Domingo, 23 de mayo de 2004 | Hoy
VALE DECIR
La
soga
La justicia británica no ha podido dilucidar si la muerte de un experto
en Sherlock Holmes, que encontraron estrangulado con un lazo apretado por una
cuchara de palo en su domicilio londinense de South Kensington, fue un homicidio
o un suicidio. El magistrado encargado de la investigación estimó
el viernes pasado que las circunstancias de la muerte de Richard Lancelyn Green,
de 50 años, es “muy inusual” y que los elementos son insuficientes
para llegar a una conclusión sobre el caso. La muerte de este autor de
un libro sobre el escritor Sir Arthur Conan Doyle y ex presidente de la Sherlock
Holmes Society de Londres relanzó los rumores sobre la “maldición
de Conan Doyle”, pues varias personas ligadas al creador murieron jóvenes
y por causas no precisamente naturales. Ninguno de los casos, hasta ahora, ha
sido resuelto. Como corolario, según diversos testigos, Green “últimamente
se mostraba extremadamente paranoico”. Y como es sabido, los paranoicos,
a veces, también tienen razón.
El
cerebro liso liso
Ya se sabe: hay muchos fanáticos de los deportes extremos en los Estados
Unidos, y se estaban quedando sin desafíos. Hasta que llegó éste,
el más original, el más bizarro, el más estúpido
de los X-Treme Sports. Se llama Extreme Ironing (Planchado Extremo, sí
señor, sí señora) y sus practicantes aspiran a ser reconocidos
en los Juegos Olímpicos. Miembros del Bureau de Extreme Ironing (¡tienen
un bureau!) apuntan a mostrar sus infinitas habilidades en el arte de planchar
en locaciones riesgosísimas, tales como el Monte Rushmore y en Times
Square. Phil Shaw –miembro de la delegación que clama por sus derechos
al reconocimiento olímpico– aseguró que “tras nuestra
victoria en los Campeonatos Mundiales de Extreme Ironing en 2002 (¡tienen
campeonatos mundiales!), supe que ya no nos quedaba otro lugar a dónde
ir más que los Estados Unidos. Era nuestro último territorio a
conquistar. Si no hiciste Extreme Ironing ahí, realmente no has perfeccionado
tu disciplina. ¿Quién sabe? El próximo paso podría
ser la aceptación del Comité Olímpico Internacional”.
En este momento, el capitán se encuentra haciendo lo suyo con sus muchachos
y sus planchas en los lugares más exóticos y peligrosos del mundo.
El que no tenga nada que hacer, o pueda ponerse frente a la computadora mientras
se plancha los calzoncillos, puede seguir las alternativas de este evento fascinante
en www.extremeironing.com.
Un
orgasmo por la noticia
Nuevas y revolucionarias revelaciones provenientes de los subsuelos del quehacer
científico: en muy poco tiempo estarán disponibles unas novedosísimas
barras de chocolate que podrían ayudar a hombres y mujeres a llegar al
orgasmo. Así se lo contó la doctora Trudy Barber a la Federación
Europea de Sexología en un Congreso celebrado –porque estas cosas
se celebran– en Brighton, unos días atrás. La señora
Barber no tuvo empacho en pinchar el globo a los presentes unos minutos después
de su simpático anuncio aclarando que, por muy poco tiempo, se refiere
a unos cinco años. Tras los previsibles abucheos –después
de todo les habían mostrado la golosina para luego sacárselas
de las manos– la tal Trudy procedió a explicar que esto no es magia
ni una promoción navideña sino que hay sólidos argumentos
científicos detrás del asunto, tales como que los productos del
cacao deberán tener –para poder brindar este imprescindible servicio
a la comunidad– niveles más altos que los normales de cierto químico
(fenyl etilamin, o algo por el estilo), que es lo que el cuerpo libera durante
la práctica sexual. El chocolate promedio a la venta actualmente contiene
hasta unos 660 mg de esta sustancia, que está relacionada con la dopamina
y la adrenalina –cosas todas que elevan lassensaciones corporales. Se
ha comprobado que un submarino con altos niveles de estos agentes supersecretos
del placer han provocado, en quienes lo consumieron, sensaciones orgásmicas...
sin tener sexo. La doctora Barber continuó su disertación, excitadísima,
hablando de prostitutas robóticas y microchips detectores de infidelidad.
Ajá. Por ahora, nos conformamos con ese alfajor que nos prometió
para después de la cena.
¿Quién
mató a la cigüeña?
La noticia que viene circulando por agencias de prensa lo expresa de esta manera,
aunque cueste creerlo: “Una pareja alemana que fue a una clínica
de fertilidad después de ocho años de matrimonio acaba de descubrir
por qué todavía no tienen hijos: no estaban teniendo sexo”.
En la Clínica Universitaria de Lubek dijeron que nunca habían
escuchado de un “caso” como éste. Primero examinaron a la
pareja, que se les acercó el mes pasado para hacerse los tests usuales
de fertilidad, ante los cuales los resultados fueron positivos para ambos. Según
un vocero de la clínica, fue entonces que los doctores les preguntaron
con qué frecuencia tenían relaciones sexuales, ante lo cual el
hombre y la mujer lo miraron extrañados y atinaron a decir: “Pero
usted, ¿a qué se refiere, exactamente?”. “No estamos
hablando de retardados mentales –se apresuró a aclarar el vocero–
sino de una pareja que fue criada en un entorno muy religioso y que simplemente
no conocía, tras ocho años de matrimonio, los pormenores de los
requerimientos físicos necesarios para procrear”. Ella tiene ahora
30 años y él tiene 36, y les han asignado un tratamiento de terapia
sexual para ver si van poniendo cada cosa en su lugar. Porque ya se sabe; si
vale para los electrodomésticos, vale para otros asuntos del hogar: si
todo lo demás no funciona, enchúfelo.
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