Domingo, 16 de agosto de 2015 | Hoy
CINE> MI AMIGA DEL PARQUE
La maternidad como una construcción y el hijo como un misterio: de eso y mucho más se trata Mi amiga del parque, la nueva película dirigida y protagonizada por Ana Katz (Los Marziano, Una novia errante) que se estrena en las próximas semanas y retrata a Liz (Julieta Zylberberg), madre primeriza que por diferentes circunstancias se encuentra sola durante el puerperio. Pero además la película indaga sobre los lugares comunes de la maternidad, sobre todo ese relato que excluyen los discursos médicos, sociales y psicológicos y también sobre cómo se trata el tema en ficción, con cuáles formatos, cuáles estéticas. Y, finalmente, se pregunta por qué la crianza siempre se piensa doméstica y solitaria cuando, en realidad, el crecimiento de ese nuevo ser podría ser compartido, mezclado, una oportunidad conjunta de encontrar y ofrecer fortaleza y libertad.
Por Mercedes Halfon
Un bebé llora en medio de la noche. La madre se levanta de la cama para calentar la leche. En piyama mira los azulejos de la pared de la cocina sin encender las luces, con el sonido de fondo de ese llanto desesperado y luego vuelve al bebé y le da de comer mientras ella también se queda dormida, sin darse cuenta, con la cabeza apoyada sobre un juguete chillón. Esos pequeños momentos cotidianos, extrañados, un poco borders, de una madre en su departamento solitario con su hijo que es también un misterio a desentrañar, son los que construyen los primeros minutos de Mi amiga del parque de Ana Katz. A la mañana la madre se baña y llora bajo la ducha, una descarga de tensiones que de pronto la supera y asoma la cabeza para ver si su hijo sigue ahí en el cochecito “mamá se está bañando”, le dice y tira unos besitos al aire luego de lo cual vuelve a llorar tras la cortina. La maternidad es también un cuento de suspenso, un thriller psicológico, una historia de supervivencia, una buddy movie donde los compañeros pueden ser el pediatra, el marido, la amiga con un poco más de experiencia o el mismo bebé.
De todo eso habla Mi amiga del parque la nueva película de Ana Katz que pone en el centro de la escena a una madre primeriza, Liz (Julieta Zylberberg) que se encuentra además bastante sola en el mundo: su marido filma un documental sobre volcanes en la Patagonia y su madre murió hace pocos meses. En este aislamiento de mamá y bebé, mamadera, pañal, provechito, noches interrumpidas por el llanto, la única escapatoria para ambos es el parque al que van todas las tardes. Es ahí donde conocen a Rosa (la propia Ana Katz, que además de directora, es una actriz impresionante), otra chica un poco confianzuda y errática que va ahí con un bebé y con la que se termina de armar el entramado de amigas y bebés que propone la película. “Empecé a escribir el guión cuando mi hijo Raimundo tenía meses y mi hija Helena tenía tres años. Luego se sumó mi amiga la escritora uruguaya Inés Botagaray, con quien habíamos escrito Una novia errante. Trabajamos el guión durante tres años, con algunas pausas, mientras cuidábamos a nuestros hijos y trabajábamos en otras cosas. Desde el primer momento sentimos que la experiencia de la llegada de un primer hijo era inmensa y profunda, aunque no se hablaba mucho de eso. Una revolución en la vida de una mujer y/o un hombre.”
Y toda esta revolución es mostrada en la película a través de una puesta de cámara y un montaje que parecen no despegarse ni un segundo ni muchos centímetros de la protagonista. Seguimiento de cerca: los chiches, la cama, la mesada de la cocina, el cochecito, el parque. En ese detallismo con que es narrado el universo de acciones y objetos que rodean a una madre, la película articula su tono, que es tan complejo y dulce, como incómodo y acechante. Ana Katz cuenta al respecto: “La primera impresión que aparece se acerca al estado de ensoñación proveniente de lo nuevo, de ese hijo que transforma la vida o la idea de vida previa. La sensación de ‘thriller psicológico’ fue una consecuencia natural de contar los pliegues de lo doméstico. El suspenso de que el bebé engorde lo que debe en los primeros días, de las primeras salidas a la calle con la responsabilidad de cuidar a dos personas (el hijo y uno mismo), las noches de escaso descanso y el cuerpo siempre presente, en primer plano. El cuerpo que contiene a otro cuerpo es algo que me resultaba milagroso. El amor que colma y también atemoriza. La respiración, el baño, la alimentación, el abrigo, todo teñido del suspenso de lo nuevo”.
Es interesante que en su primera salida por fuera del parque, mientras toman una cerveza en una pizzería de barrio, las protagonistas de la historia dicen algo que podría funcionar como manifiesto de toda la película. Liz le cuenta que trabaja en editoriales y que además escribe. Su amiga reciente le dice en broma que ahora podría escribir algo sobre la maternidad. Liz se ríe pero afirma: “No es algo que interese mucho”. Y es cierto. La literatura sobre maternidad parecería ser un subgénero dentro de los más vilipendiados géneros menores. La chica del parque claramente polemiza con ese lugar común a la vez que abre la pregunta ¿Qué es lo que se cuenta siempre de la maternidad? ¿Qué discursos médicos, sociales y psicológicos son los encargados de narrarla? ¿Y en la ficción? ¿Cuáles son los formatos o las estéticas con las que se la muestra?
Una de las partes más humorísticas de la película son justamente estas madres que aparecen en la plaza y no son Rosa ni su hermana (la bella e inquietante Maricel Alvarez) y las propuestas que le llegan a Liz desde aquel sector. Grupos de crianza donde todos se llaman “mami” y “papi”, donde se cantan canciones donde el nombre de su hijo –Nicanor– no parece rimar. “Quería contar dos mundos distintos. Las respuestas que ofrece la familia, el consumo, el estado, y por otro lado, la posibilidad de encontrarse en una alianza de personas que den mayor importancia a los que acaban de llegar a este mundo y necesitan crecer con amor. La frase de Nicanor Parra que aparece en la película –‘A ver si alguna vez nos agrupamos realmente todos y nos ponemos firmes como gallinas que defienden sus pollos’– me pareció fabulosa. ¿Por qué entender la crianza como un acto en soledad? ¿Por qué los que crían no pueden unirse en un parque, como les pasa a Liz y a Rosa, mezclando las clases sociales, los trucos para contener a los niños, las maneras de encontrar fortaleza y libertad?”
No hay que olvidar que Mi amiga del parque es la cuarta película de Ana Katz como directora luego de El juego de la silla, Una novia errante y Los Marziano. Todas historias que indagan en personajes ciertamente prototípicos de la clase media y dilemas aparentemente igual de prototípicos –crisis de parejas jóvenes en vacaciones, matrimonios de años venidos a menos por sus achaques, la maternidad cuando llega por primera vez– pero que avanzados los primeros minutos de film viran, llevados por personajes que toman decisiones arriesgadas que los ponen en otro lado. Katz es una suerte de retratista de su alrededor un poco disparada, un poco en la búsqueda de otros posibles. Ella dice: “Sucede que me agarra un sentimiento de militancia contra las ecuaciones que no cierran. En las convenciones que rodean a la clase media no hay aún mucho espacio para la subjetividad femenina. A lo sumo, se reconocen de a poco algunos derechos. Pero no el humor, las dudas y el deseo de encuentro y libertad. Me gusta mostrar aquellos momentos donde las personas dejan de pisar suelo firme y descubren un mundo sin tanta forma, con más posibilidades. ¿Qué pasaría si de verdad las mujeres se animaran a viajar con sus hijos? Parece algo tonto y sin embargo el lugar más recomendado para las madres y sus hijos son los hogares y los parques vacíos. Aún me pregunto la razón. Y un poco sospecho”.
Entre lo esperable y lo inesperado, transcurren esos días de la protagonista. Al mismo tiempo que Liz no puede dormir, no sabe cómo organizarse para salir una noche, se frustra por los entrecortados videochats de su marido, come únicamente polenta y llora porque no ha logrado dar la teta a su bebé. “Liz intenta construirse a sí misma como madre ante las posibilidades que se le ofrecen. Como si se tratara de posibles amigas imaginarias que le proponen distintos caminos. Intenta intuir cuál de las opciones es la correcta y en cuál puede reconocerse, y acercarse con alegría. No siempre lo ‘mejor’ es lo más ‘atractivo’. En la maternidad esto se pone permanentemente de relieve. La madre es invitada a hacer ‘lo que corresponde’ y hay varias escuelas con respuestas seguras ante preguntas complejas. Hay muchas voces opinando, la mujer que la ayuda en la casa, el marido, las madres y el padre del grupo de crianza y las misteriosas hermanas Rosa y Renata.” ¿Qué respuesta va a dar Liz? ¿Con cuál de esas facciones se va a alinear?
Pese a que por momentos Mi amiga del parque parezca un filme de suspenso –o “una comedia preocupante, como aparece en el tráiler”– la respuesta a esas preguntas planteadas no sería un spoiler, porque lo relevante es el proceso de confusión y reconocimiento con que la protagonista llega tanteando al final.
Katz da como ejemplo de respuestas que le interesan la de Habemus papam de Nanni Moretti, en la que un cura elegido con todos los honores del caso para ser Papa, no quiere serlo y huye por el Vaticano. “Son esos momentos de gran vitalidad en los que los discursos fabricados, lo supuesto, dan espacio a la elección, a la libertad. Más que una preocupación es un intento de aprendizaje. Un hijo/a es una oportunidad gigante, es una invitación rotunda a dejar de creer en lo que se ve y volver a visitar la infancia desde otro, al que uno ama infinitamente. Pensar eso es extraño. Por eso a veces las sensaciones flu en ese momento de vida donde uno se siente en una película, en un sueño, en una instancia del otro de la que uno forma parte.” Y así como Liz es parte de ese bebé al que está criando, la película invita a ser parte de esa parte. Julieta Zylberberg como Liz, logra una actuación que transmite verdad sin ser enfática y se mantiene todo el tiempo en esa tenue línea de ambigüedad en la que la vemos accionar y a la vez dudar, estar feliz y confundida y angustiada y abierta a probar. Por eso verla es como ver a través de una nube, como un rayo, como un despertar sonámbulo en medio de la noche con un objetivo claro. Totalmente claro. Aun en la penumbra de un departamento donde se intenta que un bebé no se despabile y todo se hace en la oscuridad.
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