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Domingo, 16 de agosto de 2015

FAN › UNA DRAMATURGA ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: JIMENA AGUILAR Y CONCIERTO PARA 4 PIANOS, DE MARCELO LEZAMA

DAR EN LA TECLA

 Por Jimena Aguilar

Cuando me llegó la invitación de escribir para esta sección, empezaron a cruzarse por mi mente y mi corazón tantos nombres e imágenes preciosas y entrañables de películas que me marcaron, me divirtieron, me indujeron a hacerme nuevas preguntas, me propusieron nuevos puntos de vista, me acompañaron en horas tristes y en horas nada tristes, me hicieron sentir que no estaba sola, que alguien me entendía y conectaba con mis imaginarios y mis pesadumbres más profundas, que había otros seres en el universo que tampoco paraban de preguntarse acerca de todo y que no tenían temor de abismarse frente a este misterio absolutamente inescrutable que es casi siempre la vida, frente a esa angustia perenne y pegajosa de no poder vivirlo todo, abarcarlo todo. Pero había que elegir una, y me di cuenta que en los últimos meses con cada persona que hablaba de lo que sea, siempre terminaba recomendándole un documental que había descubierto hacía poco, y que ya había perdido la cuenta de la innumerable cantidad de veces que lo había visto, porque desde esa primer madrugada en que lo vi, quedé infinitamente fascinada por su sensibilidad extrema, por la ternura sin límite de cada uno de sus protagonistas, por el amor hacia la música y hacia cada uno de los miembros de esa familia que transmiten, y también porque entre lágrimas de emoción cada plano iba interpelándome profundamente por la pertinencia de ese mundo respecto a mi propia vida. Ese documental maravilloso y fascinante se llama Concierto para 4 pianos.

En la casa de mis abuelos maternos había un piano vertical, ya que mi mamá y mi tía tocaban. Me recuerdo de nena jugando siempre a que lo tocaba “de verdad”, poniendo en el atril unos libros a modo de partituras, y vaya a saber qué era lo que hacía sonar. Unos años después ese piano vino a la casa de mis padres, en ese entonces también mi casa, y ya de adolescente, previo algunos breves escarceos con el violín, empecé a estudiar y a tocar piano yo también.

Y mi adoración por el piano siguió in crescendo y así fue que al terminar el secundario, decidí anotarme en la carrera de Piano de la EPM, donde conocí a Gustavo, quien fue mi gran profesor de piano, y unos años después fue mi amor, y otros años después fue el padre de nuestra alucinante y encantadora hijita, Maia, quien con un oído y un sentido del tempo sorprendente, hace unos años también se unió a esta sanadora costumbre de sentarse a presionar teclas negras y blancas, y entonces ser un poco más feliz.

Así es que conviví aproximadamente diez años junto a uno de los pianistas más talentosos y creativos de la escena musical porteña, que es lo mismo que decir que en casa no había un solo día en que, por supuesto, no sonara el piano. Primero algunas escalas y algunos arpegios para calentar los dedos, y después todo, mucho de todo, incluida alguna que otra clase de piano improvisada ya mucho más informal y de entrecasa, incluso en piyamas, incluso en el medio de cualquier almuerzo, incluso a la noche tarde con un vino acompañando.

Todo esto para decir que el piano está presente en mi vida desde mi infancia hasta el día de hoy que está acá al lado mío mientras escribo esto. Todo esto para contar por qué este documental que muestra la intimidad de una familia tan amorosa me había conmovido tanto. Más allá de que por supuesto está fuera de análisis cualquier tipo de comparación con esta familia en cuanto a su calidad interpretativa ya que es absolutamente excepcional.

Concierto para 4 pianos nos muestra la historia de una familia de cuatro generaciones de pianistas eximios: Sergio Tiempo; su hermana Karin Lechner; su sobrina e hija de Karin, Natasha Binder; Lyl Tiempo, madre y abuela de los anteriores; Elizabeth Westerkamp y Antonio de Raco, padres de Lyl Tiempo y por ende abuelos y bisabuelos de Sergio, Karin y Natasha, respectivamente. Y nos cuenta de manera prodigiosa, de qué modo se gestó, se preparó y ensayó, el concierto para cuatro pianos que ofrecieron Sergio, Karin, Lyl y Natasha en el Teatro Colón hace algunos años atrás, incluidos también varios pasajes del concierto. Pero más allá de esta preciosísima historia, tan acertadamente estructurada por su director Marcelo Lezama, lo que cuenta el documental en lo más profundo, es la intimidad de esta familia articulada por el amor a la música, es ese vincularse de la manera más tierna posible a través de una pasión en común, y todo ese saber y esa sensibilidad extrema, transmitidos con la mayor dulzura de generación en generación.

Con mi hija de doce años, tenemos el ritual de ver, aproximadamente día por medio, alguna película juntas. Nos tiramos en la cama, nos abrazamos o nos damos la mano, y ponemos play. Me acuerdo que la primera vez que vi Concierto... yo estaba sola en casa, así que al día siguiente le dije a Maia si quería verlo, que pensaba que le iba a gustar mucho. Y le encantó. Tanto que al terminar de verlo, le mostré el trailer de La calle de los pianistas, donde también aparecen los protagonistas de Concierto..., más la excelsa y suprema Martha Argerich, y al terminar el trailer mi hija dice: “Muero de ganas de verlo”.

Es que como dice Lyl Tiempo tan sabia y dulcemente en un momento del documental, en referencia a no haber desarrollado ella una carrera como concertista, aunque sí hizo una excelente carrera como profesora de piano: “Lo que no puede evitarse es cuando la música ya está dentro tuyo, no te la puede quitar nadie”.

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