Sáb 30.03.2013
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Protestas, accidentes, incoherencias

El juez Fastman asombra e indigna, mientras Chaín retrocede y en Goya paran una obra mal pensada.

› Por Sergio Kiernan

En la Legislatura porteña hay, entrando por Yrigoyen y frente ilegal restaurante del Cabildo, un saloncito delicioso.

Es pequeño, perfectamente circular, completamente cubierto de maderas bien talladas y coronado por una cupulita semiesférica modulada en rosetones y costillas.

Unos escalones y una noble puerta indican que antaño fue entrada de legisladores, impresión reforzada por su conexión directa con una escalinata preciosa, también de maderas ornadas, que sube tres pisos. El hall pasó a ser, curiosamente, la Sala de Conferencias de Prensa de la casa, y este miércoles anteferiado fue usada para una grave denuncia. Un grupo de gente dolida pidió justicia para la Nueve de Julio.

Como se sabe, el 6 de marzo el juez porteño Guillermo Schleiber emitió una cautelar en la que frenaba a medias las obras del maledetto metrobús en nuestra avenida jardín. Schleiber le prohibía al macrismo destrozar más árboles fin-

giendo que los transplantaba y le ordenaba no reducir las áreas verdes de la avenida. El amparo no era gran cosa ni era lo que habían pedido los amparistas Mónica Capano, Rodolfo Livingston y Nidia Farinaro, pero era un límite a la barbaridad cementera.

El problema es que Schleiber era subrogante del juzgado 14, con lo que todo indicaba que no iba a estar involucrado más en el tema. A nadie le molestó ni le alegró esto, porque amparistas y Ciudad apelaron su cautelar, con lo que el tema pasaba a la segunda instancia, la Cámara. El 14 de marzo asumió el juzgado su hasta entonces secretario, Lisandro Fastman. Y este martes, el flamante juez dio una desagradable sorpresa al cambiar la decisión del subrogante. ¿Y la Cámara? Bien, gracias, seguramente disfrutando del feriado hasta enterarse de los aires de un juez nuevito de primera instancia.

En esencia, Fastman levantó la prohibición de tocar los árboles y la orden de asesorarse en el tema con la gente de la UBA, cuya Facultad de Agronomía rebosa de entendidos. El nuevo juez se queda tranquilo con que los organismos de la ciudad, que no movieron un dedo cuando se arrancaron especímenes fuera de toda estación y con técnicas fallutas, sean los veedores. Fastman agrega que el gobierno porteño debe compensar el verde recortado, sin dar más detalles, con lo que básicamente le da al macrismo en funciones piedra libre para la tala. Y ahora viene lo bueno, las plazoletas-jardín que van hacia el sur y hacia el norte, que contienen masas verdes y hasta ahora no fueron tocadas.

En la salita redonda estaban los amparistas, sus abogados Pedro Kesselman y Ernesto Viale, varios diputados porteños solidarizados y una cantidad de periodistas. Entre los abogados explicaron que el fallo de Fastman era el comienzo “de su trabajo de destrucción de la cautelar”. El plan es protestar sus medidas, recusar al juez y tal vez hasta pedirle un juicio político.

Según parece, el juez le hace honor a su apellido –“hombre rápido”, en inglés– y ya tiene un problema que habitualmente toma años construirse.

Otra de las cosas que se subrayó fue que Fastman era secretario del juzgado 14 cuando Schleiber emitió el fallo de hace apenas tres semanas, con lo que es de cajón que participó en su confección. Nada hay de ignorancia en su medida actual, no se puede alegar que la cosa le cayó de repente y se apuró por resolverla. De hecho, ni siquiera tenía una razón positiva para hacer nada antes de que la Cámara se pronuncie.

Tropezones

La línea C del subte está sufriendo problemas técnicos de todo tipo, algunos causados por la vejez de su parque rodante. Esta semana se produjo el susto de un incendio, con los más cínicos “alegrándose” de que haya sido en la estación lavalle y no en la Independencia, justo abajo de una estación de servicio. Es raro pensar que el gobierno porteño no puede fácticamente cambiar trenes porque se encaprichó en cambiar los de la línea A con unidades chinas compradas por el Estado nacional para las líneas más modernas. Destrozaron un patrimonio notable, las queridas Brujitas que seguían andando sin dar problemas, y se quedaron sin plan B.

Como es año electoral, esto suena a cálculo de popularidad. Todo político se pone algo pavote en estos años y Mauricio Macri parece que también. Como todas sus ideas políticas son superficiales, en el sentido de quedarse en la superficie, en lo visual, es de asumir que pensó que sacar los vagones de madera de hace un siglo y cambiarlos por otros “con aire acondicionado” le ganaría elogios. Se encontró con una tormenta de críticas y poco apoyo de sus aliados mediáticos, ya cansados de defender un papelón tras otro.

En política los fracasos se pagan, con lo que no extraña que haya cambios. Según parece, el aristocrático Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano de la Ciudad y por tanto responsable de los subtes, va a tener la culpa de esto. Buena parte de los papelones recientes del Gobierno de la Ciudad tienen a Chaín en el me dio, con lo que su falta de sutileza se nota. El castigo en este caso sería que le sacarán de su órbita Sbase, la empresa de subterráneos de Buenos Aires.

El nuevo titular no debe exprimirse demasiado el seso para encontrar cómo mostrar que habrá cambios. Los subtes están llegando a un nivel de mugre que da cosa viajar en ellos y la gente de Chaín parece haber renunciado no sólo a lavarlos sino a proveer seguridad en sus estacionamientos: los vagones aparecen cubiertos de grafitis.

Es pensable que sea a propósito, porque los macristas admiran hasta las veredas de cemento de Nueva York y podría ser que extrañaran los subtes grafitados de la MTA, allá por los ochenta. Si es así, por favor pidan a los vándalos que no tapen las ventanas, que es difícil ver en qué estación estamos.

Más de Goya

Mientras se cuentan los días para el 14 de abril, cuando se reunirá la Comisión de Cultura de Diputados y se escucharán los argumentos contra la protección del patrimonio de la ciudad correntina, se siguen cometiendo pecados a nivel local. Resulta que el municipio de Goya comenzó a cambiar el pavimento del Patio de las Palmeras de la histórica Casa Araujo, un espacio que fue pavimentado con ladrillos en 1845. Por supuesto, no hubo ningún tipo de estudio arqueológico, de asesoría en materiales y técnicas, o intervención de especialistas. La obra se encaró como si fuera un patio cualquiera al que se le cambian ladrillones viejos por baldosones modernos. ¡Qué progreso! Y eso que la Araujo es hoy la Casa de la Cultura.

El caserón es de los que a los porteños nos dan envidia porque ya los perdimos todos. Tiene un frente italianizante y patio a la española, con columnitas de hierro y las palmeras añosas que le dan su nombre. El municipio publicó el domingo 24, con orgullo, en su propio sitio foto y texto sobre la obra. Desde el primer párrafo, la gacetilla cae en una contradicción francamente freudiana: “Reempla zarán el piso del Patio de las Palmeras por baldosones modernos, tareas que forman parte de las acciones que la Municipalidad de Goya, enforma permanente, lleva a cabo en la conservación y restauración de la centenaria casona”.

Además de la gramática errática, el párrafo es notable porque explicita que para la intendencia de Goya poner “baldosones modernos” es conservar y restaurar. Por si alguien lo duda, el texto seguía avisando que los obreros de la Secretaría de Obras y Servicios Públicos estaban “levantando todos los materiales viejos”, una curiosa definición del patrimonio. Mientras uno se alegra de que este municipio no tenga a cargo la preservación de, por ejemplo, Versalles, hay que alegrarse también de que se armó un escándalo con el asunto. Para el lunes, la obra estaba cuestionadísima y para el martes estaba cambiada en un aspecto fundamental: los ladrillos gastados serán reemplazados por otros ladrillos, manteniendo aunque sea el aspecto original del lugar.

Este tipo de cosas pasan porque en Goya hay un problema político con el patrimonio. El intendente local no quiere saber nada de limitar los emprendimientos de ciertos especuladores inmobiliarios en lo que debería ser un Casco Histórico protegido. Ya se está alzando un edificio de feos hormigones donde estuvo la escuela donde enseñó Camila O’Gorman, una torre de diez pisos que será desmesurada en su entorno criollo-federal. El gobierno local mató de hecho su propia Comisión de Patrimonio porque el año pasado tuvo que aceptar que se integraran dos miembros de Proyecto Goya, la ONG más activa sobre el tema. Desde ese día, la comisión ni siquiera se reúne, como para que los vecinos no joroben.

Por lo tanto, no hay asesoría ni input popular, apenas tumbos y arrepentimientos. El gobierno de Goya cree que nadie se va a fijar en lo que allí ocurre y que tiene apoyo suficiente a nivel nacional para salirse con la suya, pero debería hacer las cuentas de nuevo. El primer factor enorme es que el Senado votó unánimemente la creación de un Casco Histórico. Como les dijo el senador Miguel Angel Pichetto a sus colegas correntinos Eugenio Artaza y José María Roldán: “La Presidenta se interesó por la cuestión y pidió que el proyecto fuera adoptado”. El segundo factor es que el proyecto ya está en Diputados y cuenta con el apoyo explícito del presidente de la Cámara, Julián Domínguez, y el entusiasmo del bloque kirchnerista. Como dijo Araceli Ferreyra, diputada FpV correntina, “descontamos el acompañamiento de mi bancada, con lo que tendríamos números más que suficientes”.

A esto se le oponen dos diputados de peso pero con problemas. Uno es Agustín Rossi, presidente del bloque kirchnerista en Diputados que busca desmentir a la diputada Ferreyra y cajonear el proyecto, como dijo abiertamente. Tan abiertamente lo dijo que su protegido, el también diputado Fabián Ríos, presidente del PJ correntino, definió la situación como “lo vamos cajonear con Rossi y dos o tres más”. En esa cuenta deben estar las diputadas Margarita Ferra de Bartol y María Elena Petrona Chieno, que ya se lucieron en su resistencia en la reunión de Cultura del 13 de marzo.

Rossi tiene el pequeño problema de la candidatura de María Eugenia Bielsa en Santa Fe, mientras que Ríos tiene que renovar en una provincia donde suena cada vezmejor el nombre de Carlos “Camau” Espínola, el actual intendente de Corrientes capital. De paso, Camau es un mandatario muy sensible al patrimonio de su ciudad.

Recientemente, en una reunión con los de Proyecto Goya, dijo que “todas las ciudades protegen sus centros históricos, y oponerse tiene un costo político”.

Que es algo que unos cuantos pueden llegar a aprender ahora, de mala manera.

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