Domingo, 24 de enero de 2016 | Hoy
MúSICA > NICO LANDA
Fue durante muchos años integrante de Los Auténticos Decadentes, una de las bandas argentinas más desprejuiciadas, y más y mejor interesadas en la música popular. Cuando la dejó, Nico Landa armó Los Animalitos, un grupo que acaba de editar un disco, Nuestra aventura, lleno de canciones tan terriblemente contagiosas que merecen un reconocimiento inmediato. Y también lo merece la erudición musical y la vida nómade de Landa: autodefinido sobreviviente, grabó discos de cumbia santafesina, fue un nombre central del punk local y hasta se inventó un género, el country litoraleño, que reúne la música y la mística de esa franja del continente que va de Zárate hasta Porto Alegre unida a su origen porteño y su amor por los Ramones.
Por Santiago Rial Ungaro
“El aventurero es aquel que hace que las aventuras sucedan antes que alguien a quien las aventuras le suceden”. La frase, que publicó alguna vez Guy Debord en Potlatch, parece sintetizar la actitud vital de Nico Landa, cantante y líder de Los Animalitos, al punto que con sólo escucharla para la oreja, pide que se le repita y exclama: “¡Es muy buena esa frase! Creo que me la voy a tatuar”. Entre los tatuajes que Landa ya tiene en el lomo uno puede leer Bob Marley, The Ramones, Perales y Serrano, eclecticismo que da cuenta de su paso por Los Auténticos Decadentes, algo así cómo su escuela secundaria y terciaria. Nico acaba de editar Nuestra aventura, quinto disco de su banda, con varios temazos predestinados a romperla en este 2016. O cuando sea: esta excelente cosecha de canciones propias en las que se cuela alguna colaboración con el Cuino Scornik, Andrés Calamaro y sus propios compañeros de grupo es la banda sonora de su propia vida, llena de aventuras, viajes, amores, encuentros y descubrimientos. Aunque hayan sufrido hace poco la partida de Guty Gutierrez, uno de sus guitarristas y fundadores, Los Animalitos parecen imbatibles; la “filosofía de la alegría” de estas irresistibles canciones resulta contagiosa y contrasta con estos momentos de paranoia y desconfianza. “Me parece que por haber pisado tanto el palito, por haber ido tanto a la banquina y vuelto, en un momento también aparece un sentido de la oportunidad. Sin llevarlo a algo épico porque no fui a una guerra ni nada de eso, haber sobrevivido es importante. No tiene que ver solamente con las drogas, yo recuerdo haber pasado a 180 km por hora por un monte en México porque la vida era divertida, y casi haber matado a toda una comunidad escolar. Y como ésa tengo miles. Nosotros hicimos muchas cosas, mucha búsqueda, mucho cosquilleo”. Vale mencionar un pequeño detalle: a los 13 años Nico Landa era un pibe que curtía la movida punk y hacía sus propios fanzines, hasta que su familia se sumó a uno de los circos más mágicos, misteriosos y peligrosos de este hermoso y anacrónico país: Los Auténticos Decadentes. “A los Decadentes los conocí porque mi prima es la mujer de Nito Montecchia: ella se fue en 1987 a Barra Da Lago y de ahí se lo trajo a mi casa. Y así, a los 13 años, me hice amigo de Nito”. Mientras el pequeño Landa tocaba en Mala Suerte, su banda de punk rock con la que llegó a abrir para Los Ramones, también empezó a pasar cada vez más tiempo con los Decadentes, con los que compartía bizarras bandas paralelas como El Clan Goldmann y Kito & Los Peyotes, tocando en asados y cumpleaños. Una cosa lleva a la otra y siendo Nito también el manager de la banda, Landa pronto demostró ser un jugador polifuncional: produciendo, cantando, tocando el bajo, la guitarra, haciendo coros o lo que pintara, se terminó convirtiendo en uno más de la banda. “Yo me hice y me críe con Los Decadentes, que en esa época tenían veinte años. Ellos me llevaban a ver a Sumo: al principio me cuidaban, pero después me dejaron de cuidar”, se ríe. “Igualmente mis batallas más duras no fueron con la falopa, sino sobrevivir a la locura. Tenía muchas alegrías, pero tenía la mente muy revolucionada. Cucho nunca se drogó pero es el que está más loco de todos porque quizá tiene los neurotransmisores complicados. Y yo también los tengo complicados. Estuve internado, pasé por varias heavis. Pero encontré lo que me gusta, que es escribir.”
Nico sabe escribir canciones, y su escritura proviene de la vida misma: “Me gusta escribir, pero no leo nada. Solamente a Horacio Quiroga. Todos sus libros los leí veinte veces cada uno. Ahora para las vacaciones a Gesell me llevo uno que es como un ladrillo y que tiene todo lo que escribió. Quiroga es mi I Ching: lo abro en cualquier página y leo eso. No me identifico con las cosas. Cuando era chico, escuchaba a los Ramones y quería ser como los Ramones, hasta toqué con ellos. Pero ahora no me pasa eso: leo a Quiroga pero no quiero ser como Quiroga. Me gusta el Pipi Romagnoli pero no quiero ser como él: me gusta verlo jugar”. De tanto jugar entonces, Los Animalitos ya son como un juego, tan fácil de jugar que da vértigo: “Yo nunca tuve un problema grave en la vida porque el problema grave es no tener algo en la sangre que te lleve a querer comerte el mundo, y que te libere de la vida. Si tenés algo que te pique la sangre la vas a ir llevando. Es una cuestión de amor también, ¿no?”.
Ya hace 16 años que Nico Landa tomó la decisión de salir de Los Decadentes y arrancar con su propia aventura musical. Pero aunque su pasado punk parecía reclamarlo, Nico Landa supo aprovechar al máximo esos años locos para empezar a desarrollar, a pura intuición, un estilo que a esta altura es propio y que hasta tiene nombre: El Country Litoraleño. “Aunque ellos sean un poco más grandes que yo, compartí generacionalmente mi adolescencia con los Attaque, los 2 Minutos, Germán de Mal Momento y Ricky de Flema: hicimos cientos de fechas juntos. Yo hacía un fanzine que se llamaba El Pecador (que ahora se vende carísimo por Mercado Libre) pero Nito me empezó a decir que el punk ya había muerto y que basta con los Clash. Trabajando con Los Deca me formé rápidamente un temperamento de ‘persona que anda a la noche’. Conocí muchos personajes, durante un par de años con Los Decadentes tocamos todos los fines de semana en boliches y bailes del gran Buenos Aires. Ahí te nutrís de gente muy diferente, capaz otro pibe de mi edad conocía a sus compañeros de facultad y yo conocía al dueño de una bailanta en Jose. C. Paz, a Guillermo Coppola, gente de muchos ámbitos muy distintos. Mi universo fue un volcán durante mucho tiempo, ahora hace un tiempo que estoy haciendo equilibrio y veo más el sol. Ya estoy más curtido y más feliz, aunque agradezco haber vivido todo eso. Pero me llevan a tocar a Sauce en una discoteca de Corrientes y en seguida me voy a hacer amigos y me van a invitar a comer un asado. La gente te huele y yo también lo huelo”.
Con su sombrero vueltiao (que, hay que decirlo, le queda pintado), Nico Landa habla en su música de sus innumerables viajes, viajes en los que, con la misma curiosidad por revolver la “basura” musical que sus hermanos mayores, el autor de “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” (compuesto con Andrés Calamaro) fue encontrando los ingredientes para descubrir su propio imaginario, musical y poético: “Me gusta la música popular, grasa, la música del pueblo de interior, en general siempre denostada. A nosotros todo ese bastardismo nos encanta. Yo tuve una época en los 90 en que viajé mucho sólo a investigar porque tenía guita y podía hacer lo que quería y viajaba por muchos pueblos de Texas, Tennessee, a Memphis, a Nashville, fui a vivir, a investigar, ver bandas, a curtirla. Mucho Tijuana, San Diego, El Paso. Me sobraba sed de aprender y vivir aventuras. Tengo un inglés horrible, pero nunca tuve problemas. Y lo mismo me pasó en Chaco o en Formosa y toda la zona del Litoral argentino. Igual no sé si prefiero estar tomando whisky en un pool con toda gente que no conocés hablando en guaraní y no entender una palabra, que estar en Texas, donde por lo menos entendés algo”. Nico grabó un disco de cumbia santafesina aún inédito, uno de los discos perdidos de un artista que pide a gritos ser investigado en profundidad: “La mía no es ni la cumbia blanca, ni la cumbia cheta ni la cumbia de Niceto: yo hice un disco de cumbia santafesina, que es un género que surgió en los setenta de la mano del maestro Juan Carlos Denis, que es guitarrista de Los del Bohio. En algún momento quiero hacer un disco de cumbia norteña, otro de cumbia peruana, como también tengo pensando en algún momento hacer un disco de punk rock. Después de todo, el punk es lo que mejor se hacer y es más fácil para mí, pero me motiva mucho más mi laburo con el grupo y todo esto del Country litoraleño, que es un chiste pero que tiene algo mágico. Es un hallazgo porque es algo que no existe y que lo hicimos realidad. En el disco hay un canción que se llama ‘Más fuerte que un viento Norte’, que marca el lado para donde estamos yendo. A mí me fascinan los íconos de litoral profundo, la mitología y las historias de la gente, mezclar todo el imaginario nuestro del litoral, toda esa franja del continente que va de Zárate brazo largo hasta Porto Alegre. Eso mezclado con lo que soy yo, que soy más porteño que Anibal Troilo”. Entre los amigos que Landa fue haciendo por aquí, por allá y por todas partes figura David Byrne: “Lo conocí en 1997 con los Decadentes. Y una noche en New York teníamos una fecha y no tenía mi acordeón para tocar y se me ocurrió ir a tocarle el timbre a la casa a ve si tenía uno; y me dijo que sí, que tenía un acordeón y que me lo prestaba, así que nos fuimos los dos a la fecha, él con su bicicleta y yo con su acordeón a tocar con Los Decadentes. Ahí nomás me dijo: ‘venite mañana a casa con el acordeón que te quiero regalar algo’. Y cuando fui me regaló como 100 discos de su sello Luaka Bop y nos quedamos toda la tarde tocando la guitarra y ahí nos hicimos amigos. El chabón se quedó medio loquito conmigo de todo lo que yo sabía de la fantasía de la música latinoamericana, la música paraguaya y el chamamé, y de hecho en el libro de él, Diarios de Bicicleta hay 5 hojas que habla de cuando nos conocimos. Así como me hice amigo de David Byrne también me hice amigo de Antonio Ríos, el cantante del grupo Sombras, o a Germán de Mal Momento o el cantante de Los Leales. Los pongo a la misma altura, porque son pares”.
La edición de su nuevo disco (a cargo de El Bajo Producciones) puede llegar a significar para Los Animalitos una posibilidad de que la banda empiece a ser más conocida, algo que le haría justicia a canciones que tienen un potencial comercial enorme: canciones como “Chica del barrio Obrero”, “Silencio de amor” o “En el aire” confirman el ya sabido talento de Nico Landa para contar en poco más de tres minutos historias simples y flasheritas, que hablan de tomar mate y charlar, de lo liberador que puede ser tener un amor en un barrio obrero y de amores mesopatámicos a la sombra de los lapachos: canciones directas potenciadas por los increíbles arreglos vocales de Alfredo Vargas (también bajista) y con un excelente trabajo de guitarras a cargo de Javier “Calcu” Hernandez y Gutty Gutierrez. “Tenemos una filosofía como banda que es que nos matamos de la risa. Si tenemos que ir a tocar a Misiones y si son catorce horas de viaje nos matamos de la risa durante catorce horas. Hace mil años que estamos inventando un montón de chistes muy pelotudos en un estado de idiotez muy grande, y uno de ellos, entre miles de chistes pavotes es el de ‘hasta la alegría siempre’ (nombre de una de las canciones del disco). Nos reimos mucho cuando Macri se puso a hablar de la revolución de la alegría. Y me chupa un huevo eso, para nosotros es un grito de guerra, lo de la alegría es algo genuino que nos permitió seguir hasta ahora enfrentando cada situación que nos tocó a vivir. Nosotros vamos a ensayar como si fuera el último día del mundo”. Landa, que ahora chequea su celular y advierte que está por llegar el pibe que le viene a comprar su Playstation, logró con su trabajo de hormiga que la agenda de la banda creciera año a año: “Con el chiste del Country Litoraleño empezamos a entrar en otros circuitos: empezamos a laburar en fiestas provinciales correntinas y misioneras, incluso con comunidades correntinas o misioneras de Buenos Aires. Y ahí empezamos a hacer versiones de temas como ‘Cantalicio vendió su acordeón’ de Mario Bonfil o de Los de Iguamaré, o Zito Segovia. Para mí cada viaje es una aventura de conocimiento y de aprendizaje, yo creo que con todo te quedas con algo. Todo lo que nosotros hacemos lo vivimos de una manera bastante tribal, que eso es algo que aprendí de estar tocando con Los Decadentes durante tantos años”. ¿Será que los años le dieron a Nico Landa más confianza? Más o menos: “Más bien confianza en lo cachivache que es todo y que uno está ahí haciendo equilibrio y surfeándola. Tenemos más conocimiento: la edad o te hace más sabio o te hace más pelotudo. Pero es más natural que te haga más sabio. Todo el mundo nos dice que somos una banda que la va a pegar y que los temas son pegadizos, pero si hubiésemos estado esperando a que nos invitaran a tocar aún estaríamos de brazos cruzados esperando. Inventamos otra cosa, que no tiene nada que ver con pegarla. Nosotros nos hicimos un circuito alternativo: nosotros nos fuimos inventando lugares para ir a tocar y ahora tenemos una agenda grande de lugares. La primera vez fuimos a dormir a la casa de algún músico, después capaz tocamos en un centro cultural y después de ir un par de veces vas a un hotel; hay lugares a los que ya fuimos a tocar 20 veces. Era eso o seguir esperando, porque la posta es que sobrevivimos a los ponchazos: ahora hace 15 días que no tengo un sope, pero ahora en un rato vendo la Playstation y ya puedo invitar a almorzar a alguien. Mi vida es así”.
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