Un documental llamado Escrito por la señora Bach, de reciente estreno en salas londinenses con auspicio de la Academia Británica del Cine, está perturbando el sincopado sueño de tantísimos aficionados al grandioso compositor Johann Sebastian Bach. Basado en un estudio homónimo de 2011 escrito por Marvin Jaervis, profesor de la Universidad Charles Darwin de Australia, el film postula, afirma, reafirma y “comprueba” que algunas de las mejores partituras del músico no serían de su autoría sino de su segunda esposa, Anna Magdalena. La teoría, descartada hace unos años, cobra ahora nuevo vigor, postulando que tanto el aria de Variaciones Goldberg, el primer preludio de El clavicordio bien temperado: Libro I, como las suites para violonchelo serían, en realidad, obra y gracia de la soprano alemana.

Refutando lo harto conocido —que Anna sólo transcribió obras de su último período—, el catedrático se basa en un análisis caligráfico y explica que la escritura carece del peso y la calma de un simple copiado, automáticamente acreditando su responsabilidad a la mujer. “La velocidad de la escritura y el espacio entre los ascensos de la pluma sugieren composición en lugar de reproducción”, resume la sinopsis fílmica. Empero, otras voces especializadas disienten.

Para el excelso violonchelista británico Steven Isserlis, que despachó sus pareceres en una columna de The Guardian, son puras patrañas. “¿Por qué la gente es tan crédula cuando se trata de la música clásica?”, se interroga por escrito, y luego: “Anna Magdalena Bach no escribió las suites de Bach, y Anne Hathaway no escribió las obras de Shakespeare, y George Henry Lewes no escribió las novelas de George Eliot, y Freddie Starr no se comió al hámster de su mejor amigo”. Y más tarde: “¿Por qué estoy tan seguro de que el propio Bach compuso las suites? En parte, debido al sinnúmero de conexiones entre estas y muchas de sus otras obras. Pero fundamentalmente porque el lenguaje —la perfección de su enunciación— es un claro y puro JS Bach. ¿Zanjado el asunto?