Domingo, 7 de abril de 2013 | Hoy
Especializado en literatura científica, Matías Alinovi escribió una primera novela donde los enfrentamientos de clase estallan alrededor de una casaquinta ocupada por una familia humilde. La Reja exhibe un trabajo notable con la violencia expresiva del lenguaje.
Por Sebastián Basualdo
Un vecino llama por teléfono para alertar al hijo del propietario que han ocupado su casa de fin de semana, una casaquinta situada en el partido provincial de Moreno. Y de esta manera surge La Reja, primera novela de Matías Alinovi, donde narra los periplos de un joven decidido a recuperar el inmueble de su padre Rolo, un empleado de la Anses que a mediados de los años ochenta y noventa supo acrecentar desmedidamente su patrimonio económico hasta que cayó en desgracia y lo perdió todo, o casi, porque todavía está ahí la casaquinta, ahora ocupada, donde el padre solía reunir a la familia los domingos y organizar durante la semana todo tipo de fiestas y orgías. Pero no es a los hijos a quienes les toca la amarga tarea de erigirse en jueces de sus padres; quizá por eso el sarcasmo tiene su cuota de silencio y no hay un planteo profundo en torno de los negocios espurios y la doble moral de Rolo y todo gira alrededor de la perentoria necesidad de averiguar quiénes ocuparon la casa para luego idear un plan que permita recuperarla. Por medio de una prosa férrea y elíptica, y con alto vuelo analítico, el joven narrador sale en busca de ayuda; y cuando ni la policía ni los abogados parecen brindarle una solución, decide emprender él mismo la tarea investigativa. Ya tiene un plan y lo llevará hasta las últimas consecuencias. Este es el núcleo argumentativo que propone La Reja, pero lo más complejo e interesante es cómo logra Matías Alinovi plantar el discurso dominante de un sector de cierta clase social, a partir de la representación ideológica del narrador. La casaquinta fue ocupada por una familia humilde, “guachiturros”, dice el joven que tiene una idea bastante estigmatizante de los pobres, además de ser muy inteligente y culto pero incapaz para resolver problemas: “Decirle yapaí, aunque no entienda. No leyó a Mansilla, es previsible. Soy más negro que ustedes cuando quiero”. “Sos un negro de mierda que ocupa los recuerdos de los otros, que rompe los candados a la noche.” “En las fotos está escrita la desgracia, la tristeza, esa vida necesaria en la negrada.” “El corazón de la negrada es ese ritmo: bien de a poco están cagados para siempre.” “Un asado, está comiendo la negrada, esa mesa fragmentaria donde hubo alguna vez un quincho.”
Notablemente trabajada, dura y violenta, la ironía lastimosa surge en La Reja como un arma de doble filo: una clase social desposeída de sus privilegios en relación con una clase desposeída de lo más elemental.
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