Domingo, 24 de julio de 2016 | Hoy
VALE DECIR
“Los cráneos han sido utilizados como copas, cálices y tazones durante siglos. Guerreros solían beber de las calaveras de los vencidos para subrayar su supremacía. Monjes tibetanos hacían lo propio con kapalas para reforzar la idea de fugacidad de la vida. El propio Lord Byron llegó a tomar vino de una taza hecha a partir de la cabeza de un monje que apareció en su propiedad; y, claro, escribió un poema al respecto: ‘Lines Inscribed Upon a Cup Formed From a Skull’, de 1808”, recuenta el artista norteamericano David Orr que, para su más reciente serie, se dispuso a fotografiar Perfectas Vasijas (Perfect Vessels), como llama a los numerosos cráneos que dispuso frente a su lente. Especímenes históricos del Mütter Museum, de Filadelfia, antaño recolectados por el anatomista vienés Joseph Hyrtl (1810-1894), que llegó a sumar hasta 140 con intención de estudio. Empero, además de seleccionar algunos ejemplares de tamaña colección, Orr hizo algo más que retratarlos: tomó la mitad de la imagen y, cual efecto espejado, duplicó en sentido inverso, creando calaveras ciento por ciento simétricas que, a su decir, “repitiendo imperfecciones se acercan a la perfección”. “En el día a día, un rostro con particularidades es más fascinante que uno equilibrado; en el arte, sin embargo, tengo estándares diferentes…”, arremete quien explora los ideales estéticos y culturales de belleza y proporción a través de cráneos. Los que, dicho sea de paso, pertenecieron a personas que padecieron raras condiciones médicas o murieron a tierna edad. “Desde que empecé este proyecto, no puedo dejar de imaginar cómo luce la estructura ósea de cuanta persona me cruzo por la calle. Siento que es lo único que percibo”, asegura hoy el pobre David, que palia obsesión con exitosa exhibición. Cada artista con su pena.
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