Domingo, 26 de octubre de 2003 | Hoy
VALE DECIR
Pateando
el tablero
Los fabricantes del Monopoly pusieron el grito en el cielo y el asunto en manos
de sus abogados. Es que un tal David Chang, de Pennsylvania, ha lanzado al mercado
un simpático juego de mesa llamado Ghettopoly (algo así como Guetopolio),
en el cual los participantes no se sacan los ojos por adquirir los edificios
más costosos de Nueva York, sino que compiten por objetivos más
humildes tales como la construcción de barrios pobres, fumaderos de crack,
monoblocks y complejos habitacionales comunitarios. Los representantes legales
de la juguetera Hasbro han iniciado la demanda, alegando que la versión
paródica de Chang viola el copyright de la compañía y ha
producido un “perjuicio irreversible” a su reputación. También
pretenden que Chang deje de vender inmediatamente su tablero, el cual, insisten,
“ha generado una tormenta de controversia por su contenido racista y altamente
ofensivo”. Entre las piezas que incluye el juego se cuentan una pistola
y una hoja de marihuana; en su logo se ve la caricatura de un negro con una
ametralladora y una botella de licor. Hasta el momento, Chang se limitó
a hacerse el sorprendido: “No puedo creer que me vayan a demandar”,
dijo, y prometió dar pelea. Y los jugueteros argentinos se agarran la
cabeza, tan convencidos que habrán estado todos estos años de
que el verdadero Monopoly de los pobres era El Estanciero.
Sacá
el puma que hay en vos
Empezó el Mundial de Rugby en Australia y las chicas de los burdeles
locales les dan la bienvenida a los seleccionados visitantes y a sus legiones
de seguidores. Y no reparan en gastos: los más beneficiados por la iniciativa,
hasta el momento, vienen siendo los ingleses, para quienes las prostitutas oceánicas
de buen corazón han reclutado algo de personal extra, con experiencia
en sadomaso. También se supo que han acumulado un notable stock de látigos
y demás para este primer fin de semana. Robbie Swan, vocero de The Eros
Association (organismo de la “industria del entretenimiento adulto”
local), le dijo a la BBC que “han quedado sorprendidos por la alta demanda
que suele darse en las instancias previas a los grandes encuentros. Las chicas
están cuidando a otros fanáticos también (aparte de los
ingleses): por ejemplo, las de una casa de Sydney llamada Stiletto se han esmerado
en su saludo a la delegación argentina”.
La
escuela como ventana al mundo
El terrorismo docente crece a lo largo y a lo ancho del globo: la semana pasada,
dos héroes de la cruzada contra la ignorancia, en lugares bien distantes
del mundo, perdieron la paciencia y pusieron en acción sendas medidas
para contener a esos monstruos endemoniados que suelen ser los alumnos primarios
y bachilleres. Por un lado, el maestro chileno (de Barros Arana, Araucania)
encontró que la cinta adhesiva es, a veces, la única manera de
silenciar a los chicos para poder dar clase. Luego, ante el ataque de los padres
de los alumnos, debió decir que se trataba únicamente de un juego;
la policía local, por su parte, aportó oficialmente la temible
opinión de que “el docente no está psicológicamente
preparado para tratar con niños. Uno podría creer que es gracioso
y, es cierto, ¿quién no querría hacerles eso a los niños
a veces? Pero es una acusación seria y nos la estamos tomando seriamente”.
El caso, mucho más interesante, tuvo lugar en otro punto del Tercer Mundo
y fue más o menos así: una profesora de una escuela de Casablanca,
Marruecos, lanzó a dos alumnos por la ventana del aula, que está
en un primer piso, por hacer demasiado ruido. Uno de los chicos –de nueve
años de edad– fue hospitalizado con un hombro fracturado y heridas
faciales, y el otro, de diez, salió apenas rasguñado. Se supo
que la profesora les había advertidoque haría lo que finalmente
hizo si no se callaban. “No la escucharon”, fue la respuesta oficial
de la escuela, que se las arregló, más o menos, para defender
a su personal: “Deberían haber escuchado”, agregaron. “La
maestra sufre de depresión”.
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