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Domingo, 18 de mayo de 2003

ENTREVISTA

La vía regional

A poco de cumplirse diez años de la muerte de Daniel Moyano, Radarlibros conversó con Juan José Hernández, quien estuvo presente en un homenaje que se le hizo en España, sobre la extraña suerte de los escritores de provincias, condenados al olvido o a un discriminatorio segundo orden en su propio país.

por Sergio Di Nucci
A diez años de la muerte del narrador argentino Daniel Moyano, la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo celebró en noviembre pasado unas jornadas en su honor. Se las denominó “Escritores sin patria: la narrativa argentina de la segunda mitad del siglo XX” y participaron, entre otros argentinos, el poeta Juan José Hernández y el ensayista Blas Matamoro.
Daniel Moyano fue secuestrado en la provincia de La Rioja en marzo de 1976. Una vez liberado, logró exiliarse en España, donde trabajó de obrero para sobrevivir. Por supuesto, continuó escribiendo. Muchas veces, el prestigio que inviste a un escritor proviene de un ambiente literario que lo consagra por sus premios y lugares de publicación. Moyano, que desatendió ese ambiente, contó sin embargo con credenciales oportunas. En 1981 publicó en Madrid El vuelo del Tigre y dos años más tarde su Libro de navíos y borrascas. En 1985 recibió el premio Juan Rulfo por “Relato del halcón verde y la flauta maravillosa” y comenzó a enseñar en las universidades de Madrid, Cádiz, Móstoles y Oviedo. Su última novela es de 1989, Tres golpes de timbal. Allí resume un destierro personal que es el de toda una comunidad, y en donde la salvación (personal, colectiva) pasa por el reencuentro, involuntario y voluntarioso, con cada uno de los símbolos que fundaron las identidades.
Sería excesivo pero no injusto asegurar que el homenaje español a Moyano es curioso sólo por la ausencia de su nombre en la prensa argentina y en los calendarios de efemérides locales. Radarlibros charló con Juan José Hernández acerca del homenaje a Moyano y de la todavía insistente división entre literatura regional y urbana, a la que se refirió también Hector Tizón en la charla que inauguró la última Feria del Libro.
–Yo recuerdo que la novela de Moyano, Una luz muy lejana, y mis cuentos de El inocente fueron bien recibidos por parte del público y de los estudiosos de la literatura, que señalaron en ambas publicaciones la ausencia de ornamentos folklóricos y arrebatos telúricos propios de la llamada literatura regional del noroeste argentino. Pedro Henríquez Ureña bien decía que Latinoamérica, en Argentina, empezaba al norte de Córdoba. Ni a Daniel ni a mí nos importaba demasiado la clasificación que oponía la literatura urbana a la regional. Buenos Aires, por un lado, y por el otro las provincias del interior, especie de maniqueísmo que en cierto modo resucitaba la vieja antinomia civilización y barbarie propiciada por Sarmiento. Pero nos parecía artificiosa esa división entre literatura urbana y regional. Pensábamos que de alguna manera toda literatura es regional. En el caso de la literatura argentina, se halla conformada por un conjunto de regiones, no sólo por la pampa húmeda y su ciudad puerto, federalizada en 1880, luego de cruentas guerras civiles.
Ya la palabra “interior” invita al debate, ¿no? En el sentido de que es como si el interior fuese una entidad cerrada que se define sólo por su oposición a Buenos Aires.
–Sí. Tal esquema simplista era compartido, por ejemplo, por Julio Cortázar, quien en una entrevista había afirmado que Argentina estaba dramáticamente escindida entre la capital y el interior. ¿Qué puede haber de común -.se preguntaba Cortázar-. entre un intelectual porteño cosmopolita, poliglota, abierto a los modelos europeos, y otro de una remota provincia norteña? Daniel, que había leído esa entrevista, observó que no fueron los modelos europeos sino los narradores norteamericanos del siglo XX (Faulkner en especial y la llamada generación perdida) quienes influyeron en la narrativa contemporánea de América Latina. Además, agregó con sorna, era sacrílego suponer que el espíritu de Pentecostés otorgara el don de lenguas en forma exclusiva a los intelectuales porteños.
Moyano debió emigrar, ¿qué recuerda de sus años en España?
–De no haber optado por su expatriación, Daniel hubiese corrido la misma suerte de los escritores Haroldo Conti y Rodolfo Walsh. La profesoraGil Amate le oyó decir a Daniel en una ocasión que “los que son como yo no hemos tenido patria”, frase que a mí me pareció un tanto extraña. Porque se sitúa en los antípodas de un poema suyo, en donde afirma, categórico: “Ahora me doy cuenta de que no vine a España, en realidad he vuelto”. Habría que trastrocar entonces un poco la frase y hacerle decir a Daniel: “Los que son como yo no tienen una sola patria”. Como José Martí, que tenía dos patrias: Cuba y la noche.

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