A diferencia de las ideas europeas y orientales, los muertos en Africa no visitan un trasmundo, no llegan a ningún tipo de juicio final en donde se determina su destino en función de su comportamiento en la tierra, nada de eso. En el Africa subsahariana, los muertos conviven con los vivos, cosa que se puede ver perfectamente en más de una danza o práctica ritual. Para los bantúes, por ejemplo, la vida es el verdadero espacio para la felicidad total, mientras que los muertos son espíritus que se encuentran merodeando por los alrededores de la aldea a la que pertenecen y que están sujetos, tanto como los vivos, a las fluctuaciones de su fuerza vital, verdadero valor para estas comunidades. La única forma de poder “trascender” en el mundo de los vivos es ser honrado por sus descendientes en tanto ancestro: el logro máximo de un espíritu es devenir oricha y ser invocado por los vivos para participar de la fuerza vital que representa y así multiplicar la propia y la del espíritu invocado. El mismo tipo de organización puede encontrarse tanto en los bantúes como en los dogon o los bambara. Pero claro, si hablamos de los muertos en el mundo de los vivos, el imaginario americano tiene ya en las prácticas vudú un fuerte antecedente de los rituales africanos, tal como se puede ver en países como Haití. Según Colombres, “es que por el pensamiento que lo sustenta y los elementos a los que apela, el vudú responde al imaginario del Africa Occidental, y en especial del actual Benin. Es Africa en América, más allá de los préstamos culturales. Si bien estos últimos cuentan de algún modo, como bien señala el africanista cubano Rogelio Martínez Furé, se suelen dar en la periferia, en algunos aspectos del ritual, y no en sus fundamentos filosóficos. Esto en lo relativo a los negros. Las culturas indígenas han dejado filtrar estos elementos aculturativos a capas más hondas, pero aun así no me gusta exaltar el sincretismo, porque sería como legalizar la violencia colonial en el mundo de lo sagrado, y cerrar así la vía a la descolonización de las representaciones, como lo exige toda defensa honesta de la diversidad cultural”.