Domingo, 27 de mayo de 2007 | Hoy
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Una artista plástica elige su obra favorita: Marina Bandin y El ciervo en la pintura, de Marcelo Pombo.
Por Marina Bandin
En lo primero que pensé fue en una postal que me regaló el artista Marcelo Pombo. La fui llevando a todos mis talleres, pero últimamente me mudé mucha veces y se perdió. Era una guirnalda rosa. La guirnalda es un objeto que aparece mucho en mis trabajos desde hace más de diez años. Además, durante mucho tiempo yo también trabajé en rosa. Me llamó mucho la atención la casualidad. Pero me metí en Internet a buscar esa imagen y no la encontré. Encontré otra, la del ciervito.
Es una de sus obras más recientes, creo que nunca la mostró en Buenos Aires. La elegí porque tiene que ver conmigo. Yo tengo algunos poemas escritos sobre ciervitos. Pero también podría haber sido cualquiera del 90 por ciento de las obras de Pombo. Me parecen geniales. La verdad, no me acuerdo cómo conocí la obra de Pombo, no sé cómo fue. Me esfuerzo por pensar una justificación académica de por qué me gustan tanto sus obras pero la verdad es que no la tengo. Es algo mucho más emotivo. Lo que hace me parece monumentalmente bello y no tengo muchas otras palabras fuera de algo así.
Siempre encontré muchas cosas en común con su obra. Nuestras vidas no se parecen pero hay cosas con las que me identifico mucho. Y con las que no me identifico, me encantaría identificarme. Pombo tiene algo especial, una intención en relación con lo bello, con lo bueno, con lo positivo. Me gusta esa intención. Aun cuando después el resultado no sea tan así y sea más complejo. Siempre tuve la intención de hacer algo lindo. Pero siempre hay gente que me dice “esto es fuerte” o “raro” o “denso”.
Toda la obra de Pombo lleva mucho trabajo. Hay muchas capas de pintura, detalles, texturas. Trabaja con esmalte. Hay mucha técnica y después la imagen es fresca, simple. No se ve todo ese trabajo y eso me gusta. Veo sus obras como respuesta y en contraste con esas instalaciones más modernas. Me parece abismal la fuerza que logra en una sola imagen. Para mí la plástica debería ser así: que no haga falta que al lado de la obra haya una planta para que la obra signifique otra cosa. Me gusta que la imagen no requiera de nada extra, ni siquiera un vidrio o un marco para darle más valor. Por ejemplo, esta obra de Marcelo no la vi nunca en directo. La veo en una horrible impresión de Internet y sin embargo es muchísimo todo lo que me trasmite. Eso me pasa con la obra de Pombo: está todo ahí.
En la mayoría de mis obras hay animales. Y el ciervo es uno de mis animales favoritos. Es el símbolo del animal de cuento, de fábula infantil. Tiene que ver conmigo. Una vez estaba en Bariloche y me llevaron a hacer una visita por la zona. En el micro la guía hablaba del ciervito patagónico, un animal típico del lugar. Lo empezó a describir como una cosa hermosa, chiquito, particular, y terminó diciendo cuáles eran los meses en los que se podía cazarlo. Fue casi gracioso. Después escribí esto:
Dar a luz a un ciervito patagónico
Algunos sólo alcanzan a medir 50 cm y, al igual que los caballos, apenas nacen ya caminan.
De todos los animales que se matan por gracia
me cuesta pensar en uno más hermoso,
más dulce, más indefenso.
Apenas nazca lo voy a tapar con una mantita tejida del color del sol,
para que le dé calor, para que duerma cobijado en estas noches tan frías del sur.
¿Cómo será mi panza de grande
con esas cuatro largas patas
dentro mío?
Los hombres se ríen como si no hicieran nada.
Mi ciervito despertó y también sonríe;
y corre, corre, corre...
Ya casi no puedo verlo.
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