Domingo, 17 de agosto de 2014 | Hoy
Hace ya muchos libros que Marcelo Cohen viene abriendo brechas no sólo en el realismo convencional, sino también en los parámetros de lo que puede considerarse literatura fantástica o de ciencia ficción. Y lo hace mediante usos imaginativos e innovadores del lenguaje y la creación de relatos ambientados en una “zona” llamada Delta Panorámico. Relatos reunidos plantea una forma de unidad a esas entradas alternativas al reino de la utopía.
Por Sebastián Basualdo
Si es cierto que la literatura aspira a la construcción de mundos posibles, la reciente publicación de estos Relatos reunidos bien podría ser una prueba fehaciente del logro de dicha concepción. Arriesgar una clasificación totalizadora que oscile entre un realismo trastrocado hacia lo absurdo o, acaso, lo fantástico como un puente tendido hacia la ciencia ficción, pareciera ir en contra del espíritu mismo de este universo literario tan original, fuertemente arraigado en sus tradiciones. Universo que, dicho sea de paso, lleva más de treinta años instalado como un referente indiscutible en la literatura argentina contemporánea: Marcelo Cohen y su Delta Panorámico. Si bien la presente edición de los Relatos reunidos excluye sus primeros dos libros, Lo que queda (1972) y Los pájaros también se comen (1975), incorpora algunos que han permanecido inéditos y rescata los que fueron escritos a lo largo de la década del ochenta –mientras el escritor vivió exiliado en España– hasta casi finales de la década de los noventa. Este corpus de veinticuatro relatos se divide en dos partes: por un lado, “Cuentos de este Mundo” y, por el otro, “Cuentos del Delta Panorámico”, separación que inevitablemente deja vislumbrar no sólo una evolución sino también una profundización en aquello que Cohen logró edificar con los años: una progresión que va desde un realismo tachonado de extrañezas hacia un relato fantástico plagado de contraseñas realistas, como bien señala Guillermo Saavedra en el prólogo, haciendo hincapié en que esto se verifica en todos los planos: en lo que hace a los espacios y temporalidades en los que transcurre la acción y en lo que respecta a los nombres de personajes, objetos y situaciones que la jalonan y articulan.
El relato que inaugura la primera mitad del libro es “Tristezas de una tarde de sábado” (2000), donde a partir de la perspectiva de un sociólogo que analiza la realidad desde su cabina de Asistencia Anímica, narra las peripecias de dos muchachas de quince años, Myra y Fani, que una tarde de sábado luego de pasear por el extraño y frondoso Parque Arcádico deciden enfrentarse a una patota de muchachos, llamados “los pepolos”, que se divierten maltratando hasta el límite a un gatito perdido. La intervención de lo fantástico surge con naturalidad en el momento en que interviene un guardia de tamaño descomunal, “capaz de sostener a las chicas por el pellejo de la nuca, una con cada mano a dos palmos del suelo”. El siguiente relato tiene la extensión de una nouvelle y permite pensar en uno de los tópicos que recorren el corpus, como ser el de las mujeres puestas en situaciones límite, atravesadas por el horror o el espanto, a la manera de Cohen, naturalmente, como ocurre en “Lydia en el canal” (1991). Una mujer repentinamente viuda se encuentra desclasada, viviendo un barrio marginal donde el sexo y el peligro asumen una oscura forma de conocimiento de sí misma y de sus propios límites. Del otro lado “Leyenda mortal” (1990), uno de los tantos relatos memorables que comienza con Lina trabajando en la heladería de un aeropuerto y una mañana “al notar que está agotándose el sabor pistacho, decide abrir una cubeta nueva y encuentra, en el sintético verde tropical, incrustada, una extremidad humana”. El relato más antiguo de la recopilación es “Séptimo arte” (1981), donde se narra, en un tono que simula lo grotesco para inclinarse lentamente hacia lo fantástico y con un final soberbiamente logrado, la historia de cómo Salinas y Abeledo, dos empleados de la Subsecretaría de Planeamiento Urbanístico de la Municipalidad intentan cumplir la misión de comprar un cine para en su lugar construir una autopista. No lo logran, por supuesto. El motivo del impedimento es la parte central de lo que ha logrado Cohen en su literatura, estableciendo una ruptura entre la representación y las convenciones. Una vez en “El fin de la Palabrística” –relato que gira en torno de un grupo de habitantes de Ciudad Ajania, que deciden inventar un juego para comunicarse a distancia– se ingresa en el maravilloso Delta Panorámico. Ese conjunto de islas, explica Saavedra, no es más que “ese plexo de comunidades imaginarias” que “no hace otra cosa que proponer metáforas, hipérboles, parodias, caricaturas de la misma esfera de la realidad”. Un lugar en el que se expanden las posibilidades del lenguaje hasta el límite del neologismo y donde se constituye un conjunto de “islas autónomas” pero ligadas entre sí bajo una misma premisa: el constante cuestionamiento a la lógica de lo que suele entenderse por realismo, como sucede en “La gran cadena de los panaderos” (2001), que cuenta la imbricación de dos mundos posibles: el de la vigilia y el del sueño, ambos vividos por el mismo hombre: Braulio Fossey, un panadero de sesenta y cinco años que un día se queda dormido en horas de trabajo y la siesta resulta ser algo así como un poema, una epifanía, enigmática y secreta. Hacia el final del libro surgen los relatos inéditos, entre los cuales está “Según pasan los cuñados; una comedia del DP” (2012), una historia que conjuga el humor y la ironía como una manera magistral de solapar cuestiones tan complejas como el reconocimiento de uno mismo en la mirada del otro, el paso del tiempo y la obligada búsqueda de la felicidad, todo a través de una mujer llamada Wircana que por pura contingencia se va encontrando con los distintos cuñados que ha tenido a lo largo de su vida, tipos extraños todos, sobre todo Rijtal, que trabaja en una empresa de archivos humanos ya que tiene implantada una fotográmina en el córtex visual. “El cerebro de Rijtal captura y fija la imagen de todo lo que él mire durante más de tres segundos lo archiva y puede descargarlo en dos o tres dimensiones si lo conectan a una reproductora”. Veinticuatro son Los Relatos reunidos de Marcelo Cohen, novelista, ensayista y notable traductor. Pero por sobre todas las cosas, un hombre que, a fuerza de construir incansablemente mundos posibles, ha logrado establecer un lugar en la utopía.
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