Dom 24.03.2013
libros

El Rey Leer

› Por Luciana De Mello

No hay manera de aproximarse al lenguaje sin una vivencia de la angustia, ese temor primitivo sin causa precisa que desde los primeros intentos de palabra marca en nosotros una separación, una percepción de lo que se ha perdido, de lo que no se alcanzará nunca a significar. Es a la vez el único puente que nos reconcilia con lo que habita más allá y al mismo tiempo dentro de nosotros mismos. El lenguaje hablado, el de los cuerpos, el lenguaje de las cosas del mundo, el lenguaje del silencio, el lenguaje como una posibilidad y un límite a la vez, y emergiendo desde él, esa herramienta que se nos da para aprehenderlo y descifrarlo: la lectura. Será por eso que a El sentido de la lectura le precedió La búsqueda del lenguaje, porque Pradelli sabe que para abordar de lleno las dimensiones de la lectura, antes debía instalarse en esa compleja máquina del lenguaje y su escritura. Al preguntarle ella confirma que sí, que a este libro lo escribió bajo el mismo influjo que el anterior, esa marea que sube a veces y frente a la que uno no puede hacer otra cosa más que sentarse y escribir. “En el caso de estos dos libros, todo lo que esa marea traía estaba relacionado por un lado con las lecturas y también con la experiencia docente, que en mi caso fue de una felicidad enorme aun con todas las dificultades y los problemas con que los docentes nos enfrentamos cada día. Sin embargo, leer y escribir en las aulas son momentos poderosos de creación, aprendizaje y crecimiento.”

El sentido de la lectura de Angela Pradelli es un libro que hace una lectura de la lectura, y lo hace desde un lugar “aléphico”. Allí está contenida la experiencia de leer desde todas sus formas, las preguntas, los miedos, la revelación de una manera de mirar el mundo que todos alguna vez vivimos y que nos alumbró para siempre. ¿Qué es leer, quién lee en mí cuando leo, quién enseña en mí cuando enseño? Estas son las preguntas esenciales que se plantea Pradelli en este segundo libro de reflexiones acerca del acto de leer, del encuentro con la propia lengua, con los otros, con la vida que nos rodea, con el pasado que acecha. Y es esto justamente lo que lo transforma en un libro personal para quien lo lee, porque la historia de la propia lectura está condensada ahí, en esos relatos de los otros. Por eso es que si en La búsqueda del lenguaje Pradelli comenzaba por explorar el acto del habla, aquí va directamente al instante de la observación, del silencio necesario para poder percibir y tratar de comprender, desde el propio cuerpo, la vida que habla a través nuestro. Es en ese punto donde se condensa la poética del libro, ya que El sentido de la lectura bien podría no ser más que un largo poema en prosa, por esa manera de decir lo indecible y a todas voces, donde otros cuentan, a pedido de la autora, una escena personal vinculada con la lectura que les haya sido significativa para el resto del camino. De esta manera entiende Pradelli al acto de leer, sólo posible como un acto colectivo, donde el eje del texto está puesto en el destino al que arribará, una vez que los sentidos se construyan mediante la experiencia humana de descifrar el propio mundo: “La lectura permite a alguien conectarse con el otro, pero es en sí mismo donde el lector encontrará las herramientas para ese abordaje. En el texto del otro, el lector reconoce marcas, huellas y surcos, pero son pistas que debe completar con contenido propio. Un lector, para no sucumbir en el mar que el otro es –el cuerpo o el texto del otro–, construye con instrumentos de su subjetividad, busca en la complejidad de sus piezas las herramientas emocionales, intelectuales, y desde allí aprehende los trazos del otro y los significa, les da un sentido”.

De esta manera llegan los relatos iniciáticos sobre el encuentro del primer libro, la incansable búsqueda de sentido que es la infancia, las cartas antiguas que reconstruyen la vida cotidiana de un pasado que revive y se multiplica por la lectura en voz alta, un médico acupunturista recorriendo las señales que le hablan en el cuerpo del paciente, un poema que se transforma en un puente a mitad de camino entre una madre y una hija, un pacto de lectura, una conversación con John Berger y sus silencios, sus herramientas de labrar la tierra, su pan blanco.

El sentido de la lectura no es entonces sólo un libro de ensayos. Allí hay crónicas, un cuento, poemas, imágenes, frases sueltas y mentes brillantes encabezando cada capítulo, como estrella guía, en forma de epígrafe. Las notas al pie que presentan a cada autor, la bibliografía y los agradecimientos, la dedicatoria, todo en este libro es material de lectura, retención en la lectura del que está allí, del otro lado sosteniendo el libro sin querer irse, sin querer que se termine. Y aquí entonces la prueba más certera de lo que significa que un libro sea personal. Si un diario es íntimo, hay textos que son personales, que tienen que ver con uno, que llegan para quedarse en la vista, en el gusto, en el olfato, libros que hablan de uno y por eso hablan de todos, pero cuyo encuentro revela, en el mismo acto primitivo de la lectura junto al fuego, una verdad que no sabíamos que estaba ahí.

El sentido de la lectura

Angela Pradelli

Paidós

225 páginas

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