Domingo, 30 de marzo de 2014 | Hoy
Peregrinación de Luz del Día... representó en la frondosa bibliografía de Alberdi una suerte de viaje interior, visto paradójicamente desde fuera de la geografía del Plata, concebido a la manera teatral de una visita inesperada de la Verdad a sociedades aparentemente desconocidas. Es, por cierto, un género poco novedoso en cuanto el ejercicio de un tipo de retórica antigua (nació, obvio es recordarlo, bajo los auspicios de los diálogos de Platón), que sin embargo está transido por la tensión entre el encubrimiento –todos los personajes son ficticios– y la exigencia de revelar la realidad que late tras esas máscaras. Aunque desautorice sin atenuantes a Maquiavelo y Bismarck, para Alberdi, su seguidor más fiel en el XIX, Peregrinación de Luz del Día... contiene una segunda paradoja en la medida en que, según los dictados del padre de El Príncipe y de los Discursos, el arte de la política descansa sobre todo en la inteligencia para desenmascarar lo que el poder oculta.
Fragmento de las Palabras preliminares de Natalio R. Botana
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