Domingo, 8 de octubre de 2006 | Hoy
MúSICA > TIMOTHY DUFFY Y LA FUNDACIóN MUSIC MAKER
Cuando era joven, el músico y productor Timothy Duffy trataba de aprender los viejos estilos de guitarra de los músicos del Sur de EE.UU. Pero le decían que no sería fácil, que los viejosbluesmen estaban todos muertos. Sin embargo, en la universidad conoció al mítico Guitar Slim, luego a muchos más, y se dio cuenta de que no encajaban en la industria musical. Por eso fundó la Music Maker Relief Foundation, que provee de asistencia a bluseros rurales, cultores de un arte que se creía en vías de extinción. Además, la Fundación graba discos y sale de gira. Y, en su paso por la Argentina, su creador habló con Radar.
Por Claudio Kleiman
Durante esta última semana, la Argentina recibió la visita de una nueva embajada blusera, algo que no se veía desde los primeros años de la década del ’90, cuando desembarcaron en estas tierras los más ilustres próceres del género, como Albert King, Albert Collins, Taj Mahal, Buddy Guy y el gran B.B. King, que llegó a convertirse en una presencia casi habitual.
Esta vez, los artistas que nos visitan son mucho menos conocidos, pero igualmente auténticos, y además forman parte de una historia fascinante, que tiene que ver con la Music Maker Relief Foundation, una fundación creada por Timothy Duffy y su esposa Denise, con el fin de proveer albergue y asistencia (desde las cosas más elementales como ropa, comida y atención médica hasta instrumentos y contrataciones) a músicos de blues desconocidos u olvidados.
La gira denominada Del Country Blues a la electricidad, que pasó por La Plata, Córdoba, Rosario y Buenos Aires, el pasado viernes y sábado en el Teatro N/D Ateneo (culminando esta noche en el Colegio Naciones Unidas, de Monte Grande), unió a Captain Luke, Beverly “Guitar” Watkins y Tim Duffy con el crédito local, Miguel Botafogo y su grupo, para unos conciertos cargados de emoción y fibra blusera.
Fanático del blues, mezcla de músico, empresario, coleccionista, productor, etnomusicólogo y filántropo, Timothy Duffy, un rubio amable y grandulón de 43 años, fundó la Music Maker Relief Foundation (algo así como “Fundación para la asistencia de los hacedores de música”) en 1994, paralelamente con el sello discográfico Music Maker, que lleva publicados hasta el momento 75 CDs. Su entusiasmo incansable lo llevó a conseguir el apoyo y adhesión de grandes nombres como los Rolling Stones y Eric Clapton, gratamente sorprendidos ante los descubrimientos de Duffy, en su mayoría bluesmen rurales cultores de una forma de arte que se creía perdida o en vías de extinción. Lo acompañan en esta primera visita dos exponentes bien diferenciados del amplio espectro blusero: Captain Luke tiene 80 años y, además de cantar con profunda voz de barítono y tocar mouth arp (arpa de boca), es un consumado storyteller (narrador de cuentos) nacido en Greenville, South Carolina, cuya música tiene raíces en el “Sur profundo” y la experiencia de la comunidad afroamericana en esa región, desde los minstrel shows hasta grupos vocales de gospel. Además es un consumado artista folk produciendo lámparas, autos en miniatura y ceniceros con materiales reciclados, como maderas y latas de cerveza.
Beverly Watkins tiene 59 años, y el sobrenombre “Guitar” bien ganado. Comenzó aún adolescente, tocando con Piano Red a fines de los años ’50. Es cultora de una forma de blues eléctrico, crudo, que haría enorgullecer a Muddy Waters o a los Rolling Stones de los comienzos. Nominada para los W. C. Handy Awards (equivalente al Grammy del blues) en el 2000, su apariencia tímida y casual se transforma en escena, comandando desde su voz y su guitarra una interpretación vibrante y plena de energía.
Contento ante el descubrimiento de una nueva tierra fértil para el blues, Duffy contó para Radar cómo es eso de convertirse en algo así como el “ángel guardián” y protector de artistas que son portadores de las raíces de un género y una forma artística, el blues, que alimenta muchas de las expresiones más importantes de la música popular contemporánea.
¿Tu interés en el blues comenzó como músico?
–Sí, tratando de aprender esos viejos estilos de guitarra de los artistas del Sur, que es algo que no podés aprender de los libros o en una clase. Para conocer esos estilos realmente profundos tenés que ir y buscar a los viejos intérpretes. Eso fue lo que hice.
¿En qué trabajabas en ese momento?
–Nunca tuve realmente un trabajo formal. Siempre andaba por ahí con un grabador y una cámara, y me mantenía tocando la guitarra con un dúo que tenía por entonces. Justo antes de esto estaba trabajando para la universidad en un estudio sobre Guitar Slim y otros viejos guitarristas de blues, y todos me decían que estaban muertos, que ya no existían. Cuando conocí a Guitar Slim me di cuenta de que estaban equivocados, y él enseguida me presentó a un montón de grandes artistas. Más adelante, cuando estaba por morir, me presentó a Guitar Gabriel, para que pudiera continuar mi educación. Al poco tiempo estábamos con Gabriel tocando juntos, vendiendo aceites medicinales –porque él venía de esa tradición–, t-shirts y casetes. Luego pasamos a tocar en lugares como el Carnegie Hall, el Lincoln Center y en toda Europa. Pero cuando traté de conseguir un contrato discográfico, me di cuenta de que esos músicos no encajaban en la industria de la música. Así fue que comenzamos la Music Maker Relief Foundation, y al mismo tiempo comenzó mi vida como fund raiser (persona que se dedica a conseguir donaciones) profesional. Porque en Estados Unidos las donaciones para organizaciones sin fines de lucro te eximen de pagar impuestos. Así que aprendí a conseguir donaciones, como una manera de ayudar a esta gente.
¿Quiénes fueron los primeros artistas de Music Maker?
–Captain Luke, Macavine Hayes, Mr. Q, Willa Mae Buckner, Guitar Gabriel, John Dee Holeman, Etta Baker, Big Boy Henry, Algia Mae Hinton, Cootie Stark, principalmente artistas de country blues (blues rural) de Carolina del Norte, el llamado “estilo Piedmont”. Luego comencé a ir a Georgia, y conocí a Eddie Tigner, Beverly Watkins, John Lee Cigar, Essie Mae Brooks, Drink Small; en Nueva Orleans conocí a Little Freddie King. Aún ahora ayudamos a gente que vos pensarías que son muy famosos, como Ruth Brown, y nos llaman porque están pasando por momentos muy difíciles.
¿Por qué pensás que sucede eso?, ¿es como un remanente de las épocas de segregación?
–Martin Luther King cambió muchas cosas, hemos recorrido un largo camino, pero pienso que la segregación y el racismo son aún muy reales y siguen existiendo, en Estados Unidos y en todo el mundo. Lo que hizo la industria de la música, y sigue haciendo hasta hoy, es tomar a cualquier joven intérprete blanco de blues, como Joe Bonamassa o quien sea, y darle un gran empujón promocional. No vas a ver a ningún intérprete negro de blues que reciba apoyo de la industria, con algunas pocas excepciones, como Keb Mos y algún otro.
Pero sí sucede con otros estilos, como el hip hop.
–El hip hop es una historia diferente, porque ellos aprendieron cómo vender discos dentro de la industria –como Puff Daddy, Dr. Dre–, y ahora poseen sus propios sellos y marcaron una gran diferencia. Pero esta gente (del blues) está tocando básicamente una música de origen rural, vienen de las granjas, no tienen estudios. Y los nietos de la gente que inventó el blues aún están vivos, y la cultura de la que surgieron, afroamericanos de clase trabajadora pobre, los ignora. Si vas a Winston, Salem, todavía es como una ciudad segregada. Hay un lugar donde viven los blancos ricos de la industria del tabaco, y otro lugar donde vive la gente negra, y pocos se aventuran a entrar. Pero cuando yo entré allí, conocí a un montón de gente grandiosa que tenía toda esa música para ofrecer al mundo; así que lo que hace Music Maker es tratar de reconectar y derribar los estereotipos. La música trasciende los temas de raza, de dinero, porque todo el mundo ama la buena música. Y el blues es una música que ha influenciado prácticamente a todas las demás.
¿Cuáles son las diferencias entre Music Maker, la fundación y el sello discográfico?
–Empecé como un productor discográfico profesional, y en todos mis contratos la fundación era un tema menor. Pero en el año 2000 todos esos contratos terminaron, y mi esposa y yo tuvimos que decidir si concentrarnos en el sello discográfico o en la fundación, y optamos por esto último. En este punto, el sello discográfico existe como un medio de ayudar a estos artistas a editar CDs y que reciban lo que les corresponde, pero realmente no somos un sello competitivo, a la manera de otras compañías dedicadas al blues, como Fat Possum o Alligator, que se focalizan en vender discos.
¿Cómo funciona la Fundación?
–Todavía es básicamente una industria casera; tenemos mi casa, y luego un edificio separado donde están las oficinas y el estudio de grabación, un galpón donde armamos los CDs, y una casa de huéspedes donde los artistas pueden venir y quedarse, en Hillsbrough, Carolina del Norte. Somos sólo cuatro personas: mi esposa y yo, una asistente de administración y un supervisor de programas. Buena parte de nuestro tiempo lo dedicamos a conseguir donaciones y a seguir a cada uno de los artistas, ver quién está enfermo, atender sus necesidades. Este año licenciamos un disco a Francia, que vendió 10 mil ejemplares, y todos los meses estamos mandando de gira a artistas del sello a ese país. También hay una Expedición de Pesca en Costa Rica patrocinada por Taj Mahal para ayudar a la Fundación. Tenemos un Festival de Blues en Washington DC, con Derek Trucks (guitarrista de los Allman Brothers y artista solista), que cuenta con sponsors importantes, como Volkswagen; y también editamos un documental que está saliendo en cuatro volúmenes de CD/DVD, Drink House to Church House. Hay una miríada de actividades.
¿Cómo fue que Taj Mahal se involucró con la Fundación?
–Yo estaba trabajando en Warner Brothers, tratando de hacer un disco de duetos de gente como Bonnie Raitt y Eric Clapton con artistas de Music Maker. Le mandé un paquete con todos los discos a Taj Mahal, y le pareció una gran idea. Cuando fui a visitar a B.B. King, él estaba grabando su álbum Deuces Wild, con invitados; me invitó a una sesión con los Rolling Stones, y también estaba Taj Mahal en el estudio. Así fue que nos conocimos personalmente, y a partir de ahí nos hicimos muy amigos. Taj dice que sabía que todos esos intérpretes de blues estaban vivos, pero no sabía sus nombres ni cómo ubicarlos, y a través mío conoció a gente como Etta Baker, que falleció recientemente, y Cootie Stark. Armamos una gira por 48 ciudades de todo el país, grabamos el disco de Taj Mahal con artistas de la Fundación (Music Makers with Taj Mahal); él realmente ha colaborado muchísimo, de una manera muy práctica.
“La gente del blues toca música de origen rural, vienen de las granjas, no tienen estudios. Los nietos de quienes inventaron el blues aún están vivos, y la cultura de la que surgieron los ignora. Hay pueblos como Winston, Salem, que todavía son como una ciudad segregada. En un lugar viven los blancos ricos de la industria del tabaco, y en otro vive la gente negra; allí pocos se aventuran a entrar.”
Taj Mahal se convirtió en una especie de “padrino” de la Fundación, pero además hay otros artistas conocidos que prestan su colaboración.
–Sí, los Rolling Stones, Eric Clapton, B. B. King, Pete Townshend, Elvin Bishop, Bonnie Raitt, Jackson Browne, Derek Trucks, Susan Tedeschi; cada uno tiene un nivel diferente de compromiso, algunos prestan su nombre, otros nos mandan cheques o nos regalan una guitarra para que podamos venderla, algunos como Kenny Wayne Shepherd han participado en grabaciones; pero cuando llegás a los artistas más grandes esto último se hace difícil porque tenés que pasar por los managers y las compañías grabadoras. Tenemos unas grabaciones magníficas con Eric Clapton, pero no podemos editarlas.
¿Te sorprendiste del interés que existe en la Argentina por la música de blues?
–Este año ha sido el más importante desde que empezamos; hicimos una gira por Australia, estuvimos en Francia, Alemania, Escocia, Irlanda, y ahora la Argentina. Parecería que existe más interés afuera que en nuestro propio país. En cuanto a la Argentina, Taj Mahal me contó que había tocado aquí con Albert Collins y Albert King, me dijo que Botafogo había tocado con ellos, me lo recomendó sin reservas... También escuché un compilado que lanzó Putumayo Records, llamado Blues Around the World, una porción de los fondos de ese disco va para la Fundación. Allí hay un tema de Taj Mahal, y también algo de Botafogo, que me pareció muy bueno.
¿Cómo conocieron a Botafogo?
–El vino a un show nuestro en Washington, y se interesó muchísimo. Luego escuché los CDs y me di cuenta de que era un guitarrista de blues muy sólido, de mucho peso. Por eso nuestros artistas confían en él, es la primera vez que salimos sin nuestra propia banda, usualmente viajamos con 9 músicos. Sabemos que va a hacer un buen trabajo.
¿Cómo ves el estado del blues actualmente?
–Yo creo que el blues nunca va a morir, es una cosa espiritual. Hace reír a la gente, la hace llorar, es algo que tiene una buena historia. Y cada vez se hace más grande. A casi todo el mundo le gusta el blues, y quieren saber acerca de esta música. Probablemente, en la raíz de cualquier música popular, en todo el mundo hay algo de blues.
¿Te parece que es un buen período con respecto a la popularidad del género?
–Yo existo en los márgenes de la industria discográfica, así que no podría decirte si está vendiendo discos, si están tratando de inventar otro Stevie Ray Vaughan (no sé si va a volver a existir, quizá sí). Pero en nuestros viajes por el mundo veo que la gente busca el blues de raíz; cuanto más auténtico y real, más les gusta. Así que hay algo dentro de esta música que la gente está buscando, y eso es bueno.
En Estados Unidos, ¿la gente joven se interesa por la música de blues?
–Tenemos artistas jóvenes a los que les va muy bien. Little Pink Anderson –el hijo de Pink Anderson, que fue de donde Pink Floyd tomó su nombre–, Cool John Ferguson, un grupo llamado Carolina Chocolate Drops, que está teniendo mucho éxito, y tenés gente como Corey Harris, Keb Mog. Hay un montón de gente joven interesada en el género, chicos de los colegios vienen a la Fundación a investigar de qué se trata. Quizás en este momento en que el mundo está tan loco, y hay tanto descontento con la política de los Estados Unidos, es una reacción contra todo eso, están tratando de encontrar algo auténtico y real. Ves cada vez más chicos agarrando banjos y mandolinas, buscando algo con sustancia para sus vidas.
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