Jueves, 1 de septiembre de 2005 | Hoy
LOS PRODUCTORES HABLAN SOBRE SU TRABAJO
¿Qué significa pensar un disco? Los productores ocupan el rol de “mediums” entre la creación artística y su industrialización. Toman diamantes por pulir y los convierten en sonidos masivos: a veces para la radio, a veces para el verano, a veces para fortalecer la esencia de los grupos. Los productores son adictivos, como los chocolates. Pero nadie lo confiesa abiertamente.
Por Cristian Vitale
Hay un dato histórico que explica el porqué de la trascendencia de Gustavo Santaolalla como productor. En cualquier disco que se tome del mítico Arco Iris (puede ser el Album rosa, o Sudamérica, o Tiempo de resurrección), aquel barbón de pelo largo siempre aparece metiendo mano en las canciones más allá de la composición y la ejecución. “Tenía 16 años cuando empecé a grabar discos –evoca al No desde Los Angeles– y todo lo que tenía que ver con decisiones artísticas, sónicas o estructurales de los temas del grupo recaían inmediatamente en mí, porque en aquel momento no había productores de música alternativa. Yo amaba las canciones de Los Beatles, pero también la manera en que estaban representadas fonográficamente. Me atraía el tema de cómo hacer los discos y lo implementaba en los de Arco Iris. Con errores, y algunos aciertos, fui aprendiendo lo que hoy día sé de producción.”
Esa temprana admiración por George Martin o por Kit Lambert, productor de The Who, y el vuelco posterior de ese aprendizaje en los discos de León Gieco (Primer álbum, Pensar en nada), indican un camino que no apareció de la nada: Santaolalla, caso raro, empezó siendo músico y productor a la vez. “Pero lo que detonó un vuelco definitivo en mí fue producir De Ushuaia a La Quiaca, trabajar con músicos de diferente naturaleza en un estudio móvil.” Lo que devino desde ese momento fue un trabajo tenaz que llevó al éxito discos de bandas y solistas de todo tipo y color: Bersuit, Divididos, Molotov, Arbol, Maldita Vecindad, ¡Juanes! y tantos otros. “Pienso que si el artista no tiene una visión desde el exterior, se absorbe a sí mismo. El ejemplo más claro es el crecimiento enorme que tuvo el rock mexicano en los últimos años.”
–¿Cuál es la fórmula del éxito?
–No hay una regla para producir... Hay diversas escuelas. Tipos que hacen lo que yo no hago y viceversa. Pero, para mí, el éxito parte de la asociación con grandes artistas, que tienen una visión muy fuerte desde lo conceptual hasta lo estético. Y que traen a la mesa una visión original. Cuando encuentro artistas así, por lo general me excitan... la pregunta central que me hago es “¿cómo podría hacer yo para maximizar esa propuesta?”. Para poder trabajar con un artista tiene que haber de mi parte una gran atracción. Nunca trabajé con músicos que no me interesen. Jamás tomé esto simplemente como un trabajo.
La primera elección que hace el socio de Aníbal Kerpel en el sello Surco es el artista, incluida su personalidad. Admite que un músico puede ser genial, pero que si no logra “química humana” con él, es imposible llevar a cabo un trabajo serio. “Lo principal es lograr una comunicación, un manejo de los códigos propios del artista.” La segunda elección, en la que tampoco admite peros, es en la cantidad de demos. Para ser producido por Santaolalla, otra condición sine qua non es llevarle entre 40 y 50 canciones demeadas de antemano... así lo hizo Bersuit para Testosterona (¡le entregaron 45!) y Arbol, cuando les produjo Chapusong’s.
No en vano se lo considera un productor muy disciplinado. “Es importante serlo –reconoce–. No la obsesión desmedida que termina destruyendo las cosas, pero sí el trabajo y la dedicación hacen que una cosa pase de ser buena a excelente. Tengo ciertos sistemas de trabajo que no están escritos en bronce, pautas que en general hay que cumplir. Si quiero hacer un disco de 12 temas, exijo y les hago entender a los artistas que hay que producir muchos demos, porque no todo lo que uno compone es creíble. Hay cosas que son muy buenas, otras buenas, otras más o menos y otras directamente desechables.”
–¿Causan discusiones tus pautas?
–En general no se discute, porque la base es maximizar lo que el artista trae. Generar confianza... Mirar las cosas desde el mismo ángulo. No es cuestión de sentarse en una mesa y decir “yo pongo mis cartas y vos las tuyas”. Este es un laburo en conjunto, en el que vos pasás a ser un miembro de la banda, pero desde otro ángulo... un socio artístico. Para el artista, el productor implica verse a sí mismo, pero desde afuera. Eso sí, hay gente con opiniones muy fuertes y vos te tenés que ganar el espacio para hacer tu trabajo.
–¿De qué manera?
–Demostrándoles que entendés el universo al que pertenecen y que, de alguna manera, podés entrar en él. Hay cierta mímesis que pasa por el entendimiento de la imaginería de cada artista. Además de la manera en que se estructura una canción, de buscar un sonido que te pegue en la cara, de lograr una sensación de profundidad, es absolutamente importante modificar el ambiente frío del estudio y esto se obtiene con el manejo de un código en común, una energía sutil, intangible, bastante difícil de definir.
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