Domingo, 10 de abril de 2016 | Hoy
VALE DECIR
Si Madame Tussaud optase por figuras de cera (aún) más siniestras que las afamadas de celebridades, seguramente irían a parar al Morbid Anatomy Museum, una galería de Brooklyn, Nueva York. O, en honor a la exactitud, a su más reciente exhibición: House of Wax, que corre hasta fines de mayo, para albricias de curiosos que se deleitan con el arte de lo macabro de siglos pasados. Después de todo, ¿de qué otro modo definir a una versión tamaño real del asesino serial Friedrich “Fritz” Haarmann, también conocido en la década del 20 como el Vampiro de Hanover por desgarrar el cuello de sus víctimas –varoncitos adolescentes– a mordiscones? ¿O, por caso, la Venus desnuda que yace en el centro de la sala, luciendo sus entrañas al aire libre? Ni qué decir del niñato con difteria, o las caras de cera del rey Carlos XII de Suecia, el káiser Guillermo I de Alemania o Henrik Ibsen, que replican cómo lucían los mentados rostros en los respectivos lechos de muerte. Variedad de cabezas, manos y genitales, algunas con lepra o sífilis, completan la experiencia. Apenas una selección de piezas que solían exhibirse entre 1869 y 1922 en el Panopticum de Castan, museo de cera con sede en Berlín que, además de presentar shows en vivo (desde cantantes hasta ventrílocuos, pasando por freaks y bailarinas), atraía a grandes masas con sus obras anatómicas, rarezas patológicas, especímenes humanos reales, procedimientos quirúrgicos, bustos de asesinos, entre otras cuestiones enceradas. “El universalismo del siglo XIX tiene sus monumentos en este sitio, donde uno no solo ve todo: lo ve de todos los modos posibles”, anotó el propio Walter Benjamin sobre la “casa de monstruosidades” creada por los hermanos Louis y Gustave Castan, que ahora se traslada –más no fuera, momentáneamente– a Estados Unidos, por primera vez en su historia.
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