Domingo, 22 de mayo de 2011 | Hoy
(Gabriela Cabezón Cámara, Fritz Glockner Corte, Javier Sinay, Guillermo Orsi)
Hoy por hoy, el único que puede cometer un crimen prefecto, por acción u omisión, es un policía: en eso concluyó el periodista Sinay tras enumerar una serie de casos con agentes involucrados más o menos directamente. “Ayer De Santis decía que los detectives de la novela negra no tenían una ventaja intelectual, sino moral –siguió–. Creo que nuestros detectives de la realidad son inmorales y me parecería interesante que estuvieran planteados así en nuestra literatura. Sería un desafío escribir un libro con uno que sea un verdadero hijo de puta, donde el equilibrio del universo nunca se soluciona. Nunca leí algo así; creo que sería angustiante y no sé si tendría sentido.” “La potencia narrativa de la palabra crimen: eso fue lo primero en que pensé”, dijo Gabriela Cabezón Cámara, y recorrió una serie en textos significativos desde los orígenes de los tiempos: Cronos comiéndose a sus hijos, Caín y Abel, el comienzo del comunismo, El Matadero de Echeverría. “Me pregunto cómo sería una literatura sin crimen, si podría haberla –siguió–. Están las novelas utópicas, pero son una denuncia del crimen por parodia, o sea que también hablan de eso.”
Guillermo Orsi contrastó luego la mirada para otro lado ante el crimen social y masivo y la concentración de la atención en el crimen individual: la máquina en constante perfeccionamiento de los medios dominantes. “Uno ve crímenes cotidianos, cargados de dramatismo soez, de baja calidad, que sólo contribuyen al regodeo en el sufrimiento ajeno –explicó–. Me impresionó profundamente la muerte circunstancial de Osama bin Laden y ver a Obama y a Hillary mirando, en directo, cómo el cuerpo de elite de los marines lo mataba. Y hay una imagen de Hillary tapándose el rostro, espantada: ¿qué esperabas ver? Hay una enorme hipocresía respecto del crimen como herramienta de poder. A veces nos preguntan, a los escritores ‘de género’, por qué no podemos contar una historia sin violencia: es que no hay historia sin violencia. Creo que el pecado original es ése, la violencia del ser humano.” Algo antes, el mexicano Fritz Glockner Corte había dicho que le interesaba particularmente el crimen de Estado, tema al que se dedica desde hace 28 años. Es que en México, explicó, ya hubo desaparecidos por razones políticas desde agosto de 1969 y vuelos de la muerte dos años antes que aquí. A lo largo de esa década hubo en su país, entre muertos y desaparecidos, 10.000 víctimas: historias que, sin embargo, no circulaban, aunque no estuvieran viviendo en dictadura. No faltan hoy crímenes en México, como es notorio: Glockner Corte aludió a la también notoria corrupción política y policial. “La literatura, no me queda la menor duda, es el mejor reflejo y reflexión de nuestra actualidad –dijo–. En mi caso, como narrador, ante este bombardeo de realidad trato de equilibrar fuerzas, para que la ficción no subordine a la realidad y para que, tampoco, la realidad subordine a la ficción.”
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