› Por Jorge Fondebrider
A lo largo del tiempo un autor va publicando sus libros y, si no tiene la suerte de que éstos sean percibidos como las distintas partes de una obra única, es probable que los lectores sólo accedan a una imagen parcial del todo. De ahí la importancia de Hebra incompleta, el reciente volumen de Fernando Noy, que reúne El poder de nombrar, Dentellada y Orquesta invisible, tres libros autónomos que, presentados juntos en la cuidada edición de Ediciones del Paraíso, le dan nuevo sentido a la lectura. Por supuesto que en cada parte está la marca de fábrica de Noy: un cierto gusto por la paradoja, confianza en la magia de lo cotidiano, algo así como un gesto teatral, humor y no poca melancolía. Varía, sí, la manera en que estos elementos se van disponiendo y la destreza con que se articulan. Por eso, Hebra incompleta admite ser leído como una totalidad y, desandando la imagen global, como las distintas realizaciones de una misma idea. Personalmente, me siento más a gusto con los textos de La orquesta invisible. Allá, a lo apuntado más arriba, se suma un lenguaje menos suntuoso que en los libros anteriores y, por caso, más próximo a la realidad más inmediata. En el contraste entre la gestualidad que encierran esos poemas y la proximidad de las palabras que los constituyen se encuentran muchas de sus virtudes.
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