EN EL QUIOSCO
Cuenta conmigo
LANúS
Sergio Olguín
Norma
Buenos Aires, 2002
292 págs.
POR JONATHAN ROVNER
Por alguna extraña razón muchos escritores de novelas han abandonado la idea de que un gran relato deba ser, necesariamente, una buena historia bien contada. Muchos otros parecen detestar la idea de que la mejor materia prima para su proyecto narrativo pueda estar ocurriendo en este preciso instante, acá a la vuelta. Para Sergio Olguín, en cambio, un pacto de honor entre caballeros es el de los pibes de la esquina cuando eran chicos y un héroe legendario, aquel jovencito ambicioso que se fue a vivir a la Capital pero que ahora vuelve, en busca de justicia. Para Lanús, la novela, queda claro que no hacía falta ir más allá de Lanús, el lugar, para encontrar una encarnación del mal absoluto. Le basta con echar un vistazo al modus operandi de la Policía Bonaerense y las maldades cotidianas que enfrenta la gente común.
De un lado está Francisco, que va de Lanús a Buenos Aires con mil pesos robados a un mafioso, para el aborto de su novia. Francisco, ex jugador de El Porvenir, recientemente ingresado a los negocios del capo quinielero Tito, va a la Capital con su sentencia de muerte firmada: “Por mucho menos de mil habían matado a golpes a más de uno”. El relato comienza con su muerte. Del otro lado está Adrián, ex jugador de las inferiores de Racing, ahora todo un diseñador viviendo en pleno centro, haciendo trabajos que le tira su tío, el funcionario corrupto. Adrián no había estado en casa para escuchar los mensajes desesperados de Francisco, el amigo de la infancia que una vez le había salvado la vida. La deuda con un pasado que retorna, el vacío existencial del tiempo presente, las ganas de hacer algo con la propia vida, aunque más no sea arriesgarla en defensa de un pacto celebrado a los nueve años: todos los caminos conducen al barrio.
“Lanús empieza en Avellaneda. Al cruzar el puente Victorino de la Plaza, al pasar sobre las aceitosas y nauseabundas aguas del Riachuelo ya se está en Lanús, aunque el catastro de la provincia de Buenos Aires indique que eso es Avellaneda. Alguna vez todo fue Barracas al Sur...” El recorrido personal de Adrián, de Lanús al centro de Buenos Aires y de allí de vuelta al barrio, del fútbol al diseño gráfico y del diseño a la quiniela clandestina, constituye también un testimonio de cierto recorrido histórico, sociológico y político de la Argentina de los últimos veinticinco años. Se trata de la reunión de un mundo dividido entre los que se fueron para no volver, los que intentaron irse y los que se quedaron para siempre. Un sistema en el que cada submundo es un territorio que se rige por su propio impulso, un mundo donde cada territorio está habitado por su propia mitología. La fundamental, según la hipótesis de Olguín, la que finalmente prevalece en las decisiones del protagonista, es aquella de la barra de amigos, inaugurada a los ocho años, entre excursiones a otros barrios, mascotas rescatadas de la perrera y peleas callejeras de todo tipo. Es el pacto ofensivo-defensivo celebrado a los nueve años contra una barrita vecina, el que se sobrepone en la moral de estos muchachotes, naturalmente devenidos patoteros, por sobre la perversa máquina, extorsiva y asesina, articulada por la Policía Bonaerense y sus capos de barrio.
Los buenos y los malos, sí; el héroe y los avatares de su lealtad, también. Entre el policial negro y el Bildungsroman, Lanús nos devuelve a una idea perdida y por momentos añorada, algo de lo que necesariamente debía ocurrir en toda buena novela. Un relato, una historia atrapante, bien armada, con personajes creíbles que enfrentan conflictos posibles.