Domingo, 20 de agosto de 2006 | Hoy
POLéMICAS > GüNTER GRASS REVELó QUE FUE SS
Empatía, decepción, enojo, consternación: así de amplio es el abanico de reacciones ante la confesión de Günter Grass de haber sido parte de las Waffen SS del Tercer Reich. Acá, las declaraciones, las reacciones y el fragmento de la autobiografía que desató todo.
Hasta ahora, las biografías de Günter Grass registraban un vínculo entre el escritor y el ejército del Tercer Reich: en 1944, el conscripto Grass había sido reclutado para desempeñarse como personal antiaéreo, aunque luego sirvió al ejército como soldado. Luego de ser herido el 20 de abril de 1945, fue llevado a un campo de prisioneros de guerra por las tropas norteamericanas.
Sin embargo, el 12 de agosto, el mismo Grass reescribió públicamente la historia. Durante una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung en la que hablaba de Al pelar la cebolla, la autobiografía que iba a publicar a principios de septiembre, confesó que no sirvió en el ejército sino en las temidas Waffen-SS, específicamente en la décima división de tanques, llamada Frundsberg. Creada en 1933, originalmente la SS no formaba parte del ejército sino que era considerada una parte armada del Partido Nazi, destacada por su eficaz y despiadada brutalidad.
Según el relato de Grass, a los quince años se ofreció como voluntario para servir en los submarinos, pero fue rechazado. Dos años después, a los 17, fue reclutado por la SS y asignado a la división Frundsberg. Entrenado durante el otoño e invierno, peleó en la retaguardia alemana en Lausitz durante marzo y abril del ’45. Sin embargo, desorientado en el caos de los últimos meses de la guerra, Grass asegura no haber disparado jamás. La herida del 20 de abril y la detención en el campo norteamericano permanecen inalterados en la historia.
Sus declaraciones textuales fueron:
“Finalmente se sabe. La cosa fue así: yo me había ofrecido como voluntario, no para las Waffen-SS sino para servir en submarinos, que era igual de loco. Pero ya no estaban tomando a nadie. Y las Waffen-SS tomaban a cualquiera a quien pudieron echarle mano en los meses finales de la guerra, 1944/1945. Eso corría para los conscriptos y también para hombres mayores, generalmente enviados por la Fuerza Aérea (los llamaban ‘donaciones Hermann-Goering’). Cuanto menos bases aéreas nos quedaban, más personal de tierra terminaba en unidades del ejército o de las Waffen-SS. Lo mismo pasaba con la Armada. Para mí, y estoy seguro de que recuerdo esto correctamente, las Waffen-SS no eran al principio algo para asustarse, si no más bien una unidad de elite a la que siempre mandaban a lugares problemáticos y que, según los rumores, sufría las mayores bajas.”
Grass explicó que se ofreció de voluntario principalmente para “alejarme de las estrecheces, de la familia. Quería terminar con eso, por lo que me ofrecí de voluntario. Hay algo más que fue raro: me alisté a los 15 años y de inmediato olvidé los detalles del proceso. Fue lo mismo para muchos de mi misma edad: estábamos en el servicio de trabajo y, de repente, un año después, la orden de conscripción estaba sobre la mesa. Fue entonces que debo haberme dado cuenta de que era las Waffen-SS”.
Al preguntarle si sentía culpa, Grass contestó: “¿En ese momento? No. Después, el sentimiento de culpa me pesó como una desgracia”. No fue hasta que escuchó el testimonio del líder de la Juventud Hitleriana, Baldur von Schirach, en Nuremberg: “Supe que los crímenes realmente habían acontecido”.
Más tarde, Grass pensó que “lo que había hecho con mis escritos era suficiente”. Los años ‘50 no le parecieron el mejor momento para hablar: “Estábamos bajo Adenauer, horroroso, con todas esas mentiras, con toda esa niebla católica. La sociedad de esos días tenía un almidón que ni siquiera existía bajo los nazis”.
Las declaraciones de Grass han despertado fuertes reacciones en Polonia. Políticos del gobierno han pedido que se le quite el cargo de ciudadano honorable de la ciudad de Gdansk, y el ex presidente Lech Walesa ha dicho que si él fuera Grass, renunciaría inmediatamente a tal honor. El editor y periodista polaco Adam Michnik le ha respondido a Walesa: “En sus novelas, ensayos, entrevistas y apariciones públicas, Grass ha criticado y expuesto siempre los crímenes del nacionalsocialismo, incluidos los cometidos en Polonia. Durante años, Grass ha sido el mejor amigo de Polonia en Alemania, y ha pagado un precio alto por ello. Los nazis lo atacan por insistir en reconocer la frontera Oder-Niesse. Los comunistas, por apoyar la democracia desde el extranjero... Olvidar esto sería tonto y desagradecido. Y sería vergonzoso negarlo por un error cometido en 1944, cuando era muy joven”.
Salman Rushdie: “Grass ha pasado su vida adulta oponiéndose a las ideas con las que se casó siendo un chico, y eso ya es un acto de coraje. Es mi amigo y esto no va a cambiar mi relación con él”.
Roman Bucheli, periodista del Neue Zürcher Zeitung: “Al final de la entrevista, el diario menciona a Paul Celan. A fines de los ‘50, Grass vivió en París durante cuatro años y fue amigo suyo. De él, recuerda: ‘Pasaba la mayor parte del tiempo enterrado en su trabajo, y atrapado en un miedo tan real como excesivo’. Grass no se detiene a considerar la posibilidad de que los miedos de Celan provinieran de los acechantes y silenciosos vacíos a los que él sólo ahora empieza llenar. Es imposible imaginar lo que hubiera pasado si Celan hubiese sabido que su amigo había pertenecido a las Waffen-SS”.
Martin Walser (78), escritor: “El más responsable de nuestros contemporáneos no puede revelar después de 60 años que aterrizó en las Waffen-SS sin arte ni parte. Esto deja bajo una luz devastadora el clima actual de aceptar los modos normalizados de pensar y hablar. La declaración de Grass debería servir de lección sobre este clima moral tan flexible”.
Joachim C. Fest (79), historiador: “A este tipo no le compraría un auto usado. No entiendo cómo alguien se presenta por sesenta años como la conciencia de la nación y ahora va y admite que estuvo así de involucrado”.
Ralph Giordano (83), escritor: “Peor que cometer un error político es rehusarse a admitirlo. Grass hizo eso internamente por un largo tiempo, y ahora lo hizo público. Para mí, él no pierde credibilidad moral, de ninguna manera”.
Walter Jens (83), filólogo: “La admisión de Grass es balanceada, precisa y razonable. Un maestro de la pluma que reflexiona y considera: ‘¿Qué es lo que no conté en mi larga vida?’. Lo hizo y se ganó mi respeto”.
Erich Loest (80), escritor: “Grass no debe ser acusado por lo que dijo. Era muy joven y no tenía a nadie que lo protegiera. Yo también quería registrarme en las Waffen-SS, pero el director de mi escuela me frenó. Lo que Grass debería contarnos es por qué sólo habla ahora del tema”.
Klaus Theweleit (64), ensayista y académico: “Es una campaña de publicidad para un adicto a la notoriedad que acaba de terminar un libro. Cuando Grass ve en una encuesta que el 102 por ciento de los alemanes no sabe quién es, se le ocurren estas ideas”.
Michael Jeismann, periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung, y que ha escrito sobre la historia de la división panzer Frundsberg, en la que se enroló Grass: “Su última misión, que no cumplió, fue sacar a Hitler de Berlín. En otras palabras: Grass podría haber liberado a Hitler. Pero los panzer se quedaron en Spremberg y Grass no liberó a Hitler”.
Klaus Bölling (77), periodista y vocero oficial del gobierno entre 1974 y 1981: “No quiero hacer juicios morales. Y esta revelación no disminuye su trabajo literario. Pero, como contemporáneo suyo, me pregunto: ¿por qué un hombre tan inteligente, que se ve como el Praeceptor Germaniae, no mencionó esto hace muchos años?”.
Ivan Nagel, escritor judío que de niño debió esconderse en Hungría por la misma época en que Grass servía en las SS: “Yo mismo no tenía de qué sentir vergüenza, siendo uno de los perseguidos, y sin embargo no pude hablar del tema durante 55 años. Así que entiendo a Günter Grass, que sólo ahora es capaz de hablar de su vergüenza y su desgracia. La vida no es un libro de referencia que uno puede hojear a voluntad, ni un manuscrito terminado que uno puede publicar cuando quiere”.
Süddeutsche Zeitung, 14/08/2006: “La tendencia que tiene Grass a moralizar de modo tajante siempre fue un poco desubicada. Aun ahora, con su confesión, sigue hablando de la ‘niebla’ de la época de Adenauer, justo cuando prueba que él también aportó a esa niebla”.
Frankfurter Rundschau, 14/08/2006: “Es una pena que lo haga de este modo gritón y en este momento, cuando es insoslayable pensar que está promoviendo su nuevo libro. Este tipo de cosas no puede ser usado para crear un nuevo best-seller, porque le roba credibilidad a la confesión”.
Michael Wolffsohn (59), historiador: “¿Tú también, GG? ¿También vas a transpirar de a poco la verdad? El momento de oro para hablar fue abril de 1985, cuando Alemania y el mundo debatían la visita del canciller Helmut Kohl y el presidente Ronald Reagan al cementerio de Bitburg: ¿era correcto que fueran a un cementerio de soldados de las Waffen-SS? Fueron. Entonces, GG debió ponerse de pie y decir que estuvo involucrado. De todos modos, lo que está quedando devaluado ahora es el moralismo de GG, no su ficción”.
Dieter Wellershoff (80), escritor, que también combatió como voluntario, pero lo admitió mucho antes: “La declaración de Grass no debe ser usada para condenarlo moralmente. Vivimos en el mundo en que nacimos. No quiero juzgar que Grass se tomara tanto tiempo para romper su silencio sobre su rol en el nacionalsocialismo. Posiblemente les tenía miedo a la furia de los críticos”.
John Irving: “Mi amigo y alguna vez mentor Kurt Vonnegut llamaría este balbuceo nacionalista en la prensa alemana una ‘tormenta de mierda’. Lo que leo en las editoriales de los diarios y los comentarios de colegas, críticos y periodistas de todo el espectro político es lo siguiente: están desollando de un modo predecible e hipócrita la vida y el trabajo de Grass, desde el cobarde punto de vista de lo que se debería haber hecho. Grass me sigue pareciendo un héroe, como escritor y como brújula moral”.
Hellmuth Karasek (72), crítico literario: “Si hubiera admitido antes que estuvo en la Waffen-SS, hubiera arriesgado perderse el Nobel. Grass se lo merecía más que cualquier otro escritor alemán. Pero, de golpe, todo aparece desde un ángulo nuevo”.
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