Domingo, 3 de mayo de 2015 | Hoy
Por Laura Galarza
En marzo de 2014, cuando las ventas de Para acabar con Eddy Bellegueule amenazaba con extenderse como una peste denunciando una Francia violenta y homófoba, un reportero de Le Nouvel Observateur llegó a Hallencourt a entrevistar a la familia de Edouard Louis. Hallencourt es un pueblo de mil habitantes, ubicado en el noroeste, en la zona de la Picardie, donde se han cerrado fábricas y se vive de los subsidios de desempleo. Una Francia donde Le Pen registra el mayor porcentaje de adhesión (casi un 35 por ciento).
“Los residentes de Hallencourt todavía se están recuperando del trauma de un libro que les ha caricaturizado”, dice uno de los titulares. El único café del pueblo se llama Futuro. El que habla es su dueño, Philippe: “¿Viste? No somos matones, no andamos matando homosexuales en las calles”. Le Courrier Picard, uno de los diarios regionales más importantes, había sido el primero en salir a buscar la nota durante febrero de 2014 que tituló “Las dos caras de Eddy Bellegueule”. “La verdadera familia de Edouard Louis no tiene, a primera vista, mucho que ver con la miserable, ignorante y vulgar descrita en la novela. Melanie, la hermana de 28 años, tiene un bachillerato profesional, cuida de su hijo Ulises de siete meses, la última ‘maravilla’ de la familia. Sus hermanos van al secundario.” La nota describe a su madre Monique, como “desconsolada”. Y a su hermana mayor, Melanie, “triste”. Candice y Andy, los hermanos gemelos de 15 años, “aturdidos”. Todos posan en una foto delante de los recortes de diarios y revistas con fotos de Louis. “No pude leer el libro hasta el final”, dice Andy. “Mi hermano era mi héroe, mi ejemplo, yo no entiendo por qué hizo esto”. Y Candice: “El me escribió en un mensaje de texto donde decía que el libro era una declaración de amor para mamá, pero nadie lo entendería así”. El periodista concluye: “Para acabar con Eddy Bellegueule, acontecimiento literario del año aclamado por la crítica, plantea un verdadero malestar en su familia y los que lo conocieron. En Hallencourt, su familia no espera una disculpa, pero un simple gesto, al menos una explicación”. Para increíblemente cerrar diciendo: “¿Puede un escritor contarlo todo en sus novelas?”
El artículo de Le Nouvel Observateur tuvo una gran repercusión en Francia. Louis –quien recientemente ganó el Premio Pierre Guénin contra la Homofobia– se vio, aunque no quería, obligado a responder a través de su página oficial. Le Nouvel Observateur reveló que la madre de Louis había viajado para estar presente el 6 de marzo durante la presentación del libro de su hijo en París, aunque todavía no había podido leerlo. Lo habría comprado en la estación de tren de regreso al pueblo y habría empezado a leer durante el viaje. “Fue tal la impresión que por poco tuve que bajarme del vagón”, habría declarado la madre al periodista.
Louis, en su descargo, desmiente punto por punto algunas de las afirmaciones del periódico, entre ellas que le habría pagado muy caro a sus abogados para cambiarse su nombre y que la universidad a la que asiste (la prestigiosa L’Ecole Normale Supérieure) lo habría sancionado por sus reiteradas inasistencias.
“Estoy molesto por tener que responder a afirmaciones tan bajas. Pero el caso de este reportero nos debe llevar a hacernos una pregunta más general sobre el estado de la prensa de hoy y la crítica literaria. Y defender una visión alternativa del periodismo (afortunadamente algunos la defienden) contra aquellos que tratan de imponer una visión deshonrosa de la profesión. Entiendo que el periodismo debe ser fuente de crítica, reflexión, y por tanto de resistencia.”
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