Domingo, 20 de agosto de 2006 | Hoy
FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: VíCTOR HEREDIA Y “ELEANOR RIGBY”
Por Victor Heredia
En aquella época, quienes éramos seguidores de algún grupo de rock, encargábamos los discos en el negocio correspondiente apenas leíamos o nos enterábamos por algún amigo mejor informado de la cercanía de tal o cual aparición. Por eso mi disco Revolver de Los Beatles, ése que comenzó a marcar el alejamiento definitivo de los escenarios del grupo, me esperaba frente a la estación de Paso del Rey, en el único negocio del barrio, aquella tarde invernal de un mes que ya no recuerdo, aunque sí que corría 1966. Debo confesar que cualquier canción de los cuatro magníficos me sumía en un mundo tan mágico como excluyente, pero “Eleanor Rigby” me hizo llorar. Aún me hace llorar. Después de tantos años, la historia de la solitaria que fue enterrada allí mismo, en la iglesia “junto con su nombre”, o la imagen de aquel padre McKenzie, a quien nadie le prestaba atención en sus sermones, siguen representando para mí uno de los momentos más emocionantes de mi vida en cuanto a la música se refiere. El tremendo arreglo para el cuarteto de cuerdas, la voz inconfundible de Paul y la maravillosa conjunción de los coros son para mí el mejor ejemplo de buen gusto e inteligencia de cómo debe resolverse una canción. Quizá la mano de George Martin —el mismo que después imaginara “Pepperland Suite” y tanta belleza musical— le haya dado los toques clásicos necesarios al talento innato de los cuatro de Liverpool, pero la cadencia y la armonía natural del tema indican la soltura intuitiva con que letra y música se fueron emparentando. Es obvio que no hice un análisis de esta naturaleza cuando, sentado en el piso de baldosas de mi refugio y frente al tocadiscos, escuché treinta veces o más, sin poder seguir adelante en el disco, esta increíble balada sobre la gente solitaria. También podría confesar que en aquellos tiempos me costó superar el trance de enamoramiento que me produjo esa escucha. Ya no me importó ningún otro grupo por aquel entonces: escuchaba pero no aceptaba nada que no superara lo que en estado emocional me había producido quien “remendaba sus calcetines por las noches”. Creo que pasaron muchos años hasta que “Eleanor Rigby” y su triste y solitaria presencia permitieran que Emerson, Lake & Palmer con su “Cuadros de una exposición de Mussorgski” inundaran otra vez de asombro a mi corazón. Pero siempre vuelvo, infatigablemente, a ella, mi primer gran amor. Quizá porque sea una manera de volver a la adolescencia y a la mágica, íntima sensación de pertenecer a un mundo donde la realidad se funde con la belleza y ambas, con los sueños.
“Eleanor Rigby” está considerada prácticamente una canción bisagra en la discografía de Los Beatles —que anuncia incluso los tiempos del Sargento Pepper—, debido a su letra oscura que habla de la muerte y la soledad (“miren a toda esa gente solitaria”) y a la tristeza que sobrevuela a sus personajes. Según contó Paul McCartney, antes de llamarse Eleanor, el primer nombre que se le apareció para la mujer “que levanta el arroz en la iglesia” fue Daisy Hawkins. Más tarde, caminando por Bristol, mirando los nombres de los comercios, se encontró con uno llamado Rigby y decidió rebautizarla. “Entonces llevé la canción —cuenta— a la casa de John, en Weybridge. Nos sentamos, nos drogamos y la terminamos.” El nombre de pila, Eleanor, fue tomado de Eleanor Bron, una actriz con la que habían trabajado en la película Help! El otro personaje de la canción, llamado originalmente padre McCartney, pasó a ser el padre McKenzie para que nadie creyera que se trataba del padre de Paul, quien obtuvo el nuevo nombre buscando uno en la guía telefónica.
Lanzada el 5 de agosto de 1966 simultáneamente en el álbum Revolver y en un simple con la canción “Submarino Amarillo”, “Eleanor Rigby” estuvo cuatro semanas en los charts británicos (en Estados Unidos nunca escaló más allá del undécimo puesto). Muchos músicos han hecho covers de esta canción, entre ellos, Aretha Franklin, Ray Charles, Tony Bennett, Joan Baez, Diana Ross & The Supremes, John Denver y los Boston Pops.
En los años ‘80 se encontró la tumba de una Eleanor Rigby verdadera en el cementerio de la Parroquia de St. Peter en Woolton, Liverpool, a pocos pasos del lugar en que McCartney y Lennon se conocieran en 1957.
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