Domingo, 11 de enero de 2015 | Hoy
VALE DECIR
Que, en muchas ocasiones, la inspiración llega de lugares inesperados es un cliché con pies y cabeza. De lo contrario, difícil comprender qué pudo haber motivado a la joven escultora, ilustradora y dibujante Jessine Hein para encontrar su improbable musa en... una dentadura. No cualquiera, dicho sea de paso; ni de cualquier momento: son los dientes torcidos de David “Duque Blanco” Bowie, circa década del 70. Según dicta el acta de presentación de Hein, la artista “trabaja una gran variedad de estilos: desde la moda rosa hasta mórbidas temáticas grunge”. Y algo de estética morbosa se ha filtrado en su muy reciente obra, en la que se valió de resina, yeso y pintura acrílica para recrear parte del “encanto” de otrora del músico inglés.
“Los dientes fueron hechos a mano; no son material impreso. Usé una tonelada de fotografías como referencia”, aclara ella. Mientras tanto, webs y revistas del globo se debaten sobre la razón de ser de la pieza: “¡Es arte!”, defienden algunos. “Si no lo entendés, es tu problema”, argumentan otros. “¿No podés pagar un pedazo de la historia del rock? Hazlo tú mismo”, promueve el resto. Y el lema punk viene a cuento, porque el chiste no está a la venta (al menos, no de momento). Por lo demás, la gran mayoría lamenta que la exhibición David Bowie Is, del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, haya finiquitado el pasado 4 de enero; acaso hubiera sido la casa perfecta para los colmillos (e incisivos, premolares, molares...) del viejo Bowie, tanto más personales que los actuales de porcelana.
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