Domingo, 24 de enero de 2016 | Hoy
FAN › UNA ACTRIZ ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: VANESA MAJA Y SUEñOS EN ARIZONA DE EMIR KUSTURICA
Por Vanesa Maja
Hace algunos días tuve un sueño. Soñé con la película After Life. Soñé que estaba adentro de la película. After Life es una película japonesa que cuenta la historia de un grupo de muertos recientes que deben elegir un recuerdo, una única evocación, para llevarse a la eternidad. Hay un set de filmación donde deben producir, montar y filmar ese recuerdo. Inmortalizarlo. La muerte es eso, el instante de su vida que cada uno elija y permanecer en él para siempre. Es una película preciosa. Volvió a mí en sueños, no sé porque. Yo ya sabía que tenía que escribir sobre una película especial y se ve que se quiso hacer lugar y dio unos golpecitos a mi inconsciente para que la tenga en cuenta.
Yo sueño bastante. Tengo muchos cuadernos con sueños escritos. Varios cuadernos desordenados con letra recién despierta, difícil de leer. Hace más de veinte años que escribo mis sueños. Con intermitencias. A veces de forma apasionada, tratando de sacar información, la propia información que solo se sabe a través de los sueños. A veces de un modo más inconstante, mas perezoso. Ahí están. Los leo y me traen ráfagas del momento en que los soñé. Personas y lugares del pasado, deseos, fijaciones, cosas del propio universo.
Tengo también sueños que parecen escenas de películas. Recuerdo uno conmigo avanzando por un teatro con las paredes, piso, butacas de pana roja. Un teatro interminable, larguísimo al que después de mucho caminar se llega a un escenario bastante pequeño, circular, rojo también. Un sueño que me trae inmediatamente al Club Silencio de Mulholand Drive de David Lynch –o su nombre en castellano El camino de los Sueños.
Cuando tenía 15 años vi una película que me alucinó. Y como estoy hablando de los sueños… la película empezaba con el joven protagonista soñando. Un sueño de esquimales cerca del mar de Bering. Hay una tormenta de nieve y el esquimal debe parar su trineo y resguardarse. Lleva un pescado con él. No hay mucho lugar dónde ampararse. Está a punto de morir, se desmaya, pero su perro lo vuelve a meter en el trineo, los perros lo devuelven a su hogar. Despierta después de una corta convalecencia y toda la familia cocina junta el pescado, el niño esquimal sale afuera con un globo rojo que se le escapa y vuela desde la nieve hasta la ciudad mientras suena una de las canciones que mas me gustan de todas las canciones que existen, “In The Death Car”, de Goran Bregovic, cantada de un modo muy genial por Iggy Pop. La película es Sueños en Arizona de Emir Kusturica.
La vi varias veces. La primera vez que la vi, me impactó. Durante mucho tiempo dije que era mi película favorita. Un joven que clasifica peces en New York es arrastrado hasta su lugar de infancia, Arizona, en donde vive su tío, para ayudarlo en su negocio de venta de autos. De Cadillacs. El joven es Johnny Deep, bello y talentoso y el tío Jerry Lewis, increíble, amado por mí en mi infancia. Ellos tienen una escena hermosa en donde ven un Súper 8 de cuando él era chico y dice que el tío era su ídolo, su persona favorita en el mundo y se lo ve a Jerry haciendo esas caras deformadas tan graciosas y los dos lloran al final… Hay también en la película una madre y una hija, tremendas, particulares, corridas, que forman un triángulo amoroso con el protagonista. La hija, mi favorita del filme, siempre a punto del suicidio en un momento relata un sueño: tiene su casa atada al cuello con una soga, intenta avanzar, su casa es muy pesada y todo alrededor se incendia. De fondo un grupo de mariachis canta “Bésame mucho”. Por último un amigo que quiere ser actor, cuya principal atracción es saber y actuar diálogos y partes de películas emblemáticas y que en una escena genial y un poco triste hace de Cary Grant perseguido por una avioneta de Con la muerte en los talones de Hitchcock, en lo que pareciera ser un concurso de talentos.
Ellos todos entrañables. Metidos en una especie de realismo mágico trágico que sin embargo te deja sonriendo. La vida puede ser muchas cosas. La película sucede en Arizona, claro, en el desierto, con vientos que levantan fardos y cielos increíbles y vastísimos.
Siento que hay algo que abrió esta película en mí. Algo en relación a la mirada poética. Algo dulce. Como cuando algo te gusta mucho y comienza por abrir un hueco vacío en el interior. Uno no entiende muy bien qué es. Algo del orden de lo sugestivo, de la hermosura. Algo que de por si es emocionante.
En el final vuelve a haber un sueño donde tío y sobrino son esquimales y pescan del hielo un gran pez que se va volando…Dicen: los peces no necesitan hablar porque lo saben todo. Años después de verla hice una obra unipersonal, Roja. En un momento me metía en una bañera y sacaba un pescado con quien tenía una escena un poco romántica, un poco peligrosa. Me apropié del sueño de la película. El vacío sugestivo se llenaba para mí de sentido.
Anoche, otra vez tuve un sueño. Estaba al borde de unas piletas que simulaban ser agua de rio, o sea uno nadaba como si fuera un rio, pero era un rio ficcionalizado. Estaba con un amigo al que le contaba que estaba escribiendo este artículo y le pedía consejo. Él lo leía, en el sueño la nota era multimedia con audios y figuras recortadas, y me decía que estaba bien, que profundizara mas en el medio…y después nos tirábamos a nadar.
Tal vez fue después de ver esta película que empecé a escribir mis sueños. Las fechas coinciden. No lo sé, es posible
Quizás en unos días, ya que le dedico todo esto, se me presente Sueños en Arizona en algún sueño. Si es así, voy a agarrar un cuaderno y voy a escribir rápido, cosa que no se me vaya la imagen y transcribir lo que me dicto a mi misma desde el sueño, desde la ficción, desde el vacio, desde lo hondo de lo que se impregna para siempre en nuestro espíritu.
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