Buenos Aires viceversa
Un selecto grupo de invitados asistió a la presentación de la renovada edición de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, el clásico instantáneo que Juan José Sebreli publicó hace cuarenta años.
Por Sergio Di Nucci
Porque pasaron cuarenta años desde su publicación, y porque no es fácil encontrar momentos menos oportunos (el argentino retorna contento a Mar del Plata, se emociona con los símbolos patrios), Juan José Sebreli presentó el lunes pasado una nueva edición de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación. En el volumen agregó un ensayo, “Buenos Aires, ciudad en crisis”, donde registra, en unas cien páginas, el nuevo perfil que la capital argentina presenta en el 2003. Si Río de Janeiro se tensa para David Viñas en la contraposición de los polos, diversamente espectaculares, de carnaval y favela, para su compañero de generación la Buenos Aires actual se nutre de los extremos –no menos espectaculares– del shopping y de la villa.
Cuando la editorial Siglo XX publicó en 1964 el libro hoy reeditado, fue a la vez un clásico instantáneo y un superventas. “Esto se lo regalo a Sebreli para su próximo best-seller”, escribía a fines de los ‘60 Victoria Ocampo, al apuntar una excentricidad de la ya decadente oligarquía terrateniente (con la ilusión de que les dieran leche fresca, los ganaderos llevaban sus vacas en los barcos en que iban de vacaciones a Europa). La directora de Sur estaba quizá más divertida que escandalizada, pero en todo caso había percibido con nitidez la peculiaridad única de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación. El libro era un análisis marxista, fatalmente heterodoxo, de la estratificación social en la cabeza de Goliat.
El viaje al fin del noche empezaba por el vértice de los dueños de la tierra (aunque ya atendía a los capitanes de la industria) y terminaba en un elogio estético, aquí curiosamente más marxiano que marxista, del lumpenaje. Esta obra de un marxismo del que ahora Sebreli rezonga verificaba otro postulado de Marx. Clasemediero nacido en 1930, criado en el barrio de Constitución, Sebreli escribió las mejores y más alevosas páginas del libro sobre su clase de origen.
Cuarenta años después, ataviado con saco crema y una remera negra que evocó los años existencialistas que sus protagonistas consideran provocativos, el ensayista dialogó con el poeta Guillermo Saavedra. Después el diálogo se abrió al público que había debido presentar sus credenciales para ingresar en la cafebrería Clásica y Moderna. Acaso involuntariamente, la escena refrendaba una de las máximas del libro de 1964: les beaux quartiers gustan controlar quién entra y quién debe quedarse en la puerta. Dos o tres preguntas bastaron a ese público. Escucharon divagar al ensayista la editora Gloria Rodrigué (cuya editorial familiar, Sudamericana, hoy en el grupo Random House-Mondadori, publicó la cuidada reedición del clásico, con una espléndida foto en la tapa), el rector de la UBA Guillermo Jaim Etcheverry, el especialista en Literatura Española (y Argentina) Roberto Yahni, Elisa Rey, Jorge Laforgue, Ana María Shua y otros intelectuales argentinos y figuras de los medios como Antonio Carrizo, Cristina Mucci, Hugo Gambini y Sylvina Walger.