Domingo, 24 de julio de 2016 | Hoy
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MUSICA Desde 1982 y con alguna interrupción hasta su nueva encarnación en 2010, Swans se mantiene como una de las bandas más enigmáticas y fascinantes surgidas del post punk neoyorquino. Liderados por Michael Gira, en cada disco despliegan su fascinación por las temáticas y el imaginario religioso, místico y ocultista, al tiempo que revisitan el ruidismo y el sonido industrial que los hizo influencias de Sonic Youth y Nirvana. Antes de tocar por primera vez en Buenos Aires, Michael Gira habló con Radar de su nuevo disco, el épico y muy extremo The Glowing Man, de su fascinación por San Juan de la Cruz, de su adolescencia turbulenta –estuvo preso a los 16 en Israel; vendió su sangre para conseguir dinero– y de cómo fue creando en sus shows verdaderos exorcismos, rituales tan experimentales como catárticos.
Por Santiago Rial Ungaro
“Veo por tus preguntas que aún nadie te pasó el disco nuevo, ¿no?”. La voz de Michael Gira suena dulce y fría, amable pero también inconfundiblemente intimidante: ya hace más de media hora que está conversando por Skype sobre el regreso de Swans, banda clave del post- punk y la new wave de los 80 y aún vigente, y Gira (que también es dueño y fundador del sello independiente Young Gods Records desde 1991) se ofrece a enviar por mail The Glowing Man, el turbulento y hermoso canto del cisne de estos cisnes negros: allí se sintetizan con vehemencia las obsesiones que siempre distinguieron a Swans: la violencia, la religión, los estados de posesión y autohipnosis y, claro está, el amor total, ese que puede (y quizá también deba) romperte en mil pedazos, pero que también te llama tiernamente por tu nombre: “Yo soy un artista: eso es lo que hago, a esto me dedico. La vida es un proceso de descubrimiento permanente y siempre va cambiando lo que vas descubriendo a cada momento: hace poco descubrí al poeta español San Juan de la Cruz, ¿lo conocés? Es realmente hipnótico, aunque lo leí traducido”.
Es evidente en toda la discografía de Gira la fascinación por las temáticas y el imaginario religioso, aunque escucharlo hablar sobre el sufismo, los Padres del Desierto y sobre como incluyó su Koan Zen favorito en la letra del tema que da nombre a su disco no deja de sorprender. Tanto en Swans (cuyo prestigio también se basa en el sonido industrial de sus primeros discos y en la influencia que tuvieron sobre Sonic Youth y Nirvana entre otros), como en proyectos como Angel of Light o Love of Body, en los que su talento como compositor de canciones aparece más despojado, pero igual de dramático, Michael Gira ha dado muestras de un talento inusual para pasar de la calma al paroxismo, del ruido casi infernal a las letanías más despojadas. Las advertencias de los agentes de prensa sobre lo arisco que puede ser Gira a la hora de las entrevistas se disipan cuando empieza a hablar sobre sus lecturas: “Ahora estoy leyendo un anónimo escrito por un monje cristiano en un libro del siglo XIV que se llama The Cloud Of Unknowing: es una especie de guía para la contemplación y la oración que recomienda buscar a Dios no a través del intelecto o el conocimiento, sino a través de la oración y la contemplación, alejándose de los pensamientos y los deseos”, explica didáctico. Justamente en The Glowing... hay dos canciones que, con el estilo mántrico y ruidista característico de estos Cisnes post apocalípticos hacen referencia a este libro: The Cloud of Unkowing y The Cloud of Forgetting, dos plegarias al estilo Swans.
Probablemente Gira tenga más puntos en común con “la noche oscura del alma” de un San Juan de la Cruz que con cualquier músico contemporáneo suyo: al igual que este poeta español del siglo XVI, Gira también fue encarcelado injustamente. Nacido en 1954 en Los Angeles, hijo de un hombre de negocios que trabajaba en la industria de los aviones y una hermosa mujer, un matrimonio que no duró mucho, a los 15 años el pequeño Michael terminó viajando con un grupo de hippies en busca de aventuras: las cosas no salieron del todo bien y Gira cayó preso a los 16 en Israel: siendo aún casi un adolescente de larga cabellera rubia y aspecto ingenuo, acusado de terrorismo e incomunicado, el futuro líder de Swans fue puesto en una prisión para adultos: “Seguro que esa experiencia fue importante, pero la verdad es que es una memoria muy distante, ni pienso en acerca de eso ahora”. Lo que si aceptó siempre Michael Gira es que esa experiencia en una cárcel de Jerusalén lo llevó a tomar conciencia de “la urgencia del tiempo”: “La verdad es que tuve muchos trabajos de mierda, hasta llegué a vender mi sangre para poder comer, pero siempre me enfoqué en hacer cosas duraderas, indestructibles, obras que sean más poderosas que yo mismo”. Luego de esta traumática experiencia es difícil no considerar a los primeros discos de Swans como un exorcismo sonoro, como una reacción visceral tan curativa como dolorosa. A su regreso a California, Michael Gira se dedicó durante un par de años a estudiar en el Otis College of Art and Design, hasta que el “efecto Sex Pistols” lo llevó a enfocarse en la música: tras ver a los Pistols en vivo en L.A y conocer a bandas de la escena punk local como Screamers, X o Weirdos, Gira empezó a hacer un fanzine (No Magazine) y finalmente decidió viajar a New York con la idea de armar un proyecto musical. O, más bien, a darle vida a sus inflamables esculturas sonoras: tanto Swans, su primer Ep (de 1982) como Filth (de 1983) lo muestran aporreando el bajo y experimentando con cintas, con dos baterías y creando (junto al guitarrista Norman Westberg, aún hoy su fiel ladero) una música “demasiado desastrosa para ser mística y demasiado divertida para suicidarse”. Usando pedazos de sonido y ritmo en vez de melodías o grooves, la música de Swans se fue endulzando un poco con el tiempo (a partir de 1984 la hermosa voz de Jarboe fue clave en la primera etapa del grupo) pero nunca perdió su carácter experimental. Luego de haber sido él mismo un chivo expiatorio, Gira se convirtió en una especie de exorcista profesional, capaz de crear en cada disco y en cada presentación un ritual tan catártico como inconfundible en el que las víctimas se iban convirtiendo de a poco en fieles seguidores: tanto para punks, góticos, industriales o seguidores de la música “alternativa” (o en este caso, alterativa) este hombre que va a tocar por primera vez en Niceto es un referente ineludible y siempre sorprendente.
No es casual que ahora Gira comente que el escultor minimalista Richard Serra (famoso por sus inmensas obras hechas en acero) o un pintor como Francis Bacon (aquel inglés nacido en Irlanda a quien Margaret Thatcher supo despreciar describiendo sus obras como “asquerosos trozos de carne”) han sido siempre dos de sus más grandes influencias, además de ser sus artistas plásticos preferidos. Tanto la primera época de Swans (que duró hasta 1997) cómo esta vuelta que se inició con la edición de My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky (2010) y continuó con la edición de The Seer y To Be Kind (ambos del 2014)), a los que se le suma The Glowing Man conforman una saga en la que el desprecio, el dolor, la violencia psicosexual y la devoción se suceden sin tregua. Como si Leonard Cohen hubiera nacido en Varsovia en vez de Montreal, las canciones de amor y odio de Gira casi no han sufrido traspiés. Gira (que dice no haber extrañado a Jarboe, ausente en esta nueva etapa tanto en su vida personal como en Swans) considera a The Burning World (su disco más conocido, producido por el gran Bill Laswell) como un traspié, un error: “La verdad es que es que ese disco es el que menos me gusta: Bill Laswell es un buen productor, hay algunas buenas canciones, pero fue una pesadilla: no era eso lo que necesitábamos para el sonido de Swans”, dice cambiando el tono de voz sobre una producción marcada por las guitarras acústicas y las cuerdas, un lindo disco (quizá demasiado para su estética abrasiva) del que Gira parece ser el único que reniega. Fue justamente por entonces que Gira, harto de tantos disgustos con las discográficas, decidió separar a Swans y darle forma a Young God Records, su propio sello discográfico. Fue por allí que salieron tanto sus discos solistas (como el excelente Drainland, de 1995) como sus producciones en nuevos proyectos como Angels of Light (más acústico y preciosista, buscando nuevas direcciones musicales) o los paisajes sonoros más experimentales de The Body Lovers/ The Boyd Haters. Gira también editó por su sello, entre otros, a Devendra Banhart, Mi and L’au, Lisa Germano y a Akron/Family, así como las últimas producciones de Swans. “La verdad es que nunca me sentí parte de nada. Nunca quise estar en el centro de nada, salvo quizá a la hora de tocar en vivo. Cuando decidí en el 2009 volver a armar Swans no tenía idea de lo que podíamos llegar a hacer, pero sí sabía que no quería concentrarme en revisar el catálogo del grupo. Y por eso elegí a Kristof Hahn, Phil Puleo, Christopher Pravdica, Thor Harris y a Norman: son músicos que además de entenderme me pueden sorprender”. Con trece discos de estudio editados, once ep’s y diez discos en vivo (entre ellos el polémico Public Castration Is a Good Idea, de 1986), que el sonido monumental y a la vez intimista de Swans llegue a Niceto es definitivamente un acontecimiento. Todo parece revelador, vertiginoso e intenso en el universo de Michael Gira, quizá el último romántico de ruido. Lejos de cualquier cliché rockero, Gira sorprende mencionando La filosofía perenne de Aldous Huxley, ensayo de 1945 en el que se recopilan obras de diversas culturas y tradiciones espirituales. Todas búsquedas que, según el mismo reconoce, están vinculadas con sus propias experiencias tocando en vivo: “Cuando tocamos en vivo a algunas veces se produce algo mágico, una gran sensación de conciencia: no somos nosotros los que estamos tocando la música, sino la música que nos toca a nosotros. No es que yo sea un ‘deísta’, pero me siento bastante privilegiado de saber que podemos conectarnos con una fuerza que es muy superior a nosotros”. Grabado en El Paso, Texas y mezclado por CandyBomber y Doug Henderson en MicroMoose, Berlin, The Glowing Man es un disco épico, orquestado (hay cuerdas, cornos y voces femeninas) y extremo que sintetiza el estilo de la banda: con sus plegarias, sus monstruos, sus temores y sus deseos de salvación, puede llegar a ser, si Gira cumple su palabra (algo muy probable), un digno final para los Swans.
Swans toca el próximo 2 de agosto en Niceto Club, Niceto Vega 5510.
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