Domingo, 17 de junio de 2007 | Hoy
VALE DECIR
Las autoridades del pueblo norteamericano de Delcambre, Louisiana, anunciaron que pronto, en su jurisdicción, será considerado un delito usar pantalones demasiado bajos que permitan ver la ropa interior. La nueva ordenanza fue aprobada por unanimidad en el concejo de dicha localidad, y el intendente Carol Broussard se mostró feliz de ponerle la firma. “Si uno expone sus partes privadas, recibe una multa”, dijo. Aquellos que cometan lo que a partir de ahora estará considerado una ofensa, deberán oblar el equivalente a unos 400 dólares y arriesgarse incluso a pasar medio año en la cárcel. El fiscal de la ciudad, Ted Avo, explicó que se trata “simplemente” de leyes que vienen a sumarse a otras preexistentes que regulan la vestimenta y la “exposición indecente”. Pero algunos residentes ya pusieron el grito en el cielo, quejándose de que la nueva ley está destinada a los negros, que son quienes más visten los pantalones sueltos, en especial, los fans del hip hop. El intendente desestimó las quejas argumentando, sin más, que la gente blanca también usa pantalones caídos. Nada dijo, en cambio, del plomero que, en medio de su faena, da la espalda a la ama de casa y muestra la raya.
Alertada por un consumo de electricidad altísimo, la policía federal belga se dirigió a un castillo de la región de Charleroi, en el sur del país, y una vez ahí se encontró con unas 1500 plantas de cannabis, muy profesionalmente atendidas. En el terreno, una propiedad de 4 hectáreas y media ubicada junto al río Sambre, vivía una pareja que fue detenida en el acto. El aviso a la policía —por no decir “el botoneo”— fue dado por la compañía que suministra el servicio de electricidad en la zona, debido a los altos niveles de consumo (de energía, vale aclarar) que registraba. Las plantas se encontraban compartimentadas e iluminadas por 154 lámparas de un valor de 80.000 dólares. La pareja también había instalado un sistema de riego automático y de ventilación. Lo que se dice un cultivo querido y cuidado.
Ocurrió en Tailandia: dos perros callejeros que un tiempo atrás se convirtieron en las estrellas del departamento de policía como detectores de drogas, acaban de ser despedidos de la fuerza por acoso sexual. Los perros, Mok y Lai, trabajaban en el aeropuerto cercano a la zona conocida como “Triángulo Dorado”, en Chiang Rai, en el norte de Tailandia, cerca de la frontera con Laos y Myanmar, donde se emplazan unos enormes cultivos de opio. Los dos simpáticos rintintines del narcodelito se hicieron famosos tras destacarse en un programa —iniciativa del rey Bhumibol Adulyadej— destinado a convertir a canes vagabundos en “miembros útiles para la sociedad”. Pero la fuerza debió dejarlos ir, tras admitir que la recuperación no había sido completa y que sus mejores agentes aún retenían algunos hábitos de su vida pasada: “A Mok le gustaba orinar en el equipaje mientras buscaba drogas en su interior”, confesó el teniente coronel Jakapop Kamhon, ex entrenador del pichicho. Y luego agregó, no sin algo de pena: “También le gustaba frotarse sobre las piernas de las mujeres. Ambos eran tan buenos como los perros extranjeros entrenados para misiones contra drogas pero, como venían de la calle, tenían algunos modales que los perros de raza que usan afuera no suelen tener”. Ahora Mok y Lai trabajan en una granja, guiando pollos y cerdos. Quizá, con un poco de suerte, ahí sean más felices.
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