Domingo, 20 de agosto de 2006 | Hoy
SALí
Por Carolina Prieto
Una obra escrita en versos rimados con aire campero y un humor constante y variopinto (ingenuo, sarcástico y hasta guaso). Un dúo protagónico lleno de matices a cargo de actores talentosos. Una anécdota tragicómica poblada de ribetes metafóricos. Música en vivo de lo más estimulante y visualmente imperceptible, a cargo de un hombre orquesta casi escondido. Estos ingredientes se combinan en El niño argentino, la última creación de Mauricio Kartun, autor de más de veinte piezas y reconocido maestro de dramaturgia.
Mike Amigorena es el joven al que alude el título, un muchacho de la oligarquía criolla que viaja en barco a París, a comienzos del siglo XX, vestido de punta en blanco y confinado por su padre a la oscuridad de la bodega durante lo que dure el periplo, por haber cometido estupro. Allí, convive con su peón (Osqui Guzmán) y una vaca Holando argentina (María Inés Sancerni). El cruce entre este chico bien, algo afeminado, cínico, de a ratos muy lúcido y hasta encantador, y un gaucho en un principio pura bondad e ingenuidad, que además cuida al animal como a una novia, cautiva desde la forma y del contenido. Lejos de cansar, los versos divierten y sorprenden, a la vez que despliegan la complicidad entre esos dos mundos y entretejen la tragedia.
Kartun no es complaciente con sus criaturas: las bajezas, los lados oscuros asoman en patrón y criado; mientras que los intérpretes despliegan una gama de recursos bien interesante. Sobre todo Amigorena, impecable en el rol del soberbio que seduce y daña lo que su paisano más adora. Guzmán enternece y también impacta cuando su gaucho transmuta en argentino chanta y bacán al llegar a París. En suma, una puesta sobre la traición, la venganza y el derroche como sombras de una sociedad que, un siglo después, siguen titilando.
El niño argentino. De miércoles a domingos a las 20.30 en la sala Cunill Cabanellas del San Martín (Corrientes 1530). Entradas entre $ 8 y 15.
La misma elegancia, la misma petulancia, la falta de escrúpulos, la lucha de sexos y hasta una escenografía despojada de sillones negros que recuerda a Decadencia, de Steven Berkoff. Diez años más tarde, el trío Szuchmacher-Pelicori-Peña vuelve a sumergirse en el vacío existencial y el tedio aristocrático con Quartett, una obra potente y muy cínica del autor alemán Heiner Müller (el mismo de Máquina Hamlet), inspirada en la novela Relaciones peligrosas, de Laclos.
Pelicori es la marquesa de Merteuil y Peña el conde Valmont, en un encuentro tardío en sus vidas. Ya corrió mucha agua debajo del puente, sin embargo ella toma desde el comienzo la iniciativa, ansiosa por revivir alguna pasión que le dé sentido a sus días. Lo que sigue es un duelo verbal de unos cincuenta minutos a buen ritmo: el paso del tiempo, la vejez, el cuerpo como sede de pulsiones imperativas y finalmente la muerte, se encadenan mediante un mecanismo puramente actoral. De a ratos, los personajes se proponen “actuar”: así es como Merteuil asume el rol de Valmont y viceversa, o el conde se convierte en una tímida joven, una de sus víctimas predilectas. Y éstos son los pasajes más luminosos: tal vez por la extrañeza que produce escuchar un discurso femenino en boca de un hombre (y lo contrario). Pero, sobre todo, porque es allí cuando surge, en los dos actores, una expresividad genuina, nada afectada. Voces, emociones y gestos que atraen y hasta emocionan.
Unos sutiles cambios de luces y sonidos de un órgano marcan el paso de una situación a la otra, en un encuadre general de tono contemporáneo. Müller define la pieza como una comedia. Y en parte lo es: si bien el deseo de conquistar sexualmente, de manipular y de destruir al otro son protagonistas, también lo son la ironía, los juegos de palabras y lo escatológico.
Quartett Los martes a las 20, los viernes y sábados a las 23.15 en ElKafka (Lambaré 866). Entradas entre $ 12 y 20.
Flacucha y con ojos vivaces, Cocó asoma en escena con patines, minifalda, capita y sombrero de piel, todo en estudiadísimo composé rosa y blanco, para compartir en vivo una emisión de FM Cocó, el programa que conduce y en el que es absoluta protagonista. Bien podría tener un programa de cable, pero esta mujer —cuyas piernitas temblequean sobre las ruedas e imposta una endeble seguridad— eligió el éter para comunicarse. En realidad, el encuentro con el otro es un bluff: los oyentes y el productor son la excusa, el espejo para que la damisela proyecte su mundo interior, un compendio de conocimientos esotéricos, viajes antropológicos, saberes múltiples y experiencias sentimentales que no logran tapar la profunda soledad, la angustia ni el desconcierto.
Sin la típica nariz roja del clown, Luanda Santanera compone un personaje entrañable (trata, a toda costa, de ayudar) y desopilante (echa mano de recursos impensados): da consejos para una primera cita, recita haikus de su autoría, tira el tarot con un juego de cartas incunable (los arcanos no son otros que ella misma en distintas posiciones) y, obviamente, interpreta y predice la suerte de su público. La pitonisa en cuestión participará del Primer Festival de Clown del Centro Cultural Ricardo Rojas, donde durante seis días se dará cita lo mejor del género local. Habrá estrenos, seminarios, conferencias, workshops y hasta un encuentro de los integrantes del Clú del Claun, el mítico grupo disuelto a fines de la década del ‘80, referente clave de la movida under porteña. Dónde si no en la sala Batato Barea, en tributo a uno de los fundadores de la agrupación. Gabriel Chamé Buendía y Hernán Gené (llegados de España), Guillermo Angelelli y Cristina Martí recordarán viejos tiempos y contarán nuevas experiencias.
FM Cocó. El 24 de agosto a las 20.30 en el Rojas (Avenida Corrientes 2038). Entrada: 7 pesos. Programación completa del I Festival de Clown Rojas-UBA: www.rojas.uba.ar
Ya pasada la fiebre de las vacaciones de invierno y si aún sobreviven padres con algunos pesos y ganas de sacar a pasear a sus hijos, tres músicos son capaces de divertirlos, emocionarlos y hasta hacerlos improvisar ritmos, sacudir el cuerpo y gritar un poco. La lá canciones es un recital comandado por la actriz y cantante Karina Antonelli (ex integrante de La Banda de la Risa, la compañía de Gallardou), dueña de una voz sugestiva y de un histrionismo capaz de expresar la más sincera y hasta contenida emoción, o la parodia más grotesca. La acompañan dos músicos sólidos que se embalan en el juego como chicos: Osvaldo Belmonte en piano, acordeón y coros; y Pablo Fernández en percusión, voz, coros.
Un juego de cartas da pie a un recorrido musical en el que cada canción encierra una anécdota, sin caer en los lugares comunes de las propuestas infantiles. Hay momentos tiernos pero no pegajosos, una inquietante canción sobre la guerra y varias sobre el desamor, en un encadenamiento ágil que sobrevuela un abanico de emociones como la alegría, el encantamiento, la tristeza y la desilusión. Los ritmos suenan bien rioplatenses: candombe, murga, milonga campera y hasta se cuela una canzonetta.
En una de las escenas más delirantes, Antonelli deviene la Ruperta, una mujer de campo torpe y machona, con mucho de la Eulogia, la compañera de Inodoro. Pero más allá de los diferentes climas, las voces y los instrumentos suenan siempre afinados, en un repertorio muy variado con temas de Eduardo Mateo, Rubén Rada, León Gieco y Mariano Mores, que no fueron pensados originalmente para los chicos. Con dirección de Marcelo Subiotto (actor que integra el elenco de Rey Lear en el San Martín), el grupo despliega, sin pompa ni efectos escenotécnicos, el encanto de la buena música en breves e intensas historias.
La lá canciones. Los domingos a las 14 en NoAvestruz (Humbolt 1857). Entrada: $ 10 (menores de tres años, gratis).
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