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Domingo, 26 de octubre de 2003

HOMENAJES

Lo bello y lo triste

Tenía todo para convertirse en el icono de una generación, pero murió a los 23 años de sobredosis en una vereda de Los Angeles. Entonces Hollywood tuvo todo para convertirlo en leyenda, pero prefirió cubrirlo con un manto de silencio. Como si fuera poco, el 31 de octubre se cumplen diez años de su muerte y no hay un solo homenaje planeado: sus películas no están editadas en DVD, algunas ni siquiera se consiguen y nadie pensó en una biografía o un documental. Por eso, Radar recuerda con dolor a River Phoenix.

POR MARIANA ENRIQUEZ

Es muy extraño, pero la próxima Noche de Brujas, el 31 de octubre, se cumplen diez años de la muerte de River Phoenix y la maquinaria de Hollywood, siempre ávida de homenajes y resucitaciones, está quieta y silenciosa. Mi mundo privado, el film clásico de Gus Van Sant, el Rebelde sin causa de Phoenix, ni siquiera está editado en DVD, y eso que el otro protagonista es Keanu “Mr. Matrix” Reeves. Era esperable que el último gran actor joven recibiera, al menos, una reedición de sus películas, o el estreno de un documental sobre su vida y obra. Después de todo, nadie ha podido reemplazarlo y no hay un solo actor joven en el Hollywood actual con la mitad del talento de Phoenix.
El silencio avergonzado alrededor de la muerte de Phoenix no es nuevo y quiso atribuirse, en los últimos meses de 1993, al respeto. Es cierto: se celebró la actitud de un paparazzi que no disparó su cámara para atrapar la imagen del actor con convulsiones, agonizando en la vereda de Sunset Strip, fuera del club Viper Room de Johnny Depp; tampoco se abusó de la desesperada llamada de su hermano Joaquin, hoy famosísimo, al 911. Pero enseguida, cuando los resultados de la autopsia demostraron que Phoenix había muerto de una sobredosis (heroína, cocaína, Valium, etc.), la discreción dejó ver la hipocresía. Martha Frankel, periodista de Spin, escribía en enero de 1994: “Cuando llamé a los personajes de la industria para escribir este obituario, ninguno quiso hablar. Hollywood estaba dando marcha atrás, tratando de distanciarse todo lo posible de la muerte de Phoenix. Un publicista me dijo que su clienta, una actriz amiga de River, no iba a atenderme porque ‘no podía mezclarse con esta mierda’ y que lo último que necesitaba, ahora que le ofrecían buenos papeles, era tener algo que ver con las drogas. Otro agente usó una metáfora: ‘Pensábamos que iba a ser el Al Pacino de su generación, y terminó siendo su John Belushi. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso no es suficiente ganar un millón de dólares por película, ser joven y hermoso y que te chupen la pija cada cinco minutos? Este asunto me da asco’. Hollywood le dio la espalda. Cuando dejaron de hacer dinero con él, cuando hizo públicos sus errores y murió de una sobredosis fatal de cocaína y heroína, dejó de ser útil. Muerto, se convirtió en el hombre invisible”.
Algunos se animaron a hablar. Amigos incondicionales como Peter Bogdanovich (que lo dirigió en The Thing Called Love), Gus Van Sant, su ex novia Martha Plimpton, Rob Reiner (que lo descubrió en Cuenta conmigo) y hasta Johnny Depp, que recuerda esa noche como un antes y después en su carrera, quizá uno de los motivos por los que se exilió de Los Angeles y estableció residencia en Francia. Bogdanovich recuerda que los recelos de Hollywood pusieron a Phoenix en una lista negra virtual antes de su muerte. Escribía en Premiere en enero del 2001: “Usó drogas sólo una vez durante el rodaje de nuestra película. Pero el chisme llegó a Hollywood y entonces comenzó una actitud del tipo culpable hasta que se demuestre lo contrario. Lo irónico fue que River era tan convincente en su interpretación de un personaje autodestructivo, arrogante y vicioso que la gente creía que era el River real. Enviaron espías al set. Actuaba raro, decían, porque estaba drogado. Lo que sucedía era que estaba actuando diferente y muy bien. Nunca había hecho un personaje como ése: era la primera vez que interpretaba a un adulto. Lo estigmatizaron. Hasta le hicieron un juicio a su familia porque murió durante el rodaje de otra película, Dark Blood”.
Las teorías sobre por qué murió River Phoenix son muchas. Para los tabloides como el National Enquirer, fue un hipócrita que fingía una vida de vegetariano ejemplar, militante ecologista y de P.E.T.A. (People for the Ethical Treatment of Animals), y que en realidad escondía a un drogadicto fiestero. Para sus amigos actores como Dermot Mulroney y su esposa, la talentosa Catherine Keener, era un alma sensible que no soportaba el peso del mundo. Para sus amigos personales, la culpa fue de las malas compañías. Para Bogdanovich, fue una víctima del “método” del Actor’s Studio. Para su madre hippie, Heart Phoenix, murió porque “la tierra está muriendo y él quiso irse antes”. Ninguno apuntó lo más obvio, salvo el escritor Dennis Cooper, que escribió en 1994: “Era un chico. A veces parecía demasiado serio, incapaz de relajarse y disfrutar como lo haría cualquier chico en su posición. Salió una noche y tomó una mezcla letal de drogas. Pudo pasarle a cualquiera”.

EL HIJO DE LAS FLORES
En 1991, River Phoenix dio una rara entrevista, donde se atrevía a hablar de Hollywood y de las contradicciones de su vida. “Es como ser el hombre invisible. Uno está ahí parado, se empieza a desintegrar, no puede verse a sí mismo y siente que ha sido absorbido por una burbuja de brillantina gigante.” No hay una sola foto de Phoenix riendo, y en muy pocas esboza una sonrisa cruzada. Desconfiaba de la industria y de nada servía que a los diecisiete años lo nominaran a un Oscar (por Running on Empty de Sidney Lumet en 1988) o que posara en las tapas de las revistas para adolescentes como ídolo teen. Su incomodidad puede comprenderse mejor con la historia de su familia.
Nació en una cabaña en Oregon, hijo de padres hippies, recolectores itinerantes de fruta, John y Arlyn (que después tomó el nombre de Heart). Lo llamaron River por el río de la vida en Siddartha de Hermann Hesse. Poco después de su nacimiento en 1970, la familia se unió a la secta Niños de Dios y partieron hacia Venezuela como misioneros. River y su hermana menor, Rain (Lluvia), cantaban en la calle para conseguir dinero, y la familia dormía en una casilla de chapa infestada de ratas en la playa. Dejaron el culto en 1977, después de denuncias internacionales sobre abuso infantil, y volvieron a Estados Unidos. A esa altura, con su hermano Joaquin (llamado por sus padres Leaf, “Hoja”), todos eran veganos, vegetarianos radicales que no consumían ningún producto animal, ni siquiera miel o huevos. En 1980, los padres decidieron que sus encantadores hijos debían entrar en el mundo del espectáculo, según Heart Phoenix porque querían “usar los medios de masas para cambiar al mundo y River sería nuestro misionero”. Lo cierto es que desde entonces el chico de diez años se convirtió en el sostén económico de su familia hippie y lo es hasta hoy: su padre vive en Costa Rica, en un rancho ubicado en una selva virgen que River compró como acción de su militancia ecologista. En 1982 debutó en TV como el hijo menor en la serie Siete novias para siete hermanos y en 1986 ya era una estrella con películas importantes y actuaciones increíbles en Cuenta conmigo de Rob Reiner y La costa Mosquito de Peter Weir. Sus padres no creían en la escolarización de los niños, así que nunca fue a la escuela. Su amigo Dermot Mulroney instruyó a River sobre Sam Shepard cuando el escritor/actor/director lo convocó para Silent Tongue: “No sabía quién era, ni que había ganado el Pulitzer, no sabía lo que era un Pulitzer. Nunca conocí a una persona tan ignorante y tan inteligente al mismo tiempo”. Todos los testigos coinciden en que Phoenix no podía resolver la contradicción de una crianza “pura” con el empujón que le dieron sus padres para que se entregara a Hollywood, esa forma rara de hippies ansiosos por conseguir audiciones para sus hijos, ese pasaje de la burbuja contracultural/ecologista hacia la exposición más extrema.

EL ACTOR
Diez años después de su muerte, las películas de River Phoenix son raras joyas, algunas difíciles de conseguir. Las buenas y las malas tienen por lo menos una secuencia que deja sin aliento, y siempre es por culpa de River. Promediando Cuenta conmigo, Chris Chambers (River) le cuenta a su amigo que robó un dinero, pero quiso devolverlo, y nadie le creyó; después llora, y exclama: “Ojalá pudiera ir a un lugar donde nadie me conociera”. El director Rob Reiner contó: “Le dije que pensara en alguien que lo había decepcionado, porque le costaba llorar. Lo hizo, y ésa es la toma que quedó en la película. Después de hacerla, temblaba y lloraba tanto que tuve que abrazarlo. No tenía técnica alguna, era pura intuición. Cuando la cámara se encendía, siempre decía la verdad”. Running on Empty de Sidney Lumet, otra película central, es una rareza que marca la diferencia entre el Hollywood de hoy y el de ayer nomás: es la historia de dos activistas que, en los ‘70, pusieron una bomba en un laboratorio militar que producía napalm; en el presente están en la clandestinidad y cambian constantemente de identidad y domicilio, con sus hijos a cuestas. A pesar de ciertas concesiones en el guión (los protagonistas nunca mataron a nadie), la mirada de Lumet sobre los terroristas es comprensiva, idealista, incluso celebratoria, imposible de reproducir hoy en tiempos del eje del mal. La prueba es el personaje de Phoenix, el hijo mayor, que deja a sus padres para ir a la universidad (ellos nunca volverán a verlo). La impresión es que será un hombre maravilloso, piadoso e inteligente. Running on Empty es una película audaz y es notable que un actor de diecisiete años pudiera interpretar no sólo a un chico comprometido con la elección de vida de sus padres, sino también al fracaso de una generación; es un film casi autobiográfico.
Pero es Mi mundo privado la película a la que Phoenix le puso el cuerpo, y el alma. Mike Waters, su personaje, pertenece al panteón de las creaciones viscerales, en el límite con la realidad. Compuso una canción para la película con su banda Aleka’s Attic –también era músico–, una balada country preciosa llamada “Too Many Colours” que suena cuando Mike, su personaje, el taxi boy que sufre de narcolepsia, se entera de que puede ser hijo de una relación incestuosa.
El director Gus Van Sant contó, años después, que no había pensado en ese taxi boy como un personaje gay. La escena central es con Keanu Reeves, alrededor de una fogata, en un alto junto a la carretera. La improvisación de Phoenix tomó por sorpresa a todos: “Yo podría amar a alguien aunque no me pagara”, le dice Mike a Scott (Reeves). “Te amo, y no me pagas. Tengo muchas ganas de besarte.” La leyenda reza que en el set de Mi mundo privado Phoenix empezó a experimentar con drogas y tuvo un romance con Keanu, al que llamaba “mi Romeo”. Van Sant concede: “River se comprometía, y no podía hacer un personaje con el que no se involucrara. Quiso que Mike fuera gay, quiso redimirlo. Y lo hizo”.
River Phoenix no pertenece al panteón de actores que murieron jóvenes y se convirtieron en leyenda, y es difícil explicar por qué. ¿Le tocó ser el chivo expiatorio? Quizá. Pero se convirtió en un icono marginal, cuyo culto emerge en lugares inesperados. En una canción de Milton Nascimento, “Carta a un joven Ator”, escrita después de que el brasileño quedó hipnotizado por la actuación de Phoenix en La costa Mosquito: “Si te encontrara algún día/ tendría que confesarte que vi tus películas demasiadas veces/ para descifrar tus ojos”. En una canción del primer disco de Rufus Wainwright, “Matinée Idol”: “Cualquiera que haya visto esa belleza está marcado por la muerte”. En una canción de Red Hot Chilli Peppers, “Trascending”, escrita por su amigo, el bajista Flea: “Que se vayan al carajo las revistas/ La maquinaria ecologista/ La avaricia legal/ el mundillo inexistente”. Los fieles del culto Phoenix sienten que perdieron a un actor que no se presentaba como un mártir, pero era capaz de usar su soledad y su angustia para humanizar a los personajes, jugando en los límites del artificio. Gus Van Sant explica así el romance de Phoenix con la cámara: “En cine, importa lo que muestra el rostro del actor. En los que son realmente buenos, lo que se ve es dolor. Eso transmitía River: una hermosa desdicha”.

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