Domingo, 8 de octubre de 2006 | Hoy
FAN › UNA ACTRIZ ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: INGRID PELICORI Y EL EXILIO DE GARDEL, DE PINO SOLANAS
Por Ingrid Pelicori
No soy demasiado cinéfila, ni suelo volver a ver las películas que me gustaron. Es más: muchas veces se me borran. Tampoco recuerdo las escenas. Debe ser porque no suelo contar las películas. Hay gente que cuenta películas y de ese modo las fija. Yo no. No voy demasiado al cine, hago teatro y voy mucho al teatro. Si algo resigné en la vida fue el cine. Pero me acuerdo que una vez fui a ver una película con una tía. Yo era chica y la película me gustaba mucho. A cada rato le preguntaba a mi tía: “¿Falta mucho?..., ¿falta mucho?”. “Pero ¿qué pasa –me preguntó ella–, estás aburrida?” “No, no quiero que termine”, le dije. No me acuerdo ni qué película era, pero reconozco esa sensación. No me pasa muy a menudo, más bien cuando voy al cine siempre estoy queriendo que termine la función.
Pero con una película me pasó algo distinto. Fue con El exilio de Gardel. Yo estaba viviendo en París. Era el año ’85. Yo no me había exiliado, me había ido siguiendo a mi pareja de aquel momento que había ido a hacer un postgrado allá. Me fui sabiendo que volvía y que era una experiencia corta, pero igual oficié de nostálgica.
Tal vez por eso El exilio de Gardel me impactó tanto. No sé si la película es redonda, ni si es perfecta, ni si es la película que más me gustó en el mundo; pero me emocionó muchísimo.
No me acuerdo en qué cine la vi. Ni casi nada. Sólo me acuerdo de la canción de la cucaracha y de la bombacha y del tango, el baile y París vista así y los puentes, recuerdo mucho los puentes.
El exilio de Gardel transcurre en París y en la Argentina. Es una película muy fresca. Toda esta mezcla del tango, el exilio, los iconos nuestros, París vista así... Y yo a veces me siento como la “argentinidad”: me gusta el tango y todo lo argentino. Y la película toca muchísimo esos temas y desde una estética muy novedosa.
La película está hablada en francés y en castellano. Obviamente en París lo que estaba subtitulado era lo que estaba hablado en castellano, algo muy raro para mí. Ahí te das cuenta de lo mal que se subtitula, cómo se pierden cosas, cómo no era eso lo que se decía. Recuerdo que en el cine me preguntaba “qué entiende toda esta gente de esto”. Un poco como me pasó mucho después cuando me voy de gira a otros países como actriz, y tanto cuando a la gente le gusta una obra como cuando no le gusta, en cualquier caso, siempre me pregunto “¿Qué ven?”. Siempre me llamó mucho la atención eso. El teatro es tan local y le habla tan a su contemporáneo y cuenta tanto con la resonancia de un momento que, la verdad, no sé qué queda sin todo ese contexto.
Con El exilio de Gardel también me pasó así. Para mí tenía tanto significado todo lo que veía, que no me podía imaginar qué significaba todo eso sin ese bagaje. Tengo la vaga idea de que la película gustaba, pero no sé muy bien cómo ni por qué. Tal vez porque tenía una estética bastante atractiva. Sé que a mí me conmovió por otras cosas. Yo estaba ahí, en París, tenía veintipico de años y vivía extrañando. Me había ido en total por un año y dos meses. Pero extrañaba.
Además, era un momento bastante particular. Era el regreso del exilio. Yo vi volver el exilio. Era un momento esperanzado, aunque después no haya sido tan fácil ni tan simple. Me acuerdo de un muchacho que estaba por volver y que decía: “Acá para mí nada tiene sentido, allá todo tiene sentido”. Y yo sentía que podía comprender perfectamente esa sensación. Todavía hoy me pasa: cuando estoy afuera de Buenos Aires siento como si no fuera realmente la vida, como si fuera otra cosa, como si estuviera en un paréntesis. Extraño mucho esa cosa argentina de amucharse los unos con los otros, la amistad, el psicoanálisis, esa manera tan particular que tenemos de vincularnos. Después, andando un poco por el mundo, me di cuenta de que era algo sólo de acá, algo que no existía en otros lugares. Y lo extraño muchísimo cuando viajo. Casi no concibo la vida sin esa manera de vincularse, me parece vacía.
Nunca volví a ver El exilio de Gardel. Ni siquiera una parte. Quedó fijada así, a aquel recuerdo.
Ingrid Pelicori celebra 10 años de trabajo junto a Horacio Peña y al director Rubén Szuchmacher en Quartett, una obra de Heiner Müller. Las funciones son los martes a las 20; viernes y sábados a las 23.15; y domingos a las 18 en ElKafka, Lambaré 866, 4862-5439.
El exilio de Gardel (Tangos) (también conocida como Tangos, el exilio de Gardel) fue escrita y dirigida por Fernando “Pino” Solanas, y la protagonizaron la actriz francesa Marie Laforet (en lugar de Charo López, que según Solanas plantó a la producción a último momento), Miguel Angel Solá, Philippe Leotard, Marina Vlady, Georges Wilson, Lautaro Murúa, Ana María Picchio, Gabriela Toscano y Eduardo Pavlovsky, entre otros. La producción y la dirección artística también fueron de Solanas, quien contó con dos asistentes de dirección que más tarde se convertirían en realizadores: Gaspar Noé y Ana Poliak.
Con un estilo teatral, un clima marcadamente onírico y una serie de metáforas sobre la identidad nacional encarnadas en las figuras de Gardel (que se corporiza, entre neblinas azuladas, en un París artificial, estilizadísimo) y de San Martín, El exilio de Gardel (Tangos) narra la puesta en escena de una obra por parte de un grupo de artistas argentinos y uruguayos en el exilio político en París durante la última dictadura militar argentina. Solanas se había exiliado en Francia después del golpe de 1976: su partida, como la de sus compañeros de generación, determinó el desbande del proyecto que llevaban adelante con el Grupo Cine Liberación. En distintos momentos, que saltan del surrealismo a un realismo más crudo, se evocan los secuestros llevados a cabo por los militares, así como se simboliza a desaparecidos y sobrevivientes a partir de una coreografía en la que confluyen unos muñecos inanimados y un cuerpo de baile (las coreografías estuvieron a cargo de Margarita Bali, Adolfo Andrade, Susana Tambutti y Robert Thomas).
El autor de la obra dentro de la película es el personaje Juan Dos (Solá), quien la ha bautizado “Tanguedia” (así es como definía también el propio Solanas a su película, en una suerte de cruce genérico entre tango y tragedia).
La música de la película fue compuesta por Astor Piazzolla, José Luis Castiñeira de Dios y el propio Solanas, y grabada íntegramente por el Quinteto. El rodaje se realizó a lo largo de seis semanas en París y otras seis en la Argentina durante 1985. El estreno local fue el 20 de marzo de 1986.
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