Jueves, 3 de julio de 2014 | Hoy
REVISTAS CULTURALES INDEPENDIENTES Y JóVENES
Artes y culturas alternativas, la divulgación científica, el flash cumbiero o la nueva literatura son los ejes y fundamentos de algunas de las publicaciones más interesantes, originales o revulsivas en circulación: NaN, Velociraptors, Maten al Mensajero y Burra.
Tras un año de promesas, llegó a los kioscos de diarios Maten al Mensajero, una revista de literatura que, desde el vamos, aclara que no es de crítica literaria. Es de divulgación de escritores noveles o ignotos, así como de otros más consagrados. “Somos la revista con más juego previo de la historia, ¿no?”, bromea Santiago Kahn, su director y principal gestor que, pese a entrar en las disquisiciones sobre autogestión –“La autogestión no explica nada, podés serlo y replicar los modos de las corporaciones”–, alternativismo –“Algunos por serlo le escapan a lo profesional o al reconocimiento del trabajo ajeno”– e independencia –“Lo que más nos cuaja, libres de los catálogos editoriales”–, aclara de entrada que integran el amplio grupo de las revistas culturales que se nuclean en AReCIA pero que no son una cooperativa.
Santiago: Nuestra idea no es ser una pyme, pero tenemos cierta verticalidad: un director, editores de sección, consejo editorial y colaboradores. También la idea de un medio que vaya cambiando. Es literatura y no hay verdad revelada, por lo que queremos que las secciones tengan fecha de vencimiento. Así como sus editores, para tener ojos frescos sobre ciertos temas.
Como elemento distintivo, Maten al Mensajero busca abrir un espacio que no existe. Al menos tras el vacío que dejó Orsai: el espacio de la revista objeto de colección y de elemento de lectura de calidad. Llaman la atención dos elementos que señalan cierto profesionalismo: ya tienen cinco números armados y, a pesar de su pequeñez, pagan a editores y colaboradores. “Muchas propuestas de la revista son anacrónicas, del siglo pasado. Entre lo que queremos recuperar está el reconocer que el que se dedica a contar una historia, dibujar o fotografiar, le dedica una porción de su tiempo, que es finito, a ese trabajo. Y que, como tal, debe ser retribuido.”
–Y hasta diría que podría no salir en un puesto de diarios, como en el interior, en que sale en librerías. Pero salimos en kioscos para recuperar ese punto que la literatura ha cedido.
–Orsai abrió un camino y mostró que se podía hacer algo de mucho nivel, pero también marca un límite y enseña que no hay que escupir para arriba. Mostró que hay diez mil tipos interesados en suscribirse a una revista de literatura. Y mostró que no hay que plantarse de modo que después sea un mero gesto.
–No lo es. El tema nodal es pensar una revista para un lector de carne y hueso que va a trabajar. Otra cosa es una revista para quien puede gastar una suscripción onerosa a varios números para recibirla vía tarjeta de crédito en su casa.
–Renegamos un poco más de lo comercial, no queremos hacer lo que hacen otros. También está el exceso de la crónica larga, muy vinculado también a Anfibia. Hay toda una idea de que no se puede contar más breve, pero no tiene que ver con los tiempos de lectura eso. Además, la extensión no es garantía de calidad.
–No se aprende nada hasta que uno no se pone a hacerlo. Las dificultades que aparecen, en general, no tienen que ver con el contenido: van de lo financiero, devaluación mediante, al papel que te piden para entrar al circuito de distribución. Trabas económicas y burocráticas. Parafraseando a Mick Jagger, de las cien cosas que hay que hacer para hacer una revista, sólo una es escribir.
–Desde que tengo memoria soñaba con hacer una revista como ésta. Mechamos, por esa búsqueda de divulgación literaria, conocidos y desconocidos. Te metemos un conocido, te enganchamos, pero te damos de contrabando a otros emergentes. Es un contrabando de literatura que me encanta.
Maten al Mensajero y Santiago Kahn, que son en gran parte la misma cosa, tienen el espíritu –“salvando la distancia”, como dirá él– de Boris Spivacow, el mítico gerente de Eudeba y creador del Centro Editor de América Latina. “Les damos lugar de vidriera a aquellos que no tienen en dónde mostrarlo. Ojalá hubiera muchísimos espacios más como éste”, dice Kahn, que llama a matar al mensajero –a las editoriales– para leer lo que realmente queremos leer.
Entre las publicaciones autogestivas que pretenden armar algo de calidad, Burra aparece como la más revulsiva y lisérgica de todas, con un puñado de números publicados y la indefinición de no saber cuándo saldrá el próximo. Con espíritu punk, pero una raíz distinta, Burra toma a la cumbia para escribir y armar lo que definen como un viaje: escogen un disco y de sus tracks desprenden las notas o historias. “Queremos que el lector la flashee con la lectura”, dice Juan Relmucao, codirector junto a Sebastián Caraballo de esta enérgica y hormonal publicación. Son diez o doce miembros permanentes, conocidos y amigos que curten una onda similar –ésa “es la clave”– y que, en su gran mayoría, provienen de los pasillos de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Juan: Me gusta decirnos plantel, es más futbolístico.
Es martes y acaba de ganar Messi. Es decir, Argentina. Contra Nigeria, 3 a 2. Caen tres de los miembros de Burra, directo del conurbano –su epicentro cultural e ideológico– al centro porteño: uno con la porra maradoneana del ‘86, otro con la camiseta de Argentina –modelo, precisamente, ‘86– y otro con ganas de hablar. Y arranca. Relmucao es el alma mater del proyecto junto al omnipresente Caraballo, al que nombra a cada rato pese a que escoge “la clandestinidad”.
–Empezó por las ganas de hacer algo y esa idea de hacer una radio mutó en esta revista, en la cual necesitamos que estemos todos. No por rigor, sino porque si te juntás con amigos tenés una onda, y queremos que se mantenga.
Dicen que no tienen pretensiones con la revista. Tienen reminiscencias anárquicas en su andar o eso buscan reflejar: “No hay reflexión sobre lo que hacemos. No nos sale hacerlo ni ver dónde estamos parados”. Es más lúdico el espíritu y la producción de la revista se basa en algo –admiten– básico: la diversión. Invierten y van a pérdida porque tienen ganas de leer algo que les guste. Esa es su inversión: “Iremos a pérdida a menos que el señor Gabriel Mariotto nos dé pauta”.
–Una revista bien básica con cosas que ni nosotros entendemos. Es una búsqueda estilística del que la escribe y lo respetamos: es una definición artística y la bancamos. Hablamos de una obra, hablemos de una obra aunque sea una revista.
Entre las banderas de la autogestión, la independencia y lo alternativo, Burra se planta y pide, de viva voz: “Hippies no, lo que sea pero cajón peruano y pan relleno, eso no”. Son creyentes monoteístas de un solo dios: el laburo. “Mi viejo era metalúrgico hasta que lo echaron”, dice Relmucao para graficar su origen y decisión identitaria. Son conurbano, populares del barrio y el laburo. Con disfrute pero reivindicando ese símbolo que los representa: la cumbia.
–Buscábamos un concepto muy marketinero. Se puede ser autogestivo y tener marketing copado, algo que llame la atención, lindo papel y una buena idea. El mundo no debería ser así, pero la gente toca el papel y compra. “¿Qué nos distingue?”, pensamos. Una agenda diversa e ideas con flash, bueno. OK, la música nos encanta, ¿qué discos? Cumbia, mejor, que el rock ya está trillado. La cumbia rompe y es popular.
–También pusimos secciones para que la gente entienda la revista, la vea ordenada y no crea que es abstracta. Proponemos un viaje, una experiencia. No tenemos pretensiones pero es pretenciosa. Queremos que la flashee el que lee.
–Económicos, más que nada, pero si laburás por otro lado y le ponés ganas, se puede. La distribución y colocación en competencia con otras cosas que son simbólicamente más fuertes también. Esas dos limitaciones aparecen. Aunque nosotros competimos más con una cerveza que con otra revista. Son esos veinte pesos...
–Tenemos un rol social, mostramos algo distinto. No nos consideramos nada. Si creen en algo, juéguensela: un mensaje que podés interpretar de Burra es que también podés hacerlo vos.
Burrarevista.com.ar / @RevistaBurra
La bruma espesa de la mañana de invierno se disipa con los primeros rayos de un sol que ilumina pero no calienta. En un bar porteño, alejado de la bulla a pesar de ser céntrico, Esteban Vera y Nahuel Gómez, dos de los ocho cráneos detrás del consejo editor de la revista NaN –ese proyecto de divulgación cultural emergente que, según el recorte que se haga, si la web de Agencia NAN o su más reciente formato en papel, lleva o siete o tres años–, buscan desentrañar las aristas que tornan este medio uno de los más duraderos entre las revistas autogestionadas, independientes, under. Como toda revista –¿todo proyecto cultural quizá?– nace de un vacío social y de una necesidad personal. En este caso, de un grupo de amigos de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora con ganas de publicar y revisar entre los parches la actividad cultural que consumían y no tenía –ni tiene– cabida en los medios tradicionales.
Esteban: Teníamos nuestra agencia en Internet, pero la revista es un poco más egoísta, un fetiche de “pasemos al papel”. Hasta que te das cuenta de lo que tenés que hacer. Ahí el gusto se evapora. Si no hay una búsqueda detrás, desaparece.
La pulsión que sostiene su rumbo es simple, y la esboza Nahuel: “Nos gusta dar a conocer escenas y artistas que están por fuera de la lógica comercial. Como ellos hacen arte por el arte, nosotros hacemos periodismo por el periodismo”. También sueñan con ser promotores culturales, que se armen movidas que excedan lo periodístico y editorial. NaN planta bandera en medio de la senda empresarial de los consumos culturales y trata de difundir lo que queda por fuera. Lo que busca vivir de su arte –de su periodismo también–, pero con el fin noble de no hacer arte para comer sino arte para corroer. Y que la comida –el billete– venga de los que se plieguen –los que aporten– a la corrosión de lo establecido. La independencia es innegociable y dicen que así podrán darle lugar a cosas que otros no y que sostendrán una línea propia, aún heterogénea y errante.
Relatan, a modo de mantra, las dificultades del pasaje al papel. “La formalización bancaria, lo que es administrativo, distribución, lo extraperiodístico, que nos excedía”, asegura Nahuel, a modo de introducción a la guía del buen editor de revistas alternativas que todo estudiante de periodismo, primero, y periodista cansado de la limitación editorial, después, ansían ser.
Esteban: Cuando empezás a hacer la revista que querés hacer te encontrás con todo lo que realmente hay que hacer.
Nahuel: Por ejemplo, la preparación para conseguir financiamiento. En ese sentido, la revista en papel ayuda más que la web porque tiene un aura y porque, más allá de que haya más visitas y reproducción en Internet, todavía la publicidad se paga más en la versión papel.
Son alternativos pero buscan pisar fuerte. Llevan 17 números de publicación bimestral organizada, sistemática. Repiten que el secreto es no tomarlo como un hobby –aunque no vean un peso ni puedan pagar colaboraciones, que es otro de los objetivos a conseguir– y están enfocados en el rol social que ocupan, es decir...
Esteban: Mostrar artistas o temas que, por razones económicas y de lobby, no son publicados en otros medios.
Nahuel: Quitar el velo comercial en momentos en que el mercado se cierra. La Nación y Clarín pasaron a tener decenas de revistas, que copan los puestos de diarios y nos expulsan. Agarrás la OHLALA! y tiene 100 páginas y 48 son de publicidad... es una revista para vender ropa.
Los gestores independientes son la muestra viva de lo que coexiste entre la lógica comercial y la lógica contracultural, buscan expresar lo que no se comercia y viven con la tensión de conseguir fondos de sectores públicos y privados que piensan con otros fines. Otros modos. NaN no reniega de eso ni de la pauta privada, pero pone sus límites. Para eso entraron en la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina, donde encontraron apoyo e intercambio de experiencias, porque “la facultad no enseña a hacer una revista”, como dicen. AReCIA también es la llave para ir en busca de un reclamo que, a modo individual, es improbable, y a modo organizado se hizo viable: la mentada pauta.
Nahuel: Uno de los puntos es el reconocimiento, que parece re boludo, pero que el Estado admita que existís es algo muy importante.
Esteban: Si el Estado no te reconoce, quedás fuera de herramientas con las que cuentan las publicaciones tradicionales. Y que sea ley evita que dependa del gobierno de turno. Nos permitiría facilitar temas como derechos de importación, exportación, papel, tecnología, impuestos.
Nahuel: Son beneficios que los grandes medios en volumen ya tienen, estamos en desigualdad. Más allá de que seamos pequeños queremos eso y no porque queremos que saquen la plata de los jubilados para nosotros, sino porque creemos en el Estado como regulador efectivo del mercado.
Nahuel: Queremos que en principio las reglas sean iguales, aun con eso, estaremos en situación de desigualdad, porque la igualdad es ficticia. Si el Estado cobra iguales impuestos a las revistas independientes que a los medios tradicionales, ahí también hay una desigualdad, pero queremos esa igualdad aun cuando sabemos que será desigual.
Nahuel: Por eso queremos que se cree un ente que regule un fondo creado especialmente para revistas culturales autogestivas.
Nahuel: Nos importa y a la vez no. No podemos depender del Estado en todo. No nos funciona la autocensura.
La mañana se muere entre oficinistas que salen a almorzar, en un rapto de libertad desubicada en medio de la rutina y, como el rayo del sol en la mañana brumosa, lo emergente ilumina detrás de la espesura cultural.
Todo lo que rodea a Velociraptors tiene una mezcla descolocada de nerdeada, cientificismo y adoración por la cultura pop. Es una revista de dinosaurios –o de delfines, o de marcianos– y sorprende. De ahí, de sus gustos y cercanía con la divulgación científica y lo nerd, los hermanos Clara y Juan Ruocco sacaron la idea de qué querían escribir y armar. Aunque antes, mucho antes de que estos cuatro números semestrales estuvieran en la calle y que la publicación estuviera instalada en el sector de los consumos alternativos e independientes, hubo una necesidad.
Clara: Empezó cuando salí de Letras. Tenemos un skill, sabemos y nos gusta leer y escribir; ¿qué hacemos con eso? El formato revista nos gustaba mucho y lo veíamos muy empobrecido: nos habíamos adelantado media temporada a las temáticas que tratan las revistas que están en la pomada. Y nos permitía asumir que somos malos tocando y que una banda de música no íbamos a tener, así que... qué hacemos, una banda de revista: con la misma pretensión rocker, sucia.
La obsesión con la precocidad es otro de los elementos que estos dos divulgadores hallaron en común. Y de ahí a la idea de lanzarse a hacer, sin más.
Juan: Vimos que en los kioscos no estaba la revista que queríamos leer. Y se estaba gestando cierto público que podía compartir cosas. Y dijimos: “Existe el público y las ganas, bueno, hagamos y vemos”. Además nadie nos iba a publicar, creo.
Clara: De editar no sabíamos un carajo. Hasta que llegamos al “hagamos una revista de dinosaurios, temática”, eso lo fuimos desculando. No teníamos la idea de qué armar y cómo.
Clara: Ahí me sale la hitchcockeana, más allá de no compararme con él, claro: creo que uno prepara a su público.
La oficina-redacción de Velociraptors está en un segundo piso en Once, entre el ruido de las calles atiborradas de comerciantes, la verborragia multiétnica que se cuela por las ventanas de este viejo edificio, ladero de la remozada Estación Once, en donde, además, funciona el Consulado de Bolivia. Es una oficina semipública de una unidad consultora que armaron algunas universidades públicas unidas para morder un pedazo de las consultorías que suele pedir el Estado y ya no sólo a privados.
Juan: Cuando salimos en 2012, todas las revistas hablaban de política. Era la cresta de la ola de la vuelta de la política, con la victoria de CFK, el comienzo de la nebulosa kirchnerista, la tragedia de Once, Aníbal Fernández en la tapa de Rolling Stone, y dijimos: “Hablemos de algo que no esté en la coyuntura. Hablemos de dinosaurios”.
Clara: Queríamos recuperar lo que entendimos nosotros de una revista de divulgación científica que, previo a Internet, tenía su lugar en los kioscos. Salir de la coyuntura hoy es contracultural.
Dos años después imprimen tres mil ejemplares y están instalados, aunque luchan por la sustentabilidad. “Si imprimimos tres mil quinientas nos vamos a la B”, ríe Juan. “Sólo nos alcanza para el pancho y la coquita después de la nota”, agrega Clara, mientras sueña con sacar la revista más seguido y, cual banda de rock, vivir de sus letras.
Juan: Aprender bocha de cosas. Lo primero es a no colgarte, que es algo generacional, digo yo. No procrastinar más de lo necesario. Trabajo profesionalizado, con fechas límite. Lo que no hacés no lo hace nadie por vos.
Clara: Cuando hicimos la revista, vimos que muchas por ser autogestivas son crotas o copia de otra mainstream. Siempre me pregunto: ¿ser autogestivo es tu elección o tu plan B?
Llega un grito ahogado desde el primer piso. España está fuera de la Copa a manos de Chile. El último campeón se iba y, por entonces, los niños trasandinos seguían. Metáfora Velociraptors.
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