de Maine con un padre que desea saber por qué se suicidó su hijo soldado. Y ahí, al otro lado de la barra, está Charlie Parker (pronto reforzado por sus formidables “socios” Angel y Louis), quien promete darse una vuelta por ahí, hacer algunas preguntas, ver qué pasa. Y lo que pasa es aquello que sucede cada vez que Parker se pone a buscar respuestas: algo así como un lío de mil demonios. De paso, nos enteramos de las decisivas diferencias entre los antiguos idiomas sumerio y acadio, así como los malos tratos de la administración Bush II para con aquellos que llevaron su uniforme, elevaron el estandarte de sus confusos e interesados ideales, y volvieron a casa dentro de un cajón cubierto por una bandera.
Voces que susurran tiene, apenas, un defecto. Pero es un defecto insuperable y difícil de perdonar. Termina y, aunque satisfactoria en todos los frentes, deja con ganas de mucho más.
Por fortuna, Connolly –quien también viene sumando puntos con la franchise juvenil satánica que hasta ahora incluye a Las puertas del infierno (Ediciones B) y Hell’s Bells– ya promete para el próximo septiembre un nuevo Parker: The Burning Soul. Allí, la investigación irá por el lado de viejos asesinatos entre adolescentes y flamante jovencita desaparecida. Y la mafia. Y el FBI. Y –a no dudarlo, pueden apostarlo o jurarlo por el Altísimo– la intervención de ese bajísimo y todopoderoso ángel caído que no deja de levantarse para, en las novelas de Connolly, volar cada vez más arriba, cada vez mejor.
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