Domingo, 19 de marzo de 2006 | Hoy
Alguna vez, el ensayista argentino Juan José Sebreli lamentó en Simmel cierta tendencia a la verbosidad, a los desarrollos redundantes y excesivos. Hoy lo considera un gran precursor. En sus libros Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, o Mar del Plata, el ocio represivo y tantos otros, Sebreli practicó, con un estilo más punzante, conciso y audaz, un método simmeliano de crítica de la vida cotidiana, de aproximación a la vez sistemática, polémica y detallada de las cosas más concretas e inmediatas de la vida social: hechos tan disímiles como las poses de las actrices, la masturbación, el interior de los vestuarios de fútbol, los salones de la aristocracia y los livings de las clases medias, los paseos y recorridos por una ciudad de arquitecturas cambiantes. En charla con Radar, Sebreli ofreció sus razones para reivindicar hoy a Simmel: “Básicamente, porque fue importante para dos escuelas que a mí me interesan mucho y en las cuales él influyó, la Escuela de Chicago y la Escuela de Frankfurt. La primera lo cita abiertamente, la segunda con reticencia y hasta desdén. Pero el estilo aforístico de Theodor W. Adorno es casi el de Simmel. También reivindico en Simmel su marginalidad respecto de la Academia, y que haya sido el primero en esbozar una aproximación a lo que hoy llamamos cierto enfoque de cultura híbrida, la combinación de sociología, filosofía, etnología, etc., para describir los fenómenos sociales. Es decir, Simmel estaba haciendo, en momentos en que no existía el término, una sociología de la vida cotidiana”.
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