Domingo, 8 de octubre de 2006 | Hoy
SALí
Exquisiteces de la cocina vietnamita.
Por Cecilia Sosa
Sofisticado, picante y encantador: GreenBamboo, un restó vietnamita que, desde la esquina de Costa Rica y Fitz Roy, invita a descubrir la extraña fusión de sabores de la comida taoísta preparada por embajadoras con credencial.
El ambiente es cálido y narcótico, reinan los dragones, el cuero, la luz de un Vietnam en paz y una pizca de Hollywood de los ‘50. ¡Corra a ocupar los boxes del fondo! En el piso (pero cómodos), iluminados por velas, la vida se ve pasar desde otro lugar.
¿Cómo empezar? A no dudarlo: un trago del barman belga inspirado en los paisajes del Vietnam tropical. Descubra el Picante desierto, Algo de pasión o Purple Geisha, embriagantes brebajes de frutas exóticas, licores dulces y colores que achinan dulcemente los ojos.
Ahora sí: a pedir variado y compartir. ¿La iniciación perfecta? Goi Thit Ga, una bandeja de delicias vietnamitas con láminas de pollo y rebanadas de cerdo, acompañada de tiernas hojas verdes y hierbas aromáticas, verdeo, ananá, naranja y pepino con salsa Nuoc Cham. Todo listo para zambullirse de lleno en un pollo marinado en cítricos, jengibre y coco relleno de arroz; o en unos Sui Cao, ravioles al vapor rellenos de carne de cerdo, hongos shitake y verdeo. ¿Cómo resistirse a un Muc Hiem Bo, calamar frito marinado en curry, ginger y chili dulce, si llega servido en impredecibles salsas de limas, maracuyá y tomates picantes? ¿Opción para exquisitos? Una degustación de salmón.
A la hora de los postres, sólo déjese llevar por la combinación asiática y la más antigua tradición de la pastelería francesa. Imperdible el Nem Ban Coc (roll crocante con crema de coco, bananas y almendras) y el Socola (mousse de maracuyá con corazón de chocolate).
Y a no preocuparse por la digestión. Todo (hasta la cuenta) viene bendecido por Ho Chi Ming que sonríe desde lo alto y también desde sus vistosas réplicas en cajitas de fósforos que se dejan llevar a casa.
Green-Bamboo queda en Costa Rica 5802. Reservas al 4775-7050. Abre todos los días a partir de las 20.30.
Con picante aparte, comida mexicana artesanal en San Telmo.
Por Cecilia Sosa
El local es raro: pequeño y trepado a una escalera que se eleva por la calle Defensa, casi Chile. Pero se consiguen comidas mexicanas artesanales a precios que ya no parecen posibles en la nueva Buenos Aires multicultural. Cancún fue el primer bar de tacos, tapas, cazuelas, fajitas y enchiladas que llegó al país con aval internacional: en los ‘80 fue Florida (EE.UU.), luego Puerto Vallarta (México) para al fin desembarcar en el microcentro porteño y, en mayo de 2003, en la república de San Telmo.
Los platos son sabrosos, económicos y generosos. El picante viene aparte, para adaptarse al paladar nacional. Y el paisaje sencillo y cálido ayuda a la degustación aventurera: mesas de madera, individuales de papel, previsibles láminas de Diego Rivera, velas de noche, algún sombrero de ala ancha y arreglos navideños prematuros u olvidados desde siempre.
Al mediodía rige el “almuerzo promoción”: tres opciones de platos más bebida a sólo $ 9,95. Y por un pesito más se accede al café o ¡al panqueque con dulce de leche! Para los que no quieran renunciar a nada también hay almuerzos o cenas completas (a $ 19,95) que incluyen entrada de quesadilla de muzzarella, tomate y verdeo; plato combinado (fajita de carne o pollo, chile con carne, frijoles negros y arroz pillat) y postre del día.
En Cancún también se consiguen auténticos desayunos mexicanos: huevos rancheros (dos huevos fritos sobre tortilla crocante, frijoles negros y queso derretido), por si hacía falta, bañados en salsa; y omelettes de frijoles, choclo, cebolla y panceta ahumada. Para empezar a pleno la mañana...
Cancún es atendido por sus dueños-cocineros que ponen televisión y piano al servicio de sus comensales. También ofrece delivery y tortillas caseras para sorprender en casa. No se cobra extra por cubiertos y se aceptan todos los tickets.
Un lugar donde indefectiblemente se brinda con Margarita.
Cancún queda en Defensa 680, 4343-9444/7447. Abre de martes a sábados de 10 a 16 y de 19 al cierre.
Sandwiches y ensaladas gourmet, hasta las 5 de la tarde.
Por Cecilia Sosa
En la esquina de Rivadavia y San José, en pleno centro porteño, sorprende Entrepanes, una sandwichería gourmet donde encontrar deliciosas y naturales opciones para los mediodías laborables. Pizarras verdes escritas con tizas de colores reciben en la vereda con el menú del día: exquisitos entrepanes recién horneados, ensaladas y tartas hechas en casa. Las promos van entre 7 y 9 e incluyen sandwich o ensalada del día, más bebida y bandeja de frutas frescas.
El lugar es amable y alojador. Una pequeña ochava verde pálido con mesas de madera, un mostrador en eterno movimiento, revisteros repletos y sorprendente música de María Rita y ¡Björk! Una escalerita conduce al breve salón del primer piso donde otro grupo de mesitas permite espiar la esquina desde arriba y sentir que se nubla el corazón de la ciudad.
A despertar porque llega el pedido, en bandejita de colores, delicadamente envuelto en celofanes y listo para saborear. Entre los sandwiches (gigantes y nunca a más de 7 pesos) ganan Peceto (con tomates asados, rúcula y pesto de menta en pan de campo), Hongos (con bondiola, espinaca y hongos en pan de campo), Napolitano (tomate albahaca y muzzarella) y Jaimito (jamón, queso, cebollas asadas, hongos y mayonesa de hongos), la última creación.
Las ensaladas son superpotentes, se precian como único plato e invitan a experimentar opciones: Variedades (jamón crudo, hongos, rúcula y tomate), Noelia (remolacha, zanahoria, manzana, jamón, queso y crema de choclo) y Verde + verde (choclo en granos, tomatitos, rúcula y más verdes), entre muchas otras.
En Entrepanes los almuerzos tardíos (después de las 14.30) se premian con café de regalo. Que viene en vaso y sabe más rico. La casa también ofrece desayunos y meriendas a pura repostería casera. A no perderse la torta de nuez, los brownies y bizcochos de maíz y coco que salen calentitos.
Entrepanes queda en Rivadavia 1400 (esquina San José), 43831387. Abre de 9 a 17. Hay delivery.
Algo más que chivito en una esencial parrilla uruguaya.
Por Julieta Goldman
Los hermanos argenguayos Carlos y Alberto Quevedo se instalaron en Argentina hace más de tres décadas, pero hace apenas dos años armaron La Celeste, “parrilla y almacén de Montevideo”.
El universo oriental que invade el local de Palermo está acompañado por toques de fútbol. Todas las mesas están decoradas con individuales de papel con una foto de la selección uruguaya de 1950, única vez que la celeste obtuvo una copa del mundo, en la final del Maracaná, conducidos por el capitán Obdulio Varela. Además, de las paredes cuelga la bandera de Uruguay, fotos de Enzo Francescoli, de Darío Silva (goleador de la selección, que se accidentó hace pocos días y le amputaron una pierna) y de Diego Forlán (jugador de la selección actual). De fondo se oyen, casi obligadamente, los coros murgueros de Jaime Roos.
Imposible no degustar algunas de las múltiples combinaciones del plato típico uruguayo: el chivito. Una de sus opciones es el abundante Chivito canadiense (pan catalán tostado, mostaza, lechuga, huevo, chivito, tomate y papas fritas). También hay una parrilla a la vista que exhibe achuras y carnes para todos los gustos, entre las que se destaca el Tacuarembó reloaded (chinchulines gratinados con nuez, queso azul y mozzarella), el matambrito a la pizza o la pamplona de pollo. Para los comensales vegetarianos hay variedades de ensaladas y todas llevan nombres de playas. Así, la clásica Caprese fue rebautizada Cabo Polonio. Si aún hay valientes que se atreven a continuar con las degustaciones orientales, el vino Tannat es otra posible elección, de sabor áspero y, según los dueños, sin nada que envidiarles a los vinos argentinos. Por último, una extensa lista de postres tentadores: chajá de Paysandú, flan de Fidel, budín de la tía Lula, volcán de chocolate de Piriápolis y postre Massini de Montevideo.
La Celeste, “una parrilla tan uruguaya como Gardel”, dispone de un amplio sector para fumadores y de un patio para aprovechar la primavera que todavía no termina de asomar.
La Celeste queda en Medrano 1475, 4827-5997. Abre al mediodía y a la noche.
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